Lucifer no durmió esa noche.
No podía.
Había pasado horas sentado en la misma silla, con las manos entrelazadas y los ojos fijos en el suelo. Cada respiración era una punzada. Cada silencio, una condena.
Sabía que no debía volver a la habitación de Adam, pero algo en él se negaba a escuchar razones.
No buscaba contacto. Ni palabras. Solo asegurarse de que Adam seguía vivo.
Solo eso.
Cuando el primer resplandor rojizo del amanecer cruzó el pasillo, Lucifer se levantó. Caminó sin ruido, con el paso arrastrado de quien lleva demasiado peso encima. Al llegar frente a la puerta, se detuvo.
No planeaba tocarla.
Solo pasar.
Solo mirar, aunque fuera un instante.
Pero antes de que pudiera dar un paso más, la manilla giró desde adentro.
La puerta se abrió de golpe.
Adam estaba allí.
Pálido, con los ojos hundidos, el cabello revuelto y la respiración irregular.
Sus pupilas doradas se clavaron en las de Lucifer.
Por un momento, ninguno de los dos dijo nada. El aire se volvió espeso, casi sólido.
Lucifer dio un paso atrás, sorprendido, pero no intentó hablar.
Adam sí.
—¿Qué demonios haces aquí? —preguntó con un tono tan seco que dolía más que un grito.
Lucifer bajó la mirada.
—Solo... quería ver cómo estabas.
Adam soltó una risa amarga.
No era divertida. Sonaba como un desgarro.
—¿Ver cómo estoy? —repitió, avanzando un paso—. ¿Después de todo lo que dijiste anoche, después de siglos de mentiras y manipulación, vienes a "ver cómo estoy"?
Lucifer abrió la boca, pero no alcanzó a responder.
Adam levantó la voz, el tono cada vez más afilado.
—¿Te escuchas? ¿Te das cuenta de lo patético que suena eso?
Lucifer permaneció quieto.
Podía sentir la rabia de Adam, como una corriente eléctrica en el aire. No era descontrolada, era fría. Calculada. Y eso lo hacía más peligrosa.
—No sé qué esperas lograr viniendo aquí —continuó Adam—. ¿Redención? ¿Perdón? ¿Un poco de alivio para tu culpa? —Sus ojos brillaron de furia—. No vas a encontrar nada de eso.
Lucifer bajó la cabeza.
—No espero nada.
—Mentira. —Adam lo interrumpió de inmediato—. Siempre esperas algo. Siempre. Aunque no lo admitas.
Dio un paso más, reduciendo la distancia entre ambos. Su voz seguía firme, pero cargada de veneno.
—¿Sabes qué es lo peor de ti? Que incluso cuando te arrastras, sigues haciéndolo por ti mismo. No por mí. Tu arrepentimiento no es por lo que me hiciste, es porque no soportas verte como el monstruo que realmente eres.
Lucifer apretó los puños. No levantó la vista.
Adam lo miró con desprecio.
—¿Por qué no desapareces? ¿Por qué no haces algo útil por una vez en tu existencia y simplemente dejas de intentar arreglar lo que tú mismo destruiste?
—Porque... —Lucifer respiró hondo—. Porque no quiero que sigas viéndote como algo que no eres.
Adam soltó una carcajada incrédula.
—¿Ahora también vas a decirme cómo debería verme? —Su tono se quebró ligeramente, pero lo disimuló al instante—. Deja de jugar a ser el mártir, Lucifer. Ya no te queda ese papel.
Lucifer dio un paso atrás, buscando aire.
—No estoy jugando. Solo quiero—
—¡Basta! —interrumpió Adam, gritando por primera vez.
El sonido resonó por todo el pasillo.
Lucifer se quedó quieto.
Adam temblaba. No por miedo, sino por la rabia contenida que le subía desde el pecho como una marea imparable.
—¿Quieres saber lo que quiero? —dijo, entre dientes—. Quiero que dejes de mirarme. Quiero que dejes de hablarme. Quiero que dejes de existir en el mismo espacio que yo.
Lucifer respiró lento, conteniendo las lágrimas.
—Lo entiendo.
—No, no lo entiendes. —Adam se acercó más, tan cerca que Lucifer pudo sentir el calor de su aliento—. Si lo entendieras, no estarías aquí. No seguirías fingiendo que tus disculpas valen algo.
Su voz bajó de tono, pero se volvió más peligrosa.
—Tu arrepentimiento no vale nada. Llegó siglos tarde.
Lucifer cerró los ojos.
Esa frase cayó como un golpe seco. No había odio en su tono, solo certeza. Y eso dolía más.
Por un instante, ninguno de los dos habló. Solo se escuchaba la respiración agitada de Adam y el sonido leve del fuego en los pasillos del castillo.
Lucifer levantó lentamente la cabeza, con los ojos rojos, pero sin lágrimas.
No intentó defenderse.
No podía.
Adam lo observó un momento más. La ira lo mantenía firme, pero debajo de ella había algo más: cansancio.
Aun así, no iba a mostrarlo.
—No me hables —dijo finalmente—. No me busques. No me mires. —Cada palabra era una orden, una sentencia.
Lucifer asintió con lentitud.
No discutió.
Adam esperó una respuesta que no llegó. Y eso lo enfureció más.
—¿Nada? ¿Ni siquiera una excusa esta vez?
Lucifer habló con la voz baja, quebrada:
—No tengo nada más que decir.
Adam apretó los dientes, frustrado.
—Entonces lárgate.
Lucifer asintió otra vez. Dio un paso hacia atrás, pero no se movió del todo.
Su mirada se detuvo un segundo en Adam, y luego se apartó.
Sin palabras, se giró y comenzó a caminar por el pasillo.
Adam se quedó en el marco de la puerta, respirando con dificultad.
Lo observó alejarse. La figura de Lucifer se hacía más pequeña, más débil, más... vacía.
Por un momento, una parte mínima de él sintió algo que no quiso reconocer.
Lo aplastó al instante.
Cerró la puerta con fuerza.
El golpe retumbó en todo el pasillo.
Lucifer se detuvo al escucharlo, sin darse vuelta.
Apoyó una mano en la pared, intentando respirar.
Las palabras de Adam seguían ahí, repitiéndose como una herida abierta:
Tu arrepentimiento no vale nada. Llegó siglos tarde.
No lloró. No gritó.
Solo se quedó quieto, con la cabeza gacha, mientras el aire del infierno ardía alrededor suyo.
Sabía que merecía cada palabra.
Sabía que no podía pedir nada más.
Y sin embargo, la sensación de vacío fue tan fuerte que por primera vez en milenios, Lucifer se sintió realmente mortal.
Adam, dentro de la habitación, se dejó caer contra la puerta. Se cubrió el rostro con las manos, respirando con dificultad.
No sabía si se sentía mejor o peor.
Solo sabía que todavía lo odiaba.
Y que ese odio era lo único que lo mantenía en pie.
Lucifer siguió caminando por el pasillo hasta perderse entre las sombras.
Cada paso sonaba más lento, más pesado, más distante.
Cuando el eco de sus pasos desapareció, el castillo entero pareció exhalar.
El silencio volvió, más grande que antes.
Y por primera vez, ninguno de los dos supo qué hacer con él.
ESTÁS LEYENDO
𝙴𝚕 𝙹𝚊𝚛𝚍í𝚗 𝚍𝚎 𝚕𝚊𝚜 𝙰𝚕𝚖𝚊𝚜 𝙿𝚎𝚛𝚍𝚒𝚍𝚊𝚜 [AdamsApple]
FanfictionTras la muerte de Adam en el último exterminio, Lucifer, incapaz de aceptar su pérdida, reconstruye su cuerpo pieza por pieza, creando una versión de Adam que respira pero carece de la chispa y el espíritu del original. A medida que Lucifer intenta...
![𝙴𝚕 𝙹𝚊𝚛𝚍í𝚗 𝚍𝚎 𝚕𝚊𝚜 𝙰𝚕𝚖𝚊𝚜 𝙿𝚎𝚛𝚍𝚒𝚍𝚊𝚜 [AdamsApple]](https://img.wattpad.com/cover/384390378-64-k245126.jpg)