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La derrota en la exhibición Pokémon de Pueblo Dendemille había dejado una sombra en el ánimo de Blair. Había puesto tanto esfuerzo y dedicación en su preparación, perfeccionando cada detalle, cada paso, cada combinación de movimientos, y aún así, algo había fallado. Mientras caminaba lentamente por los senderos tranquilos del pueblo, sentía el peso de la duda en sus hombros.

A su lado, Togepi daba pequeños saltos, intentando animarla con su alegría usual, mientras que Braixen caminaba con pasos cuidadosos, observándola con preocupación. Kirlia y Flabébé se mantenían cerca, cada una a su manera brindándole su apoyo silencioso.

Blair se sentó en un banco del parque, mirando el paisaje con una expresión pensativa. Los árboles se mecían con la brisa suave, el cielo estaba despejado, y el sonido de algunos entrenadores practicando en la distancia llenaba el aire. Normalmente, un lugar así la tranquilizaría, pero hoy, el escenario parecía solo aumentar su inquietud.

—¿Estoy haciendo lo correcto? —murmuró Blair, casi sin darse cuenta de que había hablado en voz alta.

Braixen inclinó la cabeza, sus ojos atentos en los de su entrenadora. Era como si entendiera la duda de Blair y quisiera ayudarla a encontrar una respuesta.

—Todo este tiempo pensé que quería ser Reina de Kalos… —continuó Blair, mirando a sus Pokémon con una sonrisa débil—. He soñado con ello desde que era niña, viendo a entrenadoras como Aria en las revistas, brillando con sus Pokémon. Pero… ahora, después de esta derrota, no sé si de verdad tengo lo que se necesita.

Kirlia se acercó un poco más, colocando una mano pequeña y suave en su pierna, como si le transmitiera apoyo y calidez. Blair sintió el contacto y le sonrió, agradecida.

—Es como si, al estar en el escenario, todo se volviera borroso. Veo a otros coordinadores y entrenadores que parecen tener una conexión tan… especial, y sus Pokémon brillan de una manera que no puedo explicar —admitió—. Pero conmigo, siento que aún no logro alcanzar ese nivel.

El viento sopló con un poco más de fuerza, haciendo que las hojas alrededor revolotearan, y Blair cerró los ojos, dejando que el sonido llenara sus pensamientos. Recordó la última exhibición: las luces, el entusiasmo de la audiencia, los nervios, y luego la decepción cuando los resultados no fueron como esperaba.

De repente, escuchó un suave murmuro a su lado. Abrió los ojos y vio a un anciano que había tomado asiento en el banco junto a ella. Era un hombre de aspecto amable, con un sombrero que cubría su cabello gris y una expresión tranquila en el rostro.

—Disculpa si interrumpo, jovencita —dijo el hombre con una voz calmada y sabia—, pero no pude evitar notar la tristeza en tu expresión. ¿Estás bien?

Blair dudó un momento, pero sintió que hablar podría ayudarla. Respiró hondo y le explicó lo que sentía, desde sus dudas hasta su amor por las exhibiciones, y cómo esta última derrota la había hecho cuestionarse todo.

El hombre asintió lentamente mientras escuchaba, y cuando Blair terminó, le sonrió amablemente.

—A veces, el camino que elegimos no es el camino que está destinado a ser nuestro —dijo el anciano—. Pero eso no significa que no puedas encontrar tu propio brillo. Tal vez estás demasiado enfocada en el éxito y no en disfrutar del viaje y de la relación con tus Pokémon.

Esas palabras hicieron eco en Blair. Miró a Togepi, Braixen, Kirlia y Flabébé, quienes la observaban con ojos llenos de cariño. Ellos siempre estaban a su lado, sin importar el resultado.

—Tu equipo está aquí para ti —continuó el anciano—. A veces, en la búsqueda de un sueño, olvidamos lo que realmente importa. Quizás, lo que necesitas no es demostrarle algo a alguien más, sino descubrir qué te hace feliz a ti y a tus Pokémon.

Blair sintió que una paz inusual comenzaba a reemplazar la tristeza en su pecho. Quizá había estado viendo las exhibiciones como un objetivo final, como si su valor dependiera de ello. Pero, al final, su relación con sus Pokémon era lo que realmente importaba, el amor y el apoyo que compartían.

—Gracias, señor —dijo Blair con una sonrisa genuina—. Sus palabras me han ayudado a ver las cosas de otra manera. Quizás solo debo concentrarme en disfrutar cada momento y en fortalecer la conexión que tengo con ellos.

El anciano le devolvió la sonrisa, antes de levantarse lentamente.

—Eso es, jovencita. A veces, cuando dejamos de preocuparnos tanto por el destino, el camino se vuelve más claro. Sigue adelante, y recuerda que tus Pokémon siempre serán tu mejor reflejo.

Blair observó cómo el anciano se alejaba, y se quedó pensativa un momento, sus palabras resonando en su mente. Con una nueva determinación, se levantó y miró a sus Pokémon.

—¿Qué les parece si empezamos de nuevo? —preguntó con una sonrisa, mirando a cada uno de ellos—. No se trata de ganar o perder, sino de disfrutar el viaje y de ver hasta dónde podemos llegar juntos.

Braixen aulló de alegría, mientras Kirlia giraba en un movimiento elegante, y Togepi y Flabébé la miraban con ojos llenos de cariño. Con sus corazones renovados, Blair y su equipo continuaron su caminata por Pueblo Dendemille, no con el objetivo de ser los mejores, sino con el simple deseo de disfrutar cada momento.

Mi Viaje Pokémon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora