El bosque, con su tranquilidad inquebrantable, parecía envuelto en una danza de sombras y luces. El sol de la mañana se colaba entre las copas de los árboles, creando un manto de luz sobre el suelo cubierto de hojas caídas. Todo en el aire estaba lleno de una vibrante calma, como si la naturaleza misma estuviera esperando algo. Y en medio de todo eso, Blair caminaba en silencio, su paso firme, pero sus ojos observando todo a su alrededor con una ligera cautela. Aunque la actitud de Blair siempre había sido fría y controlada, había algo en la quietud del bosque que la invitaba a bajar las barreras y permitir que su mente vagara.
El sonido de las hojas crujir bajo sus botas era lo único que rompía el silencio, pero de repente, algo diferente captó su atención. Un leve sonido, como el susurro de la brisa, pero con un ritmo peculiar, algo que no podía ser ignorado. Blair se detuvo en seco, sus ojos buscaban la fuente de aquel sonido, y al instante la vio.
Sobre una roca plana y redondeada, en el centro de un pequeño claro, había un Eevee. Pero este no era un Eevee común. Estaba completamente absorto en lo que parecía ser un baile, moviéndose con gracia y agilidad, girando y saltando con una energía tan vibrante que era casi hipnótica. Sus patas se movían con rapidez, y sus ojos brillaban de felicidad mientras danzaba al ritmo de algo que solo él entendía, una melodía que solo existía en su mente.
Blair no podía evitar sentirse fascinada por la escena. La elegancia de los movimientos del Eevee era algo que rara vez veía en un Pokémon tan pequeño. La luz del sol que se filtraba entre los árboles creaba destellos a su alrededor, como si todo el bosque estuviera mirando, en silencio, ese pequeño acto de alegría.
Por un momento, Blair olvidó su usual actitud distante. Se acercó lentamente, sin hacer ruido, sin interrumpir la danza del Pokémon. Observó cómo Eevee giraba sobre la roca, saltando y moviéndose con un ritmo perfectamente coordinado, como si estuviera mostrando un talento innato.
El pensamiento de capturarlo cruzó la mente de Blair. Sabía que si era capaz de atrapar a Eevee, sería un añadido interesante a su equipo. Sin embargo, no quería interrumpir su momento. No quería ser una intrusa. Por un instante, la arrogancia y la frialdad que normalmente la definían se desvanecieron. Ella se dejó llevar por la maravilla del momento.
Sin embargo, esa calma no duró mucho. Al ver la posibilidad de un encuentro único, Blair no dudó más. Sus manos se movieron rápidamente hacia su cinturón, tomando una Pokébola. Sin perder tiempo, la lanzó con precisión.
— ¡Vamos, Eevee! —dijo Blair, con la voz fría y calculada, pero había un dejo de emoción contenida en ella.
La Pokébola se abrió en el aire, liberando una esfera de energía roja que, en segundos, se materializó en la forma de un Togepi, que apareció justo frente a ella. Togepi, al sentir el aire del bosque, saltó alegremente, pero el Eevee no mostró signos de miedo o sorpresa. En lugar de huir o mostrarse reacio, continuó su baile, incluso girando con una elegancia que desafió las expectativas de Blair.
Blair no iba a esperar más. En lugar de capturarlo con solo un intento, decidió enfrentar a Eevee de manera que lo llevara a aceptar su desafío.
— Togepi, usa Metronome. —Ordenó Blair con decisión, sin apartar la mirada de Eevee.
Togepi, con su energía siempre impredecible, comenzó a mover sus brazos, invocando el poder de Metronome. El pequeño Pokémon comenzó a brillar de manera inconfusa, moviendo su cuerpo al ritmo del ataque.
Eevee, curioso por el movimiento de Togepi, no dejó de bailar, pero en su expresión se veía una ligera mezcla de desafío y diversión. No era un Pokémon fácilmente impresionable, pero en ese momento parecía disfrutar del intercambio.
La energía en el aire se cargó con la expectativa de que, en ese momento, algo importante iba a suceder.
Metronome llevó a Togepi a un ataque extraño, una serie de movimientos complicados, pero lo que resultó fue un Slam. Togepi saltó hacia Eevee con rapidez, logrando golpearlo suavemente, pero con una precisión calculada. El Eevee, con su agilidad innata, retrocedió, pero luego volvió al centro de la roca, mirando a Blair con una sonrisa traviesa.
Blair, viendo la respuesta del Pokémon, entendió que no sería fácil capturarlo. Sin embargo, eso solo aumentó su interés. De alguna forma, la actitud desafiante de Eevee era más que suficiente para ella.
— Eevee, me sorprendes. —murmuró Blair, como si hablara consigo misma. —Pero no voy a dejar que te escapes.
Blair volvió a lanzar la Pokébola, esta vez con más determinación. Eevee, al ver la esfera acercándose, saltó con agilidad hacia un lado, evitando la captura con gracia, pero sin dejar de moverse al ritmo de su danza. Sin embargo, no pudo evitar que la Pokébola se abriera de nuevo, atrapándolo de manera efectiva.
La esfera titiló una vez, dos veces… y finalmente se detuvo, confirmando que la captura había sido exitosa.
Blair caminó hasta donde la Pokébola había caído, sin dejar de mirarla. Sus dedos tocaron la esfera, y cuando la levantó, su rostro, normalmente impasible, mostró una leve sonrisa de satisfacción.
— Has sido un buen bailarín, Eevee. —dijo Blair, su tono ahora más suave, casi como un susurro. —Creo que te gustarás en mi equipo.
Al mirar la Pokébola en su mano, Blair no pudo evitar sentir que este pequeño Eevee, con su alegría y su baile despreocupado, aportaría algo nuevo a su vida y a su equipo. El encuentro había sido inesperado, pero en su corazón, Blair sabía que todo lo que había sucedido tenía un propósito. Eevee no solo era un Pokémon con talento y energía, sino también una pieza que añadiría algo más a su viaje. Quizás más de lo que podía imaginar.
Mientras guardaba la Pokébola en su cinturón, Blair echó un vistazo al bosque alrededor de ella, sabiendo que este viaje, como todos los anteriores, tenía mucho más que ofrecer de lo que ella misma podía ver a simple vista.
El pequeño Eevee, ahora en su Pokébola, tenía mucho por ofrecer, y ella estaba lista para descubrir qué le deparaba el futuro.