✧Chapter 1✧

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Lucifer regresó tiempo después al falso Edén, al no poder soportar no ver a Adam, el refugio que había construido con esmero para simular la paz y la perfección de tiempos pasados. Pero mientras contemplaba el escenario, una tristeza profunda lo embargó. Cada hoja, cada flor, cada vibración del lugar eran meras sombras de lo que alguna vez significaron. Todo le recordaba el vacío en el que Adam se hallaba atrapado, un cascarón sin alma ni chispa, carente de la vida que Lucifer tanto anhelaba ver en él nuevamente.

Frustrado, decidió cambiar de estrategia. Quizás un entorno diferente despertaría alguna reacción en Adam, algún recuerdo o emoción. Tomó su mano con una gentileza que contrastaba con su desesperación oculta y lo guió hacia su castillo. Adam lo siguió en silencio, sus ojos ausentes y su expresión impasible, como si el viaje fuera una simple formalidad sin significado para él. Sin embargo, Lucifer percibió una leve diferencia. En el castillo, rodeado de sus muros de piedra y vastos pasillos adornados, Adam parecía... tranquilo. Había una serenidad en su movimiento, como si, de alguna forma, el lugar resonara en lo profundo de él.

A medida que caminaban por los pasillos iluminados por candelabros dorados, Lucifer observaba cada pequeña reacción, cada detalle en el rostro de Adam. Cuando pasaron junto a una pintura antigua en la que él aparecía junto a una figura femenina con ojos penetrantes, Adam se detuvo de repente. Su mirada se fijó en la pintura, y un destello de incomodidad atravesó sus ojos, como un eco de algo olvidado. Lentamente, alzó su mano y, con una mezcla de confusión y vulnerabilidad, se aferró a la chaqueta de Lucifer.

Lucifer se congeló, sorprendido por el contacto. El roce de los dedos de Adam contra su pecho fue un rayo de esperanza en la oscura tormenta de sus pensamientos. Con suavidad, colocó su mano sobre la de Adam, permitiendo que una débil sonrisa se formara en sus labios. ¿Era esto... un indicio de que algo quedaba dentro de él? ¿Un rastro de la conexión que habían compartido alguna vez?

-¿La conoces? -murmuró Lucifer, intentando no romper el momento. Hablaba en un tono tan bajo que apenas era audible, pero en su voz había una mezcla de anhelo y vulnerabilidad. Adam parpadeó, su mirada vagando entre la pintura y los ojos de Lucifer, aunque no respondió. Su expresión volvió a suavizarse hasta su habitual neutralidad, y Lucifer sintió cómo esa chispa se desvanecía, dejándolo con un vacío amargo.

En los días que siguieron, Lucifer intentó de todo para provocar otra reacción en Adam. Lo llevó a diferentes lugares del castillo, le habló sobre la vida, la belleza, los placeres simples. Intentaba cualquier cosa que se le ocurriera, desde historias triviales hasta recuerdos cuidadosamente seleccionados de tiempos felices. Describía el sabor de los vinos más exquisitos, los colores de los atardeceres más profundos y hasta compartía anécdotas de sus propios pasatiempos. Pero Adam no reaccionaba; sus ojos seguían siendo opacos, su alma, ausente.

Con el tiempo, la desesperación comenzó a mostrar sus grietas en la fachada de Lucifer. En momentos de soledad, su mente se llenaba de dudas, y pensamientos sombríos lo atacaban sin piedad. En sus noches en vela, mientras caminaba por los corredores vacíos, se preguntaba si su esfuerzo no sería más que una cruel burla del destino, un castigo eterno que le impedía dejar ir el recuerdo de su amado. Si aquel ser que tanto amaba estaba condenado a ser sólo una sombra para siempre, Lucifer no sabía cuánto más podría soportar.

Finalmente, una noche, incapaz de contener su frustración y agotamiento, Lucifer decidió intentar algo diferente. Llevó a Adam a su habitación, un lugar al que nadie, salvo él, tenía acceso. Era un espacio que contenía no solo sus recuerdos y sus posesiones, sino también los fragmentos de una vida llena de luchas, de sueños y pérdidas. Al abrir la puerta, hizo una pausa, como si estuviera exponiendo la parte más vulnerable de su ser.

-Quizás aquí... quizás en este lugar, encontrarás algo... -susurró Lucifer, más para sí mismo que para Adam. Luego, lo dejó allí, cerrando la puerta con una mezcla de esperanza y resignación.

Adam observó la habitación con curiosidad. Había una calidez extraña en ese espacio, una esencia que él no podía comprender, pero que de alguna manera lo atraía. Sus ojos recorrieron cada rincón, capturando detalles de las paredes adornadas con recuerdos de otra época. Pero algo en particular llamó su atención: una montaña de patos de goma en una esquina de la habitación. Su mirada se suavizó, y sus dedos, temblorosos, alcanzaron uno de los patos. Al apretarlo, un suave sonido chillón rompió el silencio, y algo en su interior reaccionó.

Adam parpadeó, observando al patito con una expresión que casi parecía... alegre. Lentamente, una pequeña sonrisa se formó en sus labios. Se llevó el patito a la cama, abrazándolo contra su pecho, y, por primera vez, cerró los ojos con una paz que no había sentido en mucho tiempo. Lucifer, observando desde la puerta entreabierta, sintió cómo su corazón se llenaba de una mezcla de alivio y tristeza. No era el reencuentro que soñaba, pero era un comienzo, aunque fuera pequeño y frágil.

En el silencio de la noche, el cuarto quedó envuelto en una quietud profunda. Adam, con el patito de goma en sus brazos, durmió finalmente en paz, mientras Lucifer se quedó allí, observando, con la esperanza de que, en algún momento, aquel cascarón roto empezara a mostrar los primeros signos de vida.

𝙴𝚕 𝙹𝚊𝚛𝚍í𝚗 𝚍𝚎 𝚕𝚊𝚜 𝙰𝚕𝚖𝚊𝚜 𝙿𝚎𝚛𝚍𝚒𝚍𝚊𝚜  [AdamsApple]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora