✦Chapter 7✦

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La noche era profunda y silenciosa, bañando la habitación de Lucifer en una suave penumbra. El ambiente era denso, cargado de una melancolía casi palpable. Lucifer estaba sentado, su mirada perdida en un punto indeterminado, con sus pensamientos atrapados en un torbellino de recuerdos dolorosos y decisiones de las que comenzaba a arrepentirse. La recaída de Adam lo había dejado emocionalmente agotado, y el peso de la culpa y la frustración se amontonaba en su pecho, presionando hasta que respirar se hacía difícil.

En medio de sus pensamientos oscuros, un sonido rompió la quietud. Era suave al principio, casi un murmullo, pero pronto reconoció aquellas notas, esa melodía antigua que resonaba como un eco de su propia tristeza. Era Adam, de pie en el umbral de la habitación, cantando una un suave tatareó. Su voz era frágil y trémula, como si el tatareó estuviera arrancando fragmentos de un dolor profundo y enterrado.

Lucifer se quedó inmóvil, observando a Adam con una mezcla de asombro y tristeza. La forma en que Adam interpretaba aquella melodía era desgarradora; cada susurro, parecían cargadas de una pena que iba más allá de la comprensión, como si estuviera tatareando no solo por lo que había perdido, sino por lo que aún no recordaba.

Adam avanzó lentamente hacia el centro de la habitación, sosteniendo en una mano un patito de goma que había tomado de la habitación de Lucifer. Este era diferente con unos largos cuernos y gran sonrisa filosa, casi absurdo en contraste con la solemnidad del momento, pero Adam lo sostenía como si fuera un amuleto. Se acurrucó en el suelo, jugando con el patito en sus manos mientras continuaba tarareando, su voz suave llenando la habitación.

La notas, aunque simples, tenían un peso indescriptible, y Lucifer sintió que su corazón se estremecía al escucharlas. Cada estrofa parecía una llamada, un grito ahogado por lo que alguna vez había sido y por lo que el destino les había arrebatado. Incapaz de contenerse, se arrodilló junto a Adam y lo abrazó, rodeándolo con sus brazos como si quisiera protegerlo de todo el dolor que aún lo atormentaba. Se sentía vulnerable, expuesto de una manera que no había permitido en mucho tiempo, pero en ese momento, nada importaba más que ese instante de conexión.

-No te detengas... -murmuró Lucifer, su voz apenas un susurro suplicante. No estaba seguro de si sus palabras serían entendidas, pero necesitaba que Adam continuara, que no rompiera esa conexión tan frágil y preciosa que se había creado entre ellos.

Adam lo miró, sus ojos brillando con una mezcla de confusión y curiosidad, pero no dijo nada. En cambio, cerrando sus ojos y volvió a tatarear, dejando que el viento fluyera de él como si estuviera arrancando recuerdos de lo más profundo de su alma. Los tonos de su voz cambiaban de momento a momento: por momentos se oía resignado, en otros, casi esperanzado, pero siempre teñido de una tristeza indecible, como si cada palabra que pronunciara fuera una despedida de algo que había perdido para siempre.

Mientras lo escuchaba, Lucifer sintió que algo dentro de él se rompía. La carga de los siglos, de las decisiones que había tomado, de las vidas que había cambiado... todo aquello se arremolinaba en su pecho, mezclándose con el anhelo de que, tal vez, de alguna manera, su amigo pudiera recordar y volver a ser el mismo de antes. Verlo allí, tan frágil, tan indefenso, y aun así tan entregado a esa canción, le hizo comprender que, aunque el camino fuera largo y difícil, no estaba dispuesto a rendirse.

Adam susurro hasta que su voz se desvaneció, hasta que las palabras comenzaron a convertirse en murmullos y sus ojos se cerraron lentamente, como si el peso de la canción lo hubiera dejado exhausto. Apoyó la cabeza en hombro de Lucifer, acurrucándose en su abrazo, aferrándose a él como si fuera el único ancla en un mar de recuerdos rotos.

Lucifer sintió una mezcla de alivio y tristeza mientras acariciaba el cabello de Adam, permitiendo que el silencio llenara nuevamente la habitación. No quería moverse, no quería romper el hechizo que había creado esa melodía. Era un momento íntimo y vulnerable, uno que sabía que no se repetiría fácilmente. Estar así con Adam, sosteniéndolo mientras ambos compartían una tristeza que iba más allá de las palabras, era algo que Lucifer atesoraba profundamente, aunque sabía que también traería consigo más dolor en el futuro.

Después de un rato, cuando la respiración de Adam se volvió más tranquila, Lucifer habló en voz baja, como si temiera despertar a un recuerdo.

-¿Recuerdas algo, Adam? -preguntó, sin esperar realmente una respuesta clara, pero con una pizca de esperanza en su voz.

Adam no respondió de inmediato. Por un momento, Lucifer pensó que se había quedado dormido, que estaba tan agotado por las emociones que había revivido que su mente necesitaba descansar. Pero entonces, con una voz apenas audible, Adam susurró una sola palabra, una que hizo que el corazón de Lucifer diera un vuelco.

-Luz... -murmuró apretando el patito de goma en sus manos-

Lucifer cerró los ojos, permitiendo que una lágrima solitaria resbalara por su mejilla. Aquel pequeño destello de recuerdo, esa simple palabra, era más de lo que había esperado obtener. Sabía que no podía apresurar el proceso, que los recuerdos de Adam regresarían lentamente, de manera fragmentada y dolorosa, pero esta primera chispa le dio la esperanza que tanto necesitaba.

La noche continuó en silencio, pero el ambiente en la habitación había cambiado. Charlie, quien había estado observando desde la puerta, entró en silencio y se acercó, colocando una mano suave sobre el hombro de su padre. No necesitaba decir nada; comprendía lo que aquel momento significaba para él y para Adam. En silencio, se sentó junto a ellos, dejando que el simple hecho de su presencia les diera fuerza.

Adam, todavía acurrucado el hombro de lucifer empezó a caer lentamente hasta terminar en su pecho, dejó que sus párpados cayeran, mientras la sensación de paz que lo envolvía lo hacía sentir, por primera vez en mucho tiempo, a salvo. Aunque no comprendía del todo lo que sentía, algo en su interior le decía que estaba en el lugar correcto, con las personas correctas.

La melodía que había cantado, aunque desconocida en su totalidad para él, aún resonaba en su mente, llenando el vacío con ecos de una vida pasada. Los fragmentos de recuerdos continuaban flotando en su mente, como destellos de luz en una habitación oscura. Sabía que aún le quedaba un largo camino por recorrer, que el dolor y la confusión seguirían presentes, pero en aquel instante, en los brazos de Lucifer, sintió que no estaba solo.

Y para Lucifer, aquel momento era suficiente. Sabía que, aunque no podía borrar el dolor del pasado ni cambiar lo que había sucedido, podía ofrecerle a Adam un refugio, un lugar donde, poco a poco, pudiera reconstruir su vida. Aquel susurro, aquella palabra -"Luz"- era un primer paso hacia la recuperación, y Lucifer estaba decidido a caminar junto a él, sin importar cuán arduo fuera el camino.

La noche avanzaba, pero en esa habitación, tres almas permanecieron unidas en silencio, compartiendo el peso de una carga que ninguno podía llevar solo. A través de la música, del dolor y de los recuerdos que comenzaban a emerger, el vínculo entre ellos se fortalecía, y, aunque aún no lo sabían, aquella noche marcaría el inicio de un nuevo capítulo en su historia compartida.

Lucifer acarició el cabello de Adam una última vez antes de cerrar los ojos, susurrando en voz baja:

-Recuerda, Adam. Estoy aquí contigo... no importa cuánto tiempo tome.

𝙴𝚕 𝙹𝚊𝚛𝚍í𝚗 𝚍𝚎 𝚕𝚊𝚜 𝙰𝚕𝚖𝚊𝚜 𝙿𝚎𝚛𝚍𝚒𝚍𝚊𝚜  [AdamsApple]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora