Capítulo 20

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Capítulo 20

POV Gala

El beso comienza a desvanecerse, y la realidad vuelve a golpearme con una fuerza abrumadora. Me aparto de Karime, de sus labios, de su calor, y una ola de pánico me invade al comprender lo que acabo de hacer. No planeaba esto. Venir aquí, ayudarla con Norris, mantener la distancia; ese era el plan. Pero ahora estoy aquí, con mi corazón latiendo fuera de control, y todos esos sentimientos que creía enterrados están otra vez en la superficie, ardiendo en mí como si nunca hubieran desaparecido.

—Gala... —Karime me llama suavemente, y al escuchar mi nombre en su voz siento un nudo en la garganta. Pero no puedo mirarla. Necesito espacio, aire. Me doy cuenta de que, a pesar de todo el dolor, a pesar de la traición, ella aún tiene un poder sobre mí que no puedo entender ni controlar.

—Me alegra que Norris esté bien —le digo, apartando la vista mientras trato de mantener la voz firme—. Pero... tengo que irme.

Karime se queda callada, y puedo ver el desconcierto en su mirada, la forma en que sus ojos tratan de comprender por qué me estoy alejando tan repentinamente. No quiero ver esa expresión, no quiero llevarme una imagen de ella viéndose así. Así que me obligo a dar la vuelta y dirigirme hacia la puerta sin mirar atrás. Cada paso que doy me duele, pero sé que si me quedo un segundo más, si le permito ver cuánto me afecta esto, no podré irme.

Salgo del departamento y cierro la puerta detrás de mí, tratando de reunir las fuerzas necesarias para mantener mi compostura. Al alzar la vista, me encuentro con mi hermana y el resto del grupo. Todos están aquí, esperando, con expresiones que van desde la preocupación hasta el alivio. Sin embargo, mis ojos apenas logran enfocarlos.

—¿Cómo está Norris? —pregunta mi hermana, la voz suave, como si supiera que estoy al borde de un colapso.

—Está bien —respondo, casi en un susurro—. Norris está fuera de peligro. Karime está más tranquila.

Veo el alivio reflejado en sus rostros. Micky asiente, y Beba suspira profundamente. Todos parecen relajarse, pero yo siento como si estuviera atrapada en una tormenta de emociones que no me permite pensar con claridad.

—Yo... necesito irme —digo, sin dar más explicaciones.

Antes de que alguien pueda detenerme o hacerme más preguntas, me doy la vuelta y bajo las escaleras rápidamente. Siento sus miradas sobre mí, la confusión en el ambiente, pero no puedo quedarme para explicarles nada. Necesito alejarme, encontrar un lugar donde pueda lidiar con lo que acaba de pasar sin la presión de tantas miradas.

Llego a mi camioneta y abro la puerta con manos temblorosas. Me subo, cierro de golpe, y por un momento me quedo ahí, con las manos aferradas al volante, intentando controlar mi respiración. Me siento invadida por una mezcla de enojo y tristeza, una combinación explosiva que hace que me cueste mantener la calma. No entiendo cómo, después de todo, sigo siendo tan débil ante ella.

Arranco el motor y salgo del estacionamiento, sin importarme demasiado hacia dónde me dirijo. Solo quiero poner distancia entre nosotras, dejar atrás este torbellino de emociones que ella despierta en mí. Mis manos siguen apretando el volante, y me doy cuenta de que estoy manejando de forma casi automática, sin pensar realmente en la ruta. Solo estoy buscando algo de paz, de control, en medio de todo este caos interno.

A medida que me acerco a mi casa, el enojo comienza a ganar terreno. Estoy furiosa, principalmente conmigo misma. ¿Cómo es posible que todavía tenga este efecto en mí? ¿Cómo puedo seguir enamorada de alguien que me traicionó, que destrozó la confianza que teníamos? Me siento débil, estúpida, por haber cedido tan fácilmente, por haber dejado que un simple beso me hiciera perder el control. No debería ser así. No debería ser tan fácil para ella volver a entrar en mi corazón.

El Hilo del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora