El día estaba cálido y soleado, con una suave brisa que se colaba entre los árboles del parque. Las hojas verdes se movían suavemente, y el ambiente era perfecto para un descanso después de las intensas jornadas de investigación. Blair, Viktor y Ethan habían decidido hacer una pausa en su búsqueda de respuestas y disfrutar de un picnic al aire libre.
Habían encontrado un rincón tranquilo del parque, rodeado de flores y árboles que proporcionaban una sombra fresca. Extendieron una manta sobre el césped y colocaron una cesta llena de bocadillos. Mientras Ethan sacaba unas bebidas frías y Viktor acomodaba las Pokébolas, Blair se recostó en la manta, mirando al cielo azul y respirando profundamente. Era un momento de paz que necesitaba.
—¿Quién tiene hambre? —preguntó Ethan, abriendo una lata de refresco y ofreciéndosela a Viktor, quien estaba revisando las Pokébolas de sus Pokémon.
—Yo estoy bien por ahora —respondió Viktor con una sonrisa, aunque la mirada de sus Pokémon parecía decir otra cosa.
Froakie, Charmander y Chimchar, quienes estaban jugando cerca, lanzaban miradas de reojo a la comida. Sus estómagos rugían, pero nadie parecía dispuesto a darles un trozo. Viktor, notando la situación, lanzó un vistazo a los tres Pokémon.
—Si quieren algo, vengan a pedirlo —dijo Viktor con una sonrisa torcida, sin realmente esperar que algo sucediera. Pero, en ese preciso momento, un pequeño Gible apareció de entre los arbustos, corrió rápidamente hacia ellos y se lanzó directamente sobre las piernas de Viktor.
Viktor soltó una carcajada mientras el pequeño Gible, con sus enormes ojos brillantes, se acomodaba sobre sus piernas y comenzaba a robarle el pastel que tenía en las manos. Sin perder tiempo, Gible mordió un trozo del pastel y lo empezó a devorar con ansia, como si hubiera estado hambriento por días.
Froakie y Charmander, al ver a Gible con el pastel, se quedaron en silencio, observando al Pokémon con cierto desdén. Froakie se cruzó de brazos, mientras Charmander se recostaba en el césped, mirando con expresión de aburrimiento.
Chimchar, por otro lado, mostró una leve sonrisa, como si estuviera disfrutando del espectáculo, pero no quería ser el primero en dar su aprobación.
—¡Oye! —gritó Viktor, mirando al Gible que seguía comiendo el pastel con una calma desconcertante. —¡Eso no es para ti, pequeño!
Pero Gible no parecía prestarle atención. Sin vergüenza alguna, siguió devorando el pastel, sin preocuparse por las miradas de desaprobación de los demás Pokémon.
Ethan, que había estado observando la escena desde su lugar, no pudo evitar soltar una risa.
—Parece que a Gible le gustan tus pastelitos, Viktor —comentó, entretenido por la actitud descarada del pequeño Pokémon.
Viktor suspiró, resignado, pero sin perder su buen humor.
—Al menos está bien alimentado —respondió, mientras Gible, sin remordimientos, seguía comiéndose el pastel sobre sus piernas.
Blair se incorporó lentamente, observando la escena con una sonrisa divertida.
—Creo que Gible está pidiendo permiso para quedarse —dijo con tono ligero, mientras miraba cómo el Pokémon disfrutaba del pastel.
Viktor miró al pequeño Gible, quien ya había terminado una buena porción del pastel y ahora miraba a Viktor con sus grandes ojos, esperando más.
—¿Debería dejarlo? —preguntó Viktor, levantando una ceja.
Blair sonrió y le dio un pequeño empujón.
—Parece que ya ha tomado su decisión —comentó.
Ethan, mientras tanto, estaba de pie y organizando algunas cosas en la manta. Al ver cómo el pequeño Pokémon se había adueñado del pastel, se acercó para sacar más bocadillos, asegurándose de que Gible tuviera suficiente para comer.
—Supongo que este picnic no será tan tranquilo como pensábamos —dijo Ethan con una sonrisa.
En ese momento, Froakie, Charmander y Chimchar se acercaron un poco más, mirando a Gible con algo de celos. Charmander, aunque un poco reacio, caminó hacia el Gible y se sentó junto a él, observando el pastel con la esperanza de que sobrara algo. Froakie miró a su alrededor, como si estuviera decidiendo si intervenir o no, mientras Chimchar, con una pequeña sonrisa traviesa, se acercó también.
Blair, mirando cómo sus Pokémon comenzaban a unirse alrededor de Gible, decidió levantarse por completo y acercarse al grupo. Se sentó junto a Viktor, quien parecía disfrutar de la compañía del pequeño Pokémon.
—Parece que hemos formado una pequeña pandilla —comentó Blair, mirando a los cuatro Pokémon interactuar. Aunque sus personalidades eran diferentes, todos compartían un mismo objetivo en ese momento: conseguir un poco más de pastel.
—Sí, parece que Gible tiene una forma de ganarse el corazón de los Pokémon —respondió Viktor, observando cómo Gible, después de terminar el pastel, se acomodaba en sus piernas con una gran sonrisa de satisfacción.
Blair miró a Viktor, con un toque de sorpresa en su mirada.
—Nunca te había visto tan tranquilo con un Pokémon —comentó, divertida.
Viktor la miró de reojo, pero en lugar de su usual actitud arrogante, mostró una pequeña sonrisa.
—Supongo que Gible tiene algo… especial. Y no le voy a negar comida. Aunque no sé si esto es una buena idea, me gusta ver a los Pokémon felices —respondió, en un tono más suave del que Blair había esperado.
El grupo continuó disfrutando de la tarde en el parque, rodeado por la tranquila naturaleza y la compañía de sus Pokémon, quienes parecían haber formado una extraña pero efectiva alianza. Gible, ahora lleno, se acomodó plácidamente sobre las piernas de Viktor, mientras los otros Pokémon descansaban cerca, todos con una mirada de satisfacción en sus ojos.
El regreso al viaje
Aunque el picnic no había sido lo que originalmente esperaban, fue un descanso agradable. El ambiente relajado les permitió olvidarse por un momento de la búsqueda de respuestas sobre la piedra y la extraña conexión con Ralts. Sin embargo, sabían que el viaje debía continuar.
Cuando el sol comenzó a ponerse en el horizonte, el grupo recogió sus cosas y se preparó para continuar su aventura.
—Supongo que Gible ahora es parte del equipo —comentó Ethan mientras guardaba el resto de los bocadillos.
Viktor, al ver a Gible mirando con curiosidad a los otros Pokémon, asintió.
—Parece que sí. Aunque no sé si eso sea una buena idea o un desastre. Pero lo sabremos pronto —dijo, mientras Gible se acomodaba nuevamente sobre sus piernas.
Blair observó la escena con una ligera sonrisa. No importaba lo que el futuro trajera, sabía que estaba rodeada de buenos amigos y Pokémon leales, listos para afrontar lo que fuera que el camino les deparara.
—Al menos parece que la vida nunca es aburrida con todos ustedes —dijo, levantándose para continuar su viaje.
Juntos, caminaron hacia el atardecer, sin saber lo que les esperaba, pero con la seguridad de que, mientras estuvieran juntos, nada podría detenerlos.