(Capitulo 52) Encuentro

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—¡¿Cómo es que no puedes hacer nada bien?! ¡Me entregaron al peor de todos, maldita sea!


Gruñía la voz de mi captor, desgarrando lo poco que quedaba de mi orgullo. En el suelo me encontraba cada día derrumbado ante las palizas que recibía en la arena de combate, para alguien como yo el salir vivo ya era un milagro, en situaciones donde solo podía correr me encontraba rogando porque terminara.


En aquellos días, mi vida no era más que un largo y angustiante suplicio. Aún recuerdo con claridad el día en que mi vida se desmorono. Atacaron mi pueblo destruyendo y tomando todo lo que pudiera haber, adultos murieron defendiendo nuestro hogar mientras que los niños como nosotros fuimos llevados uno a uno a manos de aquellas personas. Me vi atrapado por aquellos que no me consideraban más que un animal, una mascota o un simple esclavo.


Entre los miembros de mi clan, jamás llegué a destacar. Los Chyvlad somos conocidos por nuestras magias peculiares, un tipo de poder que se nutre del descubrimiento y la experimentación. Pero mi despertar fue una burla del destino. Mientras otros nacían con habilidades asombrosas, mi magia se limitaba a mover pequeños objetos tras un lanzamiento estos se desviaban sin remedio, . Un truco inútil en una vida donde se esperaba que lucháramos por sobrevivir.


La arena donde nos arrojaban era un lugar frío, lleno de ecos de gritos y aullidos, de bestias sedientas de sangre y temibles monstruos. Los fuertes luchaban entre ellos por su orgullo y por sobrevivir, pero para mí... no había más opción que correr. Correr como un ratón asustado, mientras un público grotesco y distorsionado reía y aplaudía nuestro sufrimiento. Hombres y mujeres de todas las razas, extravagantes y crueles, nos veían como entretenimiento. Para ellos, éramos menos que bestias, juguetes para propia diversión.


—¡JAJAJA! ¡Miren cómo corre! ¡Vamos, corre más rápido o te atraparán!


Se burlaban, sus risas perforando mis oídos, mientras el monstruo que habían soltado me perseguía, apenas y podía lanzar objetos que no eran capaces de infringirle la mínima molestia. Usar mi magia era inservible pues, aunque ganara fuerza no podía acertar.


Podía oír sus pasos aplastando el suelo tras de mí. Un sonido pesado, monstruoso, que me aceleraba el corazón. Cada respiración se volvía un grito en mi pecho. Mi cuerpo temblaba y mis piernas ardían, pero sabía que detenerme significaba la muerte. Delante de mí, vi los cuerpos destrozados de otros, devorados o atravesados por las criaturas que soltaban en la arena. Un hedor a sangre y podredumbre llenaba el aire, haciendo que me quemara la garganta con cada bocanada.


"No quiero morir, no quiero morir... ¡no quiero morir!" Era todo lo que podía pensar. Sentía que mi pecho estallaría, y las lágrimas corrían por mi rostro sin que pudiera detenerlas.


—¡Mamá! ¡Papá!


Grité, aunque sabía que no vendrían. Nadie vendría. Estaba solo, condenado a ser devorado por las fauces de aquella cosa que me acechaba con ojos brillantes en la oscuridad.


Cada sombra era una amenaza, cada sonido un aviso de que mi fin se acercaba. ¿Cuánto tiempo más podría correr? Mi corazón martilleaba con furia, y mis piernas... ya no respondían. Estaban a punto de ceder, al igual que mi esperanza.

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⏰ Última actualización: Nov 05 ⏰

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