VIII

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El primer rayo de sol se coló por la ventana, iluminando suavemente la habitación de Checo. Se giró en la cama, parpadeando contra la claridad que se colaba entre las cortinas. Por un momento, quiso cerrar los ojos nuevamente y perderse en el sueño, pero algo lo detuvo: una sensación de vacío, de ausencia. Recordó las palabras de Max la noche anterior. Tres días. Tres días sin él.

Suspiró profundamente, sintiendo un peso en el pecho que no sabía cómo explicar. A su lado, Black estaba acurrucado sobre las mantas, su pelaje oscuro como la noche contrastando con la luz de la mañana. El gato abrió un ojo, observándolo con calma, como si entendiera lo que estaba pasando. Checo alargó la mano para acariciarlo, dejando que el ronroneo bajo y constante del animal llenara el silencio de la habitación.

— Bueno, amigo… parece que hoy será un día largo —murmuró, sonriendo levemente. Sin embargo, su sonrisa se desvaneció rápido — Voy a extrañarlo tanto… — dijo en voz baja, sin atreverse a pronunciar el nombre que tenía en mente.

Black pareció responder con un maullido suave, y Checo rió ligeramente, aunque su risa carecía de alegría. Se sentó al borde de la cama, pasando las manos por su cabello mientras intentaba sacudirse la somnolencia. Fue entonces cuando lo notó: el dolor de cabeza no estaba ahí.

Parpadeó un par de veces, confundido. Durante semanas, ese malestar persistente había sido una constante, un eco molesto que nunca terminaba de desaparecer, especialmente cuando Max estaba cerca. Checo lo había atribuido al estrés, a la falta de sueño, a cualquier excusa que pudiera justificar algo tan incómodo. Pero ahora, sentado en su cama, con Black ronroneando a sus pies, se dio cuenta de que su mente estaba completamente despejada, libre de ese peso que casi se había acostumbrado a cargar.

Por un momento, sintió alivio. Sin embargo, ese alivio pronto se transformó en una sensación de inquietud.

— Es raro… — murmuró para sí mismo, mirando alrededor de la habitación como si esperara encontrar una explicación en las sombras.

Su mirada se detuvo en el escritorio, donde descansaba un pequeño collar con un dije de sol. Su atención quedó atrapada en él, como si el objeto tuviera algún tipo de poder magnético. Lo había tenido desde que tenía once años, aunque nunca había entendido realmente su origen. Recordaba vagamente haberlo encontrado una tarde cualquiera, como si siempre hubiera estado ahí, esperando por él. Desde entonces, lo había usado casi todos los días. Algo en ese dije le daba tranquilidad, aunque nunca había entendido por qué.

Lo tomó con cuidado, sosteniéndolo entre sus dedos. Observó el diseño del sol, las líneas grabadas en el metal, el brillo tenue que parecía reflejar más de lo que la luz natural podía dar. Por alguna razón, en ese momento, le pareció diferente, como si hubiera algo especial en él que no había notado antes.

— Es solo un collar, Checo… — se dijo a sí mismo, intentando calmar el nudo que sentía en el estómago.

Aun así, se lo puso, ajustando la cadena alrededor de su cuello. El frío del metal contra su piel le hizo estremecerse ligeramente, pero la sensación pronto desapareció, reemplazada por un leve calor que no supo explicar.

Suspirando, se levantó y comenzó a alistarse para el día. Su madre le había recordado una y otra vez que debía prepararse con tiempo para el retiro al que asistiría. Aunque no estaba muy convencido de ir, había accedido principalmente para evitar discusiones. Además, en el fondo, había una parte de él que esperaba que esos días de desconexión pudieran ayudarle a aclarar su mente.

𝑻𝒉𝒆 𝑫𝒆𝒗𝒊𝒍'𝒔 𝑫𝒂𝒓𝒆 | 𝑪𝒉𝒆𝒔𝒕𝒂𝒑𝒑𝒆𝒏 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora