Viktor estaba sentado en el borde de una fuente en el centro de Lumiose, observando cómo los transeúntes paseaban por el lugar. Sus ojos, fríos y calculadores, seguían cada movimiento, buscando debilidades, buscando oportunidades. Siempre había sido así: Viktor veía el mundo como un tablero de ajedrez, donde cada persona era una pieza que podía mover o eliminar según sus necesidades. Y en el centro de sus pensamientos, como una sombra que no podía ignorar, estaba Blair Ricci.
Blair, la chica que parecía tenerlo todo: belleza, dinero, seguridad. Y lo más importante, esa indiferencia hacia él, hacia su dominio, como si su presencia no significara nada. Eso era lo que más le molestaba. Blair era diferente a cualquiera que hubiera conocido. En lugar de admirarlo o ceder a su influencia, ella lo miraba con desdén, como si él fuera una simple molestia. Esa indiferencia era lo que hacía que su rivalidad fuera tan intensa.
Con un suspiro, Viktor miró a Froakie, quien, a diferencia de su dueño, irradiaba una confianza natural y desbordante. Charmander, en cambio, se mantenía a su lado, observando todo desde las sombras, tan tímido como siempre. Era una dupla interesante, una combinación de fuerza y astucia que Viktor apreciaba. Sin embargo, sentía que, para vencer a Blair, necesitaría más que solo Pokémon poderosos; necesitaría estrategia, astucia y, sobre todo, paciencia.
Mientras reflexionaba, su mirada se posó en una figura familiar. Blair caminaba por el centro de la ciudad, acompañada de su fiel Fennekin, el cual se movía con elegancia a su lado. Parecía tan despreocupada, como si nada pudiera tocarla, como si todo el mundo estuviera hecho a su medida. A Viktor le disgustaba esa actitud. Era como si ella pensara que estaba por encima de todos los demás, incluyendo a él.
Decidió que era el momento perfecto para recordarle que no estaba sola en ese mundo perfecto que tanto disfrutaba. Se puso de pie, sus pasos resonando con confianza mientras se acercaba a ella. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, hizo que Froakie se adelantara, bloqueándole el paso a Blair.
"¿Te pierdes, Ricci?" dijo con una sonrisa ladina, cruzándose de brazos y mirándola de arriba abajo.
Blair lo miró sin sorpresa, su expresión impasible. "¿No tienes nada mejor que hacer, Viktor? Ya deberías saber que no me impresionas."
La frialdad en su voz no hizo más que reforzar la determinación de Viktor. Con una sonrisa arrogante, inclinó la cabeza, como si estuviera estudiándola. "Veo que sigues tan segura de ti misma. Pero te advierto, Blair, el camino al éxito en este mundo no es tan fácil como piensas. No todo se consigue con dinero y belleza."
Blair arqueó una ceja, mostrando una sonrisa sutil. "Y supongo que tú piensas que tienes el secreto, ¿verdad? No te confundas, Viktor. El dinero y la belleza pueden ser solo una parte de lo que soy, pero eso no significa que no tenga lo necesario para enfrentar a alguien como tú."
Sus palabras eran firmes, y Viktor sintió la tensión crecer entre ellos. Nadie le había hablado así antes, nadie se había atrevido a desafiar su autoridad. Y, aunque le molestaba, también lo encontraba... intrigante.
"¿Por qué no lo ponemos a prueba entonces?" preguntó él, sus ojos azules centelleando con el reto. "Aquí y ahora. Veamos si tu seguridad y tu querido Fennekin pueden enfrentarse a mi Froakie."
Blair miró a Fennekin, quien respondió con un ladrido determinado. Su Pokémon estaba listo para la pelea, pero ella no se dejó llevar por la provocación tan fácilmente. "No desperdiciaré mi tiempo en una batalla innecesaria. Pero si tanto lo deseas, Viktor, estoy dispuesta a enfrentarte... en el lugar y momento adecuado."
Su rechazo a pelear en ese instante solo hizo que Viktor la mirara con más intensidad. Blair no solo era su enemiga; era su rival, alguien que lo empujaba a ser mejor, a no conformarse. Y esa realidad lo irritaba y lo fascinaba en igual medida.
"Entonces, hazte a un lado, Viktor. Tengo cosas más importantes que hacer," dijo Blair, pasando a su lado sin siquiera darle otra mirada.
Viktor observó cómo se alejaba, sus ojos clavados en su figura, mientras el fuego de la rivalidad ardía aún más fuerte dentro de él.