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Fay:
La música continuaba envolviendo el salón, y cada vez que nuestros ojos se encontraban, el mundo parecía desvanecerse. Estar junto a Morgie, sentir su mano firme guiándome, era como vivir un sueño que alguna vez pensé imposible. Era como si todos esos cuentos de hadas que solía escuchar de pequeña estuvieran cobrando vida en esta noche mágica.

De repente, sentí cómo su mano se deslizaba lentamente hacia mi cintura. Lo miré con curiosidad, y él me sonrió, como si estuviera leyendo mis pensamientos. Antes de que pudiera reaccionar, me sostuvo con delicadeza y, en un movimiento fluido y seguro, me levantó por la cintura, girando conmigo en el aire.

Una risa suave escapó de mis labios, sorprendida y a la vez encantada por su gesto. El mundo dio una vuelta a nuestro alrededor, y durante ese instante me sentí libre, flotando en sus brazos. Su mirada estaba completamente fija en mí, y la intensidad de sus ojos me hizo sentir como la única persona en el mundo.

Cuando mis pies tocaron el suelo de nuevo, nuestras miradas se encontraron, y por un segundo me olvidé de todo. De sus errores, de mis dudas... Todo se desvaneció en el calor de ese momento.

Morgie:
Sostener a Fay en mis brazos y verla reír, verla tan feliz y despreocupada, fue más de lo que alguna vez había soñado. Al girarla en el aire, sentí cómo nuestras risas se entrelazaban, creando un recuerdo que no quería que se borrara nunca.

Cuando la bajé de nuevo, su rostro estaba a tan solo unos centímetros del mío, y por un segundo todo a nuestro alrededor dejó de importar.

Su respiración era suave, y cada detalle de su expresión quedaba grabado en mi memoria como un tesoro invaluable.

—¿Te estás divirtiendo? —le pregunté, con una sonrisa que no podía ocultar.

Fay asintió, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y dulzura.

—Nunca pensé que una noche como esta fuera posible —me susurró—. Todo esto... parece irreal.

No pude evitarlo. Tomé su mano, y, con una sonrisa, acerqué sus dedos a mis labios, dándole un beso suave y reverente, como un príncipe de esos cuentos que solíamos escuchar de niños. Ver cómo su rostro se encendía con un leve rubor fue un regalo, y no pude evitar que mi corazón latiera con fuerza.

—Gracias por darme esta oportunidad —murmuré, manteniendo su mirada—. Juro que haré lo imposible para que no te arrepientas.

Sus ojos se suavizaron, y durante un instante, la distancia entre nosotros se redujo aún más, hasta que solo existían sus suspiros, sus sonrisas tímidas, y la suave calidez de su cercanía.

Fay:
Nos quedamos en silencio, dejándonos envolver por el momento, y entonces la música cambió a una melodía aún más lenta, casi como un susurro de amor que nos invitaba a permanecer cerca. Morgie me atrajo hacia él, y esta vez no dudé.

Me dejé llevar, permitiendo que nuestros pasos fluyeran con una sincronía que parecía creada solo para nosotros.

Cada giro, cada mirada, cada suave caricia de sus manos sobre las mías me hacía sentir como si estuviéramos danzando en un sueño. No sabía cuánto tiempo habíamos estado bailando, pero quería que el tiempo se detuviera, que este momento se quedara grabado para siempre.

Morgie:
Mientras bailábamos, me di cuenta de algo: ella era mi destino. No importaban los obstáculos, ni los errores del pasado. Solo Fay, su risa, su confianza renovada, y la sensación de que con ella todo era posible. En silencio, hice un juramento, uno que estaba decidido a cumplir.

Fay:
Nuestros pasos se hicieron más lentos, como si el ritmo de la música respondiera a nuestros corazones, palpitando al mismo compás. La cercanía entre nosotros se volvió casi tangible; podía sentir el calor de su cuerpo junto al mío, la firmeza de su mano que no dejaba de sostenerme con esa mezcla de seguridad y dulzura que hacía que mi corazón latiera más fuerte.

Alcé la mirada y encontré sus ojos, esos ojos que parecían guardarlo todo: sus secretos, sus miedos, su amor. Morgie me miraba con una intensidad tan profunda, tan serena, que el mundo a nuestro alrededor simplemente desapareció. En ese momento, éramos solo él y yo, dos almas que se habían encontrado de una forma inesperada y que ahora parecían destinadas a estar juntas.

Su mano se deslizó suavemente desde mi cintura hasta mi mejilla, y sentí un leve cosquilleo cuando su pulgar rozó mi piel. Mis ojos se cerraron casi por instinto, dejando que la calidez de su toque me envolviera. Podía sentir su respiración tan cerca, su aliento entrelazándose con el mío en un susurro casi inaudible, como si el mismo aire entendiera la magia de aquel momento.

Morgie:
Mirarla así, con los ojos cerrados y el rostro tan cerca del mío, era una visión que jamás había soñado. Su delicadeza, la suavidad de sus facciones y esa vulnerabilidad que solo yo parecía conocer, me hicieron sentir una mezcla de ternura y admiración tan profundas que no había palabras para describirlas. Ella era mi todo, mi razón, el único motivo que me impulsaba a ser mejor, a dejar atrás el pasado y soñar con un futuro.

Acaricié su mejilla una última vez, sabiendo que este era un momento que jamás olvidaría, un instante que había esperado sin saberlo desde el día en que la conocí. Me acerqué con delicadeza, dejando que nuestros alientos se mezclaran, y, en un susurro que apenas rozó el aire, murmuré:

—Te amo Fay.

Su sonrisa temblorosa fue la única respuesta que necesité.

Me incliné despacio, permitiendo que la distancia entre nosotros se desvaneciera. Finalmente, mis labios rozaron los suyos con una suavidad infinita, como si temiera romper el hechizo que nos envolvía.

Fue un beso lento, un beso cargado de promesas y emociones guardadas, de palabras no dichas y de sueños compartidos.

Fay:
El mundo se desvaneció por completo en el instante en que sus labios tocaron los míos. Era un beso tan suave, tan lleno de amor, que me sentí flotar. Su mano en mi mejilla, su otra mano sosteniendo la mía con firmeza, todo en él transmitía un amor y una devoción que nunca había imaginado. Era como si en ese momento me diera su corazón, sus pensamientos, sus sentimientos más profundos.

Cuando sus labios se separaron de los míos, quedé con los ojos aún cerrados, como si quisiera prolongar ese momento por siempre. Cuando finalmente abrí los ojos, lo encontré mirándome, su expresión llena de una ternura que me robó el aliento.

—Fay —susurró, su voz suave como una caricia—. Eres mi razón de ser. Tú eres... todo para mí.

Sus palabras resonaron en mi corazón, y en ese instante supe que nada, ni el pasado ni los errores, podía apagar lo que sentíamos.

Porque ese beso lo había cambiado todo.

Beyond the wand Donde viven las historias. Descúbrelo ahora