✦Chapter 20✦

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Después de días en una profunda inconsciencia, el aire en la habitación se sentía pesado, cargado de una tensión que ni siquiera el tiempo parecía capaz de disipar. Lucifer estaba sentado al borde de la cama, sus codos apoyados en las rodillas y sus manos entrelazadas, como si estuviera rezando, aunque hacía milenios que había renunciado a cualquier fe. Frente a él, Adam yacía inmóvil, su rostro tranquilo solo en apariencia, como si su mente aún estuviera atrapada en algún lugar entre la vigilia y el abismo.

De repente, un suave movimiento interrumpió el silencio. Los dedos de Adam temblaron ligeramente, y un suspiro entrecortado escapó de sus labios. Lucifer levantó la vista de inmediato, su corazón acelerándose al verlo parpadear lentamente.

Adam abrió lentamente los ojos. Al principio, su mirada estaba vacía, como si todavía estuviera atrapado en un sueño del que no podía escapar. Pero en cuestión de segundos, esa vacuidad fue reemplazada por algo mucho más desgarrador: ira y dolor.

—¿Cómo pudiste...? —La voz de Adam era apenas un murmullo, rota y cargada de una acusación tan afilada que Lucifer sintió que lo atravesaba como una daga.

Lucifer abrió la boca, pero las palabras no salieron. No había justificación suficiente, lo sabía. Había pasado incontables noches ensayando qué decir cuando este momento llegara, pero nada parecía adecuado.

—Adam... —murmuró finalmente, intentando que su voz sonara calmada, pero el temblor en ella lo traicionó.

Adam trató de incorporarse, pero su cuerpo no estaba listo. Apenas logró levantar la cabeza antes de que un mareo lo obligara a volver a recostarse. Su frustración era evidente; apretó los puños con fuerza, clavando las uñas en sus palmas hasta que los nudillos se pusieron blancos.

—¡N-No me toques! ¡No me toques! —gritó cuando Lucifer se acercó para ayudarlo. El sonido resonó como una daga en el pecho del demonio. Su tono era áspero, pero su voz aún débil.

Lucifer retrocedió, su expresión endureciéndose, no por enojo, sino como una máscara para ocultar la marea de emociones que amenazaba con derrumbarlo. Pero antes de que pudiera decir algo más, Charlie entró apresuradamente a la habitación, atraída por el sonido de la voz de Adam.

—¡Adam! —exclamó con alivio al verlo despierto. Su rostro estaba iluminado por una sonrisa, aunque esta se desvaneció ligeramente al captar la tensión en la habitación. Miró a su padre, y luego a Adam, evaluando la situación rápidamente.

Adam giró la cabeza hacia ella, y su expresión cambió. Aunque su mirada seguía llena de dolor, había algo más al mirar a Charlie: una chispa de confianza. No era la misma mezcla de odio y resentimiento que dirigía hacia Lucifer.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Adam, su tono mucho más suave. No era una pregunta hostil, sino confusa.

—Estoy aquí para ayudarte, Adam —respondió Charlie con sinceridad, sentándose en una silla al otro lado de la cama. Extendió una mano hacia él, pero no insistió cuando Adam no la tomó. —Por favor, solo... escúchanos.

Adam soltó una risa amarga, aunque su cuerpo estaba demasiado débil para hacerla sonar más que un susurro.

—¿Escucharlos? ¿A él? —Señaló débilmente a Lucifer, que seguía inmóvil como una estatua, aunque sus ojos estaban fijos en Adam, llenos de una mezcla de arrepentimiento y desesperación. —¿Por qué debería? Todo lo que hace es manipular. Convertirme en esto... ¡Me convirtió en esto! ¡En un monstruo! ¡No soy más que un cadáver al que le dio una segunda oportunidad que nunca pedí! —Hizo un gesto vago hacia su cuerpo, lleno de cicatrices y marcas que le recordaban cada instante de su "renacimiento".

Charlie negó con la cabeza, sus ojos brillando con una mezcla de empatía y determinación.

—No estoy pidiendo que lo perdones. Sé que esto es... mucho. Pero por favor, no te hagas más daño cerrándote. No estás solo, Adam.

Adam apartó la mirada, sus labios apretados en una línea delgada, sus ojos llenos de lágrimas que luchaban por  no caer. Estaba claro que estaba debatiéndose internamente. Quería aferrarse a su ira, a su dolor, porque eran las únicas cosas que le daban sentido a lo que sentía. Pero esa estúpida niña arcoiris está ahí, algo que le recordaba que no todo estaba perdido.

Lucifer, que había permanecido en silencio todo este tiempo, finalmente se atrevió a hablar. Su voz era baja, casi un susurro.

—No tienes que confiar en mí, Adam. Ni siquiera tienes que perdonarme. Pero sí quiero que sepas que... nunca quise que esto terminara así.

Adam giró la cabeza hacia él, sus ojos ardiendo con furia.

—¿Ah, no?  ¿Y quién eres tú para decidir? ¿Quién te dio el derecho de jugar con mi vida?¿Qué es lo querías? ¿Una marioneta? ¿Un monstruo que obedeciera cada una de tus órdenes? 

Lucifer cerró los ojos, como si las palabras de Adam fueran un golpe físico. Por un instante, pareció que iba a responder, pero luego simplemente negó con la cabeza.

—No. Nunca quise que sufrieras. —Se detuvo, tragando con dificultad antes de añadir en voz baja—: Solo quería tenerte de vuelta.

Esa confesión dejó a Adam en silencio. No era la respuesta que esperaba. Había imaginado muchas cosas durante esos días de inconsciencia, y ninguna de ellas incluía a Lucifer mostrando un destello de vulnerabilidad.

Charlie intervino de nuevo, aprovechando el momento.

—Adam, sé que esto es abrumador, sé que estás enojado, y tienes todo el derecho a estarlo. Pero... tal vez no todo sea lo que parece. Pero por favor, déjanos ayudarte. Déjame ayudarte. —Su tono era tan gentil, tan lleno de esperanza, que incluso Adam no pudo ignorarla.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Adam dejó escapar un suspiro tembloroso. Aunque aceptado todo lo que Charlie decía, al menos parecía dispuesto a no rechazarlo completamente, se sentía tan mareado, solo quería dormir, solo eso.

—Solo... necesito tiempo —murmuró, cerrando los ojos de nuevo, exhausto por el esfuerzo de la conversación.

Lucifer, tomando una gran bocada de aire, finalmente habló de nuevo, esta vez en un tono mucho más bajo, casi un susurro.

—No espero tu perdón, Adam. Ni siquiera lo merezco. Pero si alguna vez decides que quieres respuestas... te las daré todas, no mas secretos.

Adam abrió los ojos y lo miró, pero no dijo nada. Su expresión seguía siendo dura, pero la intensidad en sus ojos había disminuido ligeramente. Finalmente, dejó caer la cabeza contra la almohada, demasiado cansado para seguir luchando.

Charlie suspiró con alivio y se inclinó para colocar una manta sobre él.

—Solo descansa por ahora —le dijo suavemente—. Podemos hablar después.

Adam no respondió, pero tampoco rechazó su cercanía. Mientras sus ojos se cerraban lentamente, Charlie se giró hacia Lucifer, su expresión una mezcla de reproche y preocupación.

Cuando Adam finalmente se quedó dormido, el silencio en la habitación se volvió abrumador. Charlie se acercó a Lucifer, colocando una mano en su brazo.

—Papá... tienes que hacer algo más que quedarte ahí.

Lucifer asintió débilmente, sin apartar la mirada del hombre que descansaba en la cama. En su interior, sentía que ese pequeño paso era una victoria, aunque fuera insignificante. Por ahora, estaría dispuesto a esperar.

Cuando Charlie tomó la mano de Adam y lo vio relajarse ligeramente, Lucifer no pudo evitar sentirse agradecido por su hija. Si alguien podía sanar las heridas que él había causado, era ella.


𝙴𝚕 𝙹𝚊𝚛𝚍í𝚗 𝚍𝚎 𝚕𝚊𝚜 𝙰𝚕𝚖𝚊𝚜 𝙿𝚎𝚛𝚍𝚒𝚍𝚊𝚜  [AdamsApple]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora