Desde aquella cena, Adam había estado raro. Los progresos que tanto esfuerzo le habían costado parecían haberse desvanecido como humo, y la chispa de curiosidad que solía brillar en sus ojos ahora era opacada por un velo de inquietud. Lucifer, siempre perceptivo, notó el cambio de inmediato. Pasaba largos ratos observándolo desde las sombras, apretando sus manos una contra otra en un gesto de ansiedad inusual para alguien de su porte. Por supuesto, tenía sus teorías. Quizás Adam simplemente estaba cansado, quizás había tenido una mala experiencia con uno de los demonios sirvientes o... tal vez, y esta era la idea que más lo aterrorizaba, Adam estaba comenzando a recordar.
—No puede ser —murmuraba Lucifer para sí mismo mientras caminaba de un lado a otro en su estudio, su cola había salido de la ansiedad moviéndose ligeramente con cada paso. Intentaba convencerse de que, si Adam estaba recuperando recuerdos, seguramente serían solo momentos felices, destellos fugaces de su vida humana. Pero en el fondo de su ser, una parte de él sabía que no podía controlar qué fragmentos regresarían primero. Y si esos fragmentos eran los equivocados...
Lucifer sacudió la cabeza y trató de calmarse. No servía de nada adelantarse a los acontecimientos. Adam había mostrado avances, pequeños pero significativos, y todo indicaba que aún le quedaba un largo camino por recorrer antes de recuperar su memoria completa. Con ese pensamiento como ancla, se obligó a salir del estudio y buscar a Adam para asegurarse de que todo estuviera bien.
Sin embargo, cuando lo encontró, su corazón se hundió.
Adam estaba frente a uno de los espejos antiguos de la mansión, aquellos que Lucifer había ordenado cubrir precisamente para evitar situaciones como esta. Su mano temblorosa recorría la superficie fría del vidrio, mientras sus ojos se clavaban en su reflejo con una mezcla de incredulidad y horror. A simple vista, cualquiera podría haber pensado que Adam simplemente estaba sorprendido por su apariencia. Pero Lucifer sabía leerlo mejor que nadie. Había algo mucho más profundo ocurriendo en su mente.
—Adam... —llamó Lucifer con suavidad, cuidando que su tono no delatara el nerviosismo que comenzaba a apoderarse de él.
Pero Adam no respondió. Sus dedos se detuvieron sobre una cicatriz profunda que cruzaba su mejilla derecha, y un temblor incontrolable recorrió su cuerpo. Entonces, comenzó a murmurar.
—Dolor... tanto dolor... ¿Por qué? ¿Por qué me duele tanto recordarlo?—
Lucifer dio un paso hacia él, pero antes de que pudiera acercarse lo suficiente, Adam giró la cabeza hacia él con una expresión que nunca antes había visto en su rostro. Era una mezcla de miedo, traición y furia, una mueca tan visceral que incluso el rey del Infierno sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—Fuiste tú —escupió Adam, dando un paso hacia atrás como si quisiera poner distancia entre ambos—. Fuiste tú quien lo hizo. ¡Tú me convertiste en esto!
Lucifer alzó las manos en un gesto de calma, intentando acercarse con cautela.
—Adam, escúchame. No quería que sufrieras, lo hice para...
—¡No te atrevas a justificarlo! ¡Me traicionaste! ¡Me convertiste en un monstruo! ¿Qué te dió el derecho?—
La voz de Adam subía de tono, y su respiración se volvía errática. Sus manos temblaban tanto que parecía que en cualquier momento se romperían. Lucifer sintió cómo la situación se escapaba de su control. Sabía que Adam no estaba en condiciones de razonar, pero también sabía que no podía simplemente callarse y dejar que todo explotara.
De pronto, Adam llevó ambas manos a su cabeza y soltó un grito desgarrador. Su cuerpo comenzó a sacudirse, como si estuviera siendo consumido por una energía invisible. Entonces, lo inevitable ocurrió.
De sus ojos, boca y frente comenzó a brotar sangre, un flujo oscuro y constante que pronto manchó su ropa y el suelo bajo él. Lucifer se lanzó hacia adelante justo a tiempo para atraparlo antes de que su cuerpo cayera como un peso muerto. Lo sostenió con fuerza, ignorando la sangre que ahora manchaba sus propias manos, y lo miró con una mezcla de desesperación y culpa.
—Adam, por favor... no me hagas esto... —susurró Lucifer, aunque sabía que Adam ya no podía oírlo.
En ese momento, un grito ahogado hizo que ambos giraran la cabeza. Charlie estaba en la puerta, sus manos cubriendo su boca mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. La visión de su padre sosteniendo a Adam en un charco de sangre era algo que jamás había esperado presenciar. Pero más allá del terror, había algo más en su expresión: una comprensión silenciosa de que este era el comienzo de algo mucho más grande.
Las últimas palabras de Adam resonaron en la habitación, como un eco que se negaba a desaparecer:
—¿Por qué tú...?
Lucifer no pudo responder. Todo lo que podía hacer era sostener a Adam contra su pecho, mientras el peso de sus propios pecados caía sobre él como una losa imposible de cargar.
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𝙴𝚕 𝙹𝚊𝚛𝚍í𝚗 𝚍𝚎 𝚕𝚊𝚜 𝙰𝚕𝚖𝚊𝚜 𝙿𝚎𝚛𝚍𝚒𝚍𝚊𝚜 [AdamsApple]
FanfictionTras la muerte de Adam en el último exterminio, Lucifer, incapaz de aceptar su pérdida, reconstruye su cuerpo pieza por pieza, creando una versión de Adam que respira pero carece de la chispa y el espíritu del original. A medida que Lucifer intenta...
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