Capítulo XXXV

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   Paul pasó de la frustración a la rabia en menos de una hora. Remojó la punta del roll de sushi en la salsa de soya y se lo llevó a la boca.

   Habíamos salido a cenar a un restaurante. En el trayecto Paul no había dejado de hablar del asunto y en lo incómodo que había sido para él verse a sí mismo gimiendo mientras tenía al frente la cara de sapo de la directora.

   —Es un hijo de puta. Cómo lo detesto... No sé por qué carajos tuve que hacerme amigo de él.

   Besé sus labios y sentí el sabor salado de la salsa.

   —Pero no deberías demostrarle enojo —le sugerí—. Lo hizo para molestarte, así que demuéstrale todo lo contrario.

   —Es lo que pensé... —Repentinamente soltó un bufido—. No debí haber grabado ese video, John.

   —Eso ya pasó, Paulie. Torturarte con ese pensamiento no hará que el video se borre, así que relájate.

   —Perdí mi trabajo. Es difícil que vuelvan a contratarme en alguna otra escuela...

   Sostuve la pajilla con mis labios y dio un sorbo de gaseosa de limón.

   —¿Y acaso la directora va a decírselo a todos los demás directores de colegios de primaria en Liverpool?

   —¡Por supuesto que no! Pero siempre llaman al anterior colegio para saber cómo te comportaste o por qué razones fuiste despedido o por qué te retiraste. Cuando eso pase la directora va hablar sobre el video... ¡y obviamente van a rechazar mi currículo!

   —¿Y por qué no intentas cómo mi secretario mientras consigues trabajo en otra escuela? De todos modos apartir del miércoles habrá una vacante.

   Paul se apresuró a mirarme a los ojos mientras detenía el roll de sushi que acercaba a su boca con ayuda de los palitos.

   Cerró su boca y frunció el ceño.

   —¿Es en serio?

   —Sí... —asentí mientras me llevaba un roll a la boca. Mastiqué, para luego mirarlo—. ¿Qué dices?

   De pronto esbozó una sonrisa amplia que logró disipar su mal genio en cuestión de segundos.

   —¡Sí, John! ¡Me gustaría trabajar contigo!

   Su reacción logró sorprenderme demasiado. Pensé que iba a refutarme o a negarse inmediatamente, pero en cuando solté la idea pareció encan‰°tarle.

   —¿De verdad? —y carcajeé.

   Paul asintió sin dejar de sonreír, llevandose a su boca otro roll de sushi.

   —¡Sí, me gustaría! ¡Ah, John, gracias!

   «¿Acaso Paul está sonriendo por el hecho de que vamos a estar más tiempo juntos o sólo son ideas mías?», pensé.

   Esbocé una sonrisa amplia y me incliné para besarle los labios con dulzura. Metí mi lengua dentro de su boca y logré robarle un trozo de arroz masticado con sabor a atún crudo.

   —¡John! —exclamó molesto—. ¡Basta de hacer esto!

   —Es que sabe rico, mi amor.

   Rodó los ojos con fastidio, y de pronto, cómo olvidándose de aquello, me miró con una sonrisa entusiasta.

   —¿De verdad vas a permitirme ocupar el puesto de tu asistente?

   —Sí, Paulie —asentí, pasando mi mano por sus hombros y dejando un beso en su mejilla—. Sé que necesitas el trabajo. Y es la única forma que tengo para ayudarte.

Once in a Lifetime ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora