Capítulo 18

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Capítulo 18

POV Karime

Me abrazo a Norris, sintiendo su cuerpo pequeño y frágil contra mi pecho. Sus ojitos, tan expresivos siempre, están cerrados, y su respiración es apenas un susurro. Paso mi mano con suavidad por su pelaje, ese mismo que tantas veces ha sido mi refugio en momentos de tristeza, de estrés, de soledad. No puedo creer lo que está pasando. No puedo aceptar que él, mi compañero de tantos años, esté en este estado.

—Norris, cariño, por favor, come un poquito —le susurró, acercándole un poco de comida. Mis manos tiemblan y apenas me sale la voz. Sé que tal vez no me pueda escuchar, pero quizá sienta el amor y la desesperación que estoy volcando en cada palabra—. Hazlo por mí... o por Valentina, que te adora. Por favor, come un poquito.

Pero Norris sigue sin reaccionar, sus ojitos permanecen cerrados, y su cuerpo parece aún más frágil bajo mi toque. Me duele hasta el alma verlo así, tan débil. Me siento impotente, atrapada en esta pesadilla en la que él no mejora y no puedo hacer nada por cambiarlo.

Las lágrimas se escapan sin pedir permiso, rodando por mis mejillas, cayendo sobre su pelaje. Intento limpiar mi rostro para no angustiarlo, aunque sé que apenas está consciente de lo que pasa a su alrededor. Lo abrazo más fuerte, recordando cuando llegó a mi vida, cuando era apenas un gatito que se metía en todos los rincones, travieso y lleno de vida. Pienso en todas las noches que se ha acurrucado a mi lado, brindándome una compañía que nadie más podía ofrecerme.

—¿Te acuerdas de cuando llegaste a casa, Norris? —susurro, mi voz rota mientras los recuerdos me inundan—. Eras tan pequeño, y yo estaba tan perdida... No sabía qué hacer con un gatito. Pero tú, tú te metiste en mi vida y me enseñaste a quererte, a necesitarte...

Acaricio su cabecita, tratando de que su mirada perdida se enfoque en mí. Pero no responde, y siento como si una parte de mi corazón se estuviera rompiendo en mil pedazos. Me acuerdo de Valentina y del amor inmenso que le tiene a Norris. Él ha sido su compañero de juegos, su refugio, su amigo incondicional. El vínculo entre ellos es tan especial que a veces me parece que Norris entiende a Valentina de una manera que yo misma no puedo. Y sé que, si algo llegara a pasarle, ella se destrozaría.

Valentina está con mi papá ahora. Al menos sé que está en buenas manos y no tiene idea de la situación. Pero... ¿Qué voy a decirle si las cosas empeoran? ¿Cómo voy a enfrentar esos ojos grandes y llenos de inocencia, explicándole que su mejor amigo ya no estará? Siento un nudo en el estómago solo de pensarlo.

Miro a Norris otra vez, y me siento abrumada por la culpa. Lo llevé al parque hace unos días, con Valentina, para que jugara un rato. Estaba tan feliz viéndolos disfrutar, a ella corriendo tras él y él dando saltos entre los arbustos. Pero ahora, con esta pesadilla encima, no puedo dejar de preguntarme si fue en ese momento cuando algo salió mal. ¿Y si comió algo que lo intoxicó y yo no lo vi? ¿Y si fue mi descuido lo que lo puso en este estado?

Mis lágrimas caen más fuerte al pensar en eso. No dejo de reprocharme, de pensar que todo esto es mi culpa. Si no lo hubiera llevado, si hubiera estado más atenta... tal vez no estaríamos aquí, y él estaría sano como siempre.

Acaricio su cabecita, sintiendo la suavidad de su pelaje y deseando que mis manos pudieran transmitirle algo de fuerza, algo de vida. Me acerco, susurrándole palabras que ni siquiera tienen sentido, frases de cariño, promesas de que vamos a superar esto juntos.

—Por favor, Norris... Quédate conmigo. No me dejes ahora, ¿sí? —mi voz es apenas un susurro ahogado, pero sigo hablándole, porque siento que si dejo de hacerlo, la realidad me aplastará—. No sé qué haría sin ti, ni cómo enfrentar este mundo sola. Eres mi compañero, mi niño, mi mejor amigo...

El Hilo del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora