El cielo estaba cubierto de nubes grises y la lluvia caía suavemente sobre el camino. Tras una larga jornada de entrenamiento y batallas en el bosque, el trío se encontraba exhausto pero satisfecho. Ethan, Blair y Viktor caminaban juntos por un sendero empapado, con sus Pokémon al lado, buscando refugio en algún lugar cercano. La ciudad más cercana era Ciudad Shalour, donde se encontraba el gimnasio que acababan de desafiar.
—¡Menos mal que la lluvia ha bajado un poco! —comentó Viktor, sacudiéndose el agua de los zapatos mientras caminaba. —Esto no es tan malo si hay un buen lugar para descansar.
Blair, con su cabello ligeramente mojado, sonrió mientras ajustaba la mochila. Fennekin, Ralts y Togepi caminaban junto a ella, moviéndose con ligereza entre los charcos.
—Ya casi llegamos al Centro Pokémon —dijo Blair, mirando al frente. —Lo necesitábamos después de todo el entrenamiento y la batalla de hoy.
Ethan, quien iba un poco detrás del grupo, sonrió al escucharla. Combusken caminaba junto a él, feliz y lleno de energía tras la reciente evolución. Aunque la lluvia había complicado las cosas, estaba contento de que su Pokémon había dado un gran paso hacia convertirse en un luchador formidable. Pero ahora, lo que más deseaba era descansar.
Finalmente, llegaron al Centro Pokémon, un edificio brillante y acogedor con un cartel en su entrada que mostraba una cruz roja sobre un fondo blanco. El refugio estaba cerca, y el lugar parecía ser la bienvenida perfecta después de un día largo.
—¡Llegamos! —exclamó Ethan con una sonrisa, aliviado de ver el techo cubriéndolos del agua.
Entraron al Centro, y el cálido aire y la música suave de fondo les dieron una sensación de confort inmediato. Dentro, el lugar estaba lleno de entrenadores y sus Pokémon. Había un grupo de niños pequeños jugando con sus Pikachu cerca de la entrada, mientras un par de entrenadores más serios discutían estrategias al fondo.
Una amable enfermera, vestida con un uniforme rojo, se acercó a ellos mientras guardaba algunos objetos en un estante cercano.
—¡Bienvenidos al Centro Pokémon! ¿En qué puedo ayudarlos? —preguntó con una sonrisa.
Blair asintió, sacando las Pokébolas de su cinturón.
—Nuestros Pokémon necesitan descansar. Hemos tenido un largo día de entrenamientos y batallas. ¿Podemos curarlos? —preguntó amablemente.
La enfermera asintió y tomó las Pokébolas de Fennekin, Ralts, Togepi, y Combusken.
—Por supuesto. Déjenlos en mis manos. Vuelvan en unos minutos y estarán completamente recuperados —dijo, llevándose las Pokébolas hacia la máquina curativa.
Viktor, que había estado observando a la enfermera y a los otros entrenadores, se sentó en una de las sillas cercanas, sacando una botella de agua. Ethan se unió a él mientras Blair se acercaba a la ventana del Centro, mirando el paisaje de Ciudad Shalour.
—Hoy ha sido un buen día, ¿no? —dijo Ethan, tomando un sorbo de su botella. —Combusken está evolucionando rápido, y todo el entrenamiento está valiendo la pena.
Viktor asintió, aún concentrado en los entrenadores que pasaban junto a ellos.
—Sí, lo está haciendo bien —respondió, sin mucho entusiasmo en su tono. —Pero aún hay mucho por hacer. Si seguimos así, podemos enfrentarnos a Korrina pronto, y ya saben, eso no será fácil.
Ethan sonrió, confiado.
—Lo sé. Pero no te preocupes. Si seguimos trabajando juntos, podemos ganar a cualquier gimnasio. Además, los entrenamientos con Combusken están siendo increíbles. ¡Este Pokémon va a ser imparable!
Mientras tanto, Blair permanecía cerca de la ventana, observando cómo la lluvia comenzaba a amainar. Su mente estaba ocupada, pensando en las exhibiciones a las que había asistido y las metas que aún tenía por delante. La idea de convertirse en la Reina de Kalos seguía siendo su mayor objetivo, pero también sentía que sus Pokémon merecían crecer con ella y brillar en la pantalla, como las grandes estrellas de las competiciones.
—Espero que mis Pokémon puedan brillar tanto como los de las exhibiciones —pensó en voz alta, aunque sin dirigirse a nadie en particular.
Viktor la miró, notando la seriedad de su tono.
—¿Qué pasa? —le preguntó, con un poco de curiosidad.
Blair giró hacia él, sonriendo.
—Nada, solo pensando en el futuro. Quiero que mis Pokémon se destaquen, como los que vi en las exhibiciones. Quiero que todos ellos brillen, no solo como luchadores, sino como estrellas.
Viktor levantó una ceja, intrigado.
—¿Estrellas? —repitió. —Eso suena a algo que solo una persona como tú diría.
Blair se encogió de hombros, sin darle demasiada importancia a la broma.
—Sí, bueno, esa es la idea. A veces me siento como si estuviera en una película, ¿sabes? Enfrentando a entrenadores poderosos, buscando el reconocimiento... Pero sé que todo eso solo tiene sentido si mis Pokémon están felices también.
Ethan, que escuchaba la conversación desde su asiento, asintió con una sonrisa.
—Tienes razón, Blair. No solo se trata de las victorias. También se trata de disfrutar el viaje y hacer que nuestros Pokémon estén orgullosos de su progreso.
La enfermera regresó con las Pokébolas y les entregó a cada uno la suya.
—Aquí están sus Pokémon. Están en perfectas condiciones para continuar su viaje.
Blair agradeció a la enfermera mientras guardaba sus Pokébolas en el cinturón. Sus Pokémon, ahora revitalizados, volvían a su lugar en su equipo, listos para el siguiente desafío.
—Gracias, de verdad —dijo Blair, sonriendo con gratitud.
Ethan también agradeció mientras levantaba su Pokébola.
—Este Centro Pokémon es increíble. Es un lugar perfecto para descansar y cuidar a nuestros compañeros.
Viktor, al ver que ya todos estaban listos para continuar, se levantó y comenzó a caminar hacia la puerta.
—Bueno, ya basta de descanso. ¡Vamos a seguir entrenando! —exclamó con entusiasmo. —El gimnasio de Korrina no se va a ganar solo.
Blair y Ethan se pusieron de pie rápidamente, seguidos por sus Pokémon. Todos estaban emocionados por lo que les esperaba al día siguiente. Tenían un largo camino por recorrer, pero el Centro Pokémon había dado al trío el respiro que necesitaban. Ahora, descansados y listos para continuar, su aventura los esperaba.
Mientras cruzaban la puerta del Centro Pokémon, el sol comenzaba a asomar entre las nubes, iluminando el camino que tenían por delante.
—¡Vamos equipo, a darlo todo! —exclamó Ethan, con una sonrisa decidida.
Y con eso, el trío salió del Centro Pokémon, ansiosos por enfrentarse a lo que venía en su camino.