Capítulo 31

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Capítulo 31

POV Gala

Un zumbido suave y persistente me despierta. Todavía adormilada, busco mi celular a tientas y contesto, manteniendo la voz baja para no despertar a Karime, que duerme plácidamente a mi lado. Al otro lado de la línea escucho la voz de Beba, chispeante y burlona como siempre.

—¿Dónde estás? —me pregunta con su tono pícaro habitual.

—En casa de Karime —respondo en un susurro, intentando disimular el temblor en mi voz que delata más de lo que me gustaría. No puedo evitar la sonrisa que se me escapa al decirlo, como si fuera una adolescente confesando algo prohibido.

—¡Ay, hermana! —ríe Beba al otro lado, dejándome sin escapatoria—. Debí haberlo imaginado... Dormiste con la cuñada suprema, ¿verdad?

Siento cómo me arde el rostro y agradezco que Beba no pueda verme. La burla de mi hermana siempre tiene ese toque fraternal que es tan irritante como enternecedor, pero esta vez no me molesta. De algún modo, me siento feliz de que se haya enterado; mis sentimientos hacia Karime nunca han sido un secreto para ella.

—¿Y a qué debo esta llamada tan temprana? —le pregunto, tratando de desviar la conversación antes de que pueda seguir burlándose.

Su tono cambia de inmediato, se vuelve serio.

—Gala, quería darte un aviso. La noticia de que tienes una hija es tendencia en todas las redes sociales. Toda la prensa está hablando de eso, y... mamá ya se enteró. Está como loca llamándote; no ha dejado de preguntar dónde estás.

Mi corazón da un vuelco. Sé que mi madre estará al borde de un ataque, desesperada por obtener respuestas y, lo más probable, por mantener las apariencias. La idea de enfrentar su furia y sus reproches no es nada apetecible en este momento.

—Gracias por avisarme, Beba. No quiero regresar a mi departamento con todo esto en el aire. —Miro a Karime, quien sigue profundamente dormida a mi lado, y susurró—: Me quedaré aquí unos días. ¿Puedes traerme algo de ropa, por favor?

—Claro, ya me imaginaba que ibas a quedarte ahí —dice con complicidad—. Mejor evita ese drama por un par de días. Yo paso después y te dejo todo lo que necesites.

Sonrío, aliviada de tener a mi hermana de mi lado. Colgamos, y dejó el teléfono sobre la mesita de noche, sintiendo un peso menos. Me levanto de la cama con cuidado, intentando no hacer ruido, y salgo de la habitación.

Al llegar al pasillo, noto una luz tenue en el salón y, para mi sorpresa, encuentro a Valentina viendo televisión, abrazada a una manta y concentrada en la pantalla. Me acerco y me siento a su lado, acariciándole el cabello.

—¿Qué haces aquí solita tan temprano? —le preguntó en voz baja, observando sus grandes ojos curiosos.

—Me desperté... Quería ir a acostarme con mi mamá —me dice mientras me mira con timidez—. Pero abrí la puerta y vi que estaban dormidas juntas, y no quise interrumpirlas.

Sonrío, enternecida por su dulzura y la delicadeza con la que se cuida de no molestar.

—Mi niña, tú jamás interrumpirías. Siempre eres bienvenida con nosotras, ¿sabes? —le digo mientras la tomo en brazos, acurrucándola contra mi pecho.

Valentina me mira y asiente, aunque algo en su expresión me hace sentir que aún tiene algo en mente.

—Dianna no me dejaba entrar al cuarto cuando ella dormía —confiesa en un susurro. Hay una tristeza contenida en su voz, y un nudo se forma en mi garganta. Aprieto su pequeña mano, sintiendo la necesidad de hacerle saber que eso jamás se repetirá.

El Hilo del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora