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La guarida estaba inusualmente tranquila aquella tarde, aunque cualquiera que la conociera sabría que esa calma solo era la antesala de algo inevitable

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La guarida estaba inusualmente tranquila aquella tarde, aunque cualquiera que la conociera sabría que esa calma solo era la antesala de algo inevitable. Leonardo, Raphael y Michelangelo intercambiaban miradas significativas, como conspiradores a punto de ejecutar un plan maestro, mientras observaban a Donatello trabajar en un rincón, completamente absorto en su último proyecto. Donnie sostenía un destornillador de precisión en una mano y, con la otra, ajustaba una pequeña placa en el nuevo dron que había estado perfeccionando. Sus ojos, normalmente calculadores y fríos, mostraban un enfoque casi monacal, como si la tarea ante él fuera lo único que existiera en ese momento.

Leo intercambió otra mirada con Raph, y ambos asintieron ligeramente, confirmando sin palabras que había llegado el momento de hablar. Sin más demora, Leo se levantó del sofá, caminó hasta el área de trabajo de Donnie y se paró frente a él, cruzándose de brazos. Su postura era seria, aunque sus ojos brillaban con una picardía contenida.

— Dee, admítelo. Tienes que admitirlo. – dijo en un tono que pretendía ser casual, pero que estaba cargado de intenciones. — T/N te gusta. –

Donatello apenas alzó la vista, lo suficiente para lanzar una mirada fugaz hacia su hermano antes de volver a concentrarse en el dron. Hizo girar el destornillador con precisión, apretando un tornillo que, en ese instante, le parecía el centro del universo.

— No sé de qué estás hablando... – Respondió con calma, aunque el leve temblor en sus manos delataba que no estaba tan tranquilo como quería aparentar.

La respuesta de Donatello no hizo más que alentar a sus hermanos. Mikey, que había estado observando la escena con ojos brillantes y una sonrisa amplia, saltó del sofá y se acercó a Donnie con su típica energía contagiosa. Sin pedir permiso, se apoyó en la mesa de trabajo, inclinándose lo suficiente como para estar a la altura de su hermano.

— ¡Vamos, se sincero! – exclamó con una risa suave y burbujeante que reflejaba la diversión que sentía en ese momento. — No puedes negar lo obvio, ¡Eres un libro abierto cuando estás con ella! –

Donnie apretó la mandíbula, sintiendo una creciente irritación mezclada con incomodidad. Giró un poco en su silla, tratando de poner algo de distancia entre él y sus hermanos, aunque era evidente que no tenía escapatoria. Tomó una profunda respiración, tratando de calmarse, y volvió a concentrarse en el dron, como si sus hermanos no estuvieran allí. Pero Mikey no se inmutó, y la sonrisa en su rostro se hizo más grande, como si acabara de descubrir el secreto más grande del mundo.

Raph, que había estado de pie, observando y disfrutando la escena, decidió que era momento de intervenir. Dio un paso adelante, cruzando los brazos frente a su pecho mientras miraba a Donnie con una expresión de burla.

in war, there is no loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora