✧Chapter 2✧

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Lucifer se encontraba de pie en la penumbra de su estudio, la mirada fija en un punto indeterminado de la habitación. La duda comenzaba a instalarse en su corazón, carcomiéndolo con cada segundo que pasaba en esa interminable quietud. ¿Era este Adam realmente el hombre que alguna vez amó, el ser humano que le había robado la paz y le había entregado un propósito en el Edén? Antes de que, su mente se bloqueo, Los recuerdos parecían volverse difusos, como si el tiempo intentara borrar lo que una vez fue. ¿Y si esta versión de Adam jamás podría ser completa, y si jamás podría recordar?

Pero a pesar de su incertidumbre, Lucifer se aferró a los recuerdos que aún permanecían grabados en su mente, como piedras preciosas enterradas en el barro de su culpa. Recordó los días en el Edén, cuando todo era un juego de miradas y risas compartidas. A veces, solo bastaba una sonrisa de Adam para iluminar el mundo de Lucifer, para hacerle sentir que la eternidad podía ser un regalo y no una condena. Recordó también el tacto suave de sus manos, y la calidez de sus palabras, que parecían siempre dirigidas a tocar la parte más profunda de su ser. La memoria de aquellos momentos dulces era lo único que le impedía renunciar del todo. No pasaba noche en la que Lucifer no reprimiera el dolor y el arrepentimiento por la decisión que los separó, la acción que desencadenó la caída y que marcó para siempre sus destinos.

Pero ahora, con Adam sumido en una apatía insondable, Lucifer se preguntaba si el precio de aquella decisión había sido demasiado alto. Aunque el Adam que había ante él parecía estar a su lado, sentía que lo había perdido mucho tiempo atrás. Sin embargo, una chispa de esperanza se negaba a extinguirse. Lucifer decidió, casi de manera obstinada, aferrarse a la idea de que, en algún rincón escondido de su ser, Adam aún guardaba fragmentos de su antiguo yo, ecos de lo que compartieron.

Los días continuaron su curso, cada uno más tedioso que el anterior, pero con una pequeña variación: Charlie, su hija, había comenzado a notar cambios en su comportamiento. Siempre había tenido una habilidad especial para leer a su padre, para intuir sus emociones, incluso aquellas que él intentaba ocultar. Una tarde, mientras Lucifer vagaba distraído por uno de los jardines, Charlie se le acercó con la mirada llena de preocupación.

-Papá, ¿te sucede algo? Has estado... diferente últimamente -preguntó con dulzura, su voz teñida de curiosidad y algo de aprehensión.

Lucifer se detuvo, mirando hacia el horizonte, buscando una respuesta que no revelara más de lo necesario. No quería preocuparla ni involucrarla en sus asuntos personales, especialmente no en algo tan delicado como Adam. Respiró hondo y esbozó una pequeña sonrisa, intentando parecer despreocupado.

-No es nada, Char-Char. Solo... He Estado muy cansado-respondió evasivamente.

Charlie, sin embargo, no parecía convencida. Con los brazos cruzados, lo observó fijamente, como si intentara ver a través de las barreras que su padre había construido. Pero Lucifer mantuvo su compostura, desvió la mirada y cambió de tema, hablándole sobre asuntos triviales de su trabajo como rey, que eran absoluta mentira, intentando desviar su atención. Después de unos minutos, Charlie finalmente cedió, aunque su intuición le decía que su padre ocultaba algo más profundo.

Esa noche, cuando el castillo estaba en silencio, Lucifer decidió pasar un tiempo junto a Adam. Encontrarlo era fácil, siempre estaba en el mismo lugar, perdido en algún rincón, absorto en su propio vacío. Lucifer se sentó a su lado, en una sala decorada con recuerdos del pasado, y sin mucha expectativa, comenzó a hablarle de aquellos tiempos felices en el Edén, de cómo solían pasar horas bajo los árboles, compartiendo sus pensamientos y risas. Habló de las estrellas que observaban juntos, de los paseos entre flores y las conversaciones que parecían no tener fin.

-¿Recuerdas cuando solíamos correr descalzos, sintiendo la hierba bajo nuestros pies? -susurró Lucifer, en un intento por evocar alguna reacción en Adam.

Para su sorpresa, Adam pareció reaccionar. Fue un destello fugaz, apenas un brillo en sus ojos, una chispa tan pequeña que Lucifer se preguntó si no lo había imaginado. Pero allí estaba: una ligera expresión de curiosidad, como si las palabras de Lucifer hubieran tocado una fibra escondida en lo más profundo de su ser.

Lucifer sintió su corazón acelerarse. Aquel mínimo atisbo de emoción era suficiente para reavivar la esperanza que casi había perdido. Quizás, después de todo, ese hombre que una vez amó seguía allí, enterrado bajo capas de olvido y apatía. Quizás, con el tiempo y la paciencia, podría ayudarlo a recordar, a romper el cascarón que lo mantenía prisionero.

Con una nueva determinación, Lucifer acarició suavemente la mano de Adam, permitiéndose un susurro cargado de promesas.

-No te dejaré ir, Adam. No importa cuánto tiempo tome... te haré recordar.

En la oscuridad de la habitación, ese pequeño destello en los ojos de Adam era la única luz que Lucifer necesitaba para aferrarse a su fe renovada.

𝙴𝚕 𝙹𝚊𝚛𝚍í𝚗 𝚍𝚎 𝚕𝚊𝚜 𝙰𝚕𝚖𝚊𝚜 𝙿𝚎𝚛𝚍𝚒𝚍𝚊𝚜  [AdamsApple]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora