Epílogo
POV Gala
La habitación del hotel estaba llena de risas y murmullos suaves mientras Karime terminaba de ajustarse los pendientes frente al espejo. Yo observaba cada movimiento suyo, absorta en la facilidad con la que aún podía robarme el aliento después de tantos años. Nos estábamos alistando para un momento que marcaba el cierre de un capítulo y el inicio de otro: la boda de Bama, mi pequeña sobrina estaba a punto de iniciar su familia.
El vestido de Karime, largo y color esmeralda, se ajustaba perfectamente a su figura. Era imposible no admirarla, pero también sentía una punzada de melancolía al darme cuenta de que el tiempo seguía su curso, llevándose consigo a la niña que una vez fue mi sobrina. Ahora, Bama estaba a punto de casarse, y yo apenas podía creerlo.
—¿Estás bien, amor? —preguntó Karime, girándose hacia mí.
Asentí, aunque mis ojos traicionaron la emoción que sentía. Me acerqué a ella y la envolví en un abrazo, buscando consuelo en su calidez.
—Es solo que... Bama se está casando. Parece que fue ayer cuando corría descalza en la casa de Beba, inventando canciones. —Solté una risita suave, recordando esos momentos.
Karime me acarició la espalda con ternura. —Es parte de la vida, Gala. Pero no te preocupes, aún estará cerca. Siempre lo estará.
Antes de que pudiera responder, la puerta de la habitación se abrió con un estruendo, y dos voces familiares gritaron al unísono:
—¡Mamá! ¡Mami!
Irene y Alberto, nuestros gemelos de cinco años, irrumpieron en la habitación con la energía desbordante que parecía acompañarlos a todas partes. Alberto llevaba puesto su traje, pero su corbata estaba torcida y sus cabellos revueltos, evidenciando que había estado haciendo travesuras.
—¡Irene, Alberto! ¿Qué les dije sobre mantenerse sin correr hasta después de la fiesta? —dije con mi mejor tono de mamá regañona, aunque una sonrisa inevitable se formaba en mis labios.
—¡Lo sentimos! —respondieron al unísono, aunque no parecían arrepentidos en lo absoluto. Corrieron hacia Karime, quien ya estaba agachándose para recibirlos en un abrazo.
—Mami Kari, ¿podemos ir a la alberca? —preguntó Irene, sus grandes ojos brillando con esperanza.
Karime lanzó una mirada rápida hacia mí, y ambas sabíamos lo que vendría.
—Pequeños, ya les dijimos que no. La fiesta es en menos de dos horas, y necesitamos que se mantengan limpios y listos —respondí, tratando de sonar firme.
—¡Pero prometemos no mojarnos tanto! —insistió Alberto, con esa sonrisa encantadora que siempre lograba debilitarme. Era tan parecido a mí que a veces sentía que estaba discutiendo con mi yo de cinco años.
Antes de que pudiera responder, Valentina apareció en la puerta. A sus quince años, mi hija mayor ya tenía esa mezcla perfecta entre elegancia y ternura que me hacía sentir profundamente orgullosa. Su cabello largo y oscuro estaba recogido en una trenza lateral, y llevaba un vestido azul cielo que resaltaba su belleza natural.
—Lo siento, mami, pero no pude evitar que estos dos diablillos se escaparan —dijo, encogiéndose de hombros con una sonrisa cómplice.
—Gracias por intentarlo, Vale —respondí con un guiño. Luego me volví hacia los gemelos, que ahora estaban encaramados en la cama del hotel—. Niños, ¿qué les parece si ven un poco de televisión mientras terminamos de alistarnos? Después de la boda, prometo que tendrán todo el tiempo del mundo para jugar.
Los gemelos, aunque con visibles gestos de resignación, aceptaron. Irene se acomodó a la derecha de Valentina, mientras que Alberto tomó el lado izquierdo. Verlos así, tranquilos por un momento, me hizo sonreír.
Karime se acercó y tomó mi mano, apretándola suavemente. —Míralos. Nuestra familia. ¿Quién lo hubiera imaginado hace diez años?
No respondí de inmediato. Me detuve a contemplar la escena: Valentina, mi hija mayor, con la paciencia de una hermana mayor cariñosa; Irene y Alberto, pequeños reflejos de nuestra unión y amor; y Karime, mi roca y compañera de vida. Mi corazón estaba tan lleno que sentía que podía estallar.
—Es más de lo que alguna vez soñé —le respondí finalmente, con la voz cargada de emoción.
Karime sonrió y me dio un beso rápido en la mejilla antes de volver a arreglar su cabello frente al espejo.
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El salón de bodas estaba decorado con un gusto impecable. Flores blancas y tonos dorados adornaban cada rincón, y las luces cálidas creaban una atmósfera mágica. Mientras los invitados tomaban sus asientos, mis ojos buscaron a Bama. Cuando finalmente la vi, me llevé una mano al pecho. Estaba radiante, con un vestido sencillo pero elegante, y una sonrisa que iluminaba todo a su alrededor.
Me acerqué a ella, sintiendo que las lágrimas amenazaban con volver.
—¿Cómo te sientes, pequeña? —le pregunté, aunque sabía que ya no era tan pequeña.
—Un poco nerviosa, pero feliz —respondió, apretando mis manos con las suyas.
—Estás hermosa. Estoy tan orgullosa de ti, Bama. No puedo creer que este día haya llegado.
Ella sonrió, y por un momento, pude ver a la niña que solía ser, aquella que me pedía que le enseñara a tocar la guitarra o que me robaba las zapatillas para jugar a ser una estrella de rock.
—Tía Gala, tú y Mami Kari son mi ejemplo. Espero tener un amor tan bonito como el suyo.
Esas palabras fueron suficientes para desatar las lágrimas que había estado conteniendo. La abracé con fuerza, sintiendo cómo el peso de los años se desvanecía en ese instante.
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La ceremonia fue hermosa, llena de risas, lágrimas y momentos que quedarán grabados para siempre. Pero fue durante la recepción cuando realmente me detuve a reflexionar sobre todo lo que habíamos construido. Desde mi lugar en la mesa principal, observaba a Karime bailando con Irene y Alberto, ambos riendo a carcajadas mientras trataban de seguir el ritmo. Valentina, mientras tanto, estaba charlando animadamente con algunos de los primos del esposo de Bama, mostrando esa confianza que tanto admiraba en ella.
Era en estos momentos, rodeada de mi familia, cuando realmente entendía lo afortunada que era. Había recorrido un largo camino para llegar aquí, y no cambiaría nada de ello.
Karime volvió a mi lado, ligeramente jadeante después de bailar con los gemelos.
—¿En qué piensas? —me preguntó, tomando un sorbo de su copa de vino.
—En nosotros. En todo lo que hemos pasado y en lo mucho que hemos ganado. —Le tomé la mano, entrelazando mis dedos con los suyos—. No sé cómo tuve tanta suerte.
Ella me miró con esa mezcla de amor y seguridad que siempre lograba hacerme sentir en casa.
—La suerte no tuvo nada que ver, Gala. Esto lo construimos juntas, con amor, paciencia y compromiso. Y todavía queda mucho por vivir.
La besé suavemente, ignorando a los curiosos que pudieran estar mirándonos. En ese momento, solo existíamos ella y yo, y nuestra hermosa familia.
Nuestra vida no era perfecta, pero era nuestra. Y eso era más que suficiente.
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El Hilo del Destino
Любовные романыLa casa de los famosos ha sido una experiencia llena de aprendizaje para Gala y Karime. Sin embargo, al salir del programa, descubren que sus fans han comenzado a "shipearlas", creando historias románticas sobre sus conexiones. Mientras la amistad f...