✦Chapter 8✦

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El tiempo parecía escaparse de Lucifer. Desde que Adam había regresado a su vida, todas sus prioridades se habían visto trastocadas. Pasaba los días y las noches a su lado, casi sin dejar espacio para sus deberes en el Infierno. La única constante en su vida era su hija Charlie, a quien jamás descuidaba, aunque cada vez se le hacía más difícil cumplir con las demandas de su puesto sin sentir el peso abrumador de la culpa, la frustración y la creciente obsesión que lo envolvía.

Con el insomnio devorándole la cordura, Lucifer comenzó a perder la noción de la realidad. Las noches se tornaban cada vez más largas, las sombras en las esquinas parecían adquirir formas familiares, y, de vez en cuando, veía en los gestos de Adam destellos del hombre que había sido, como si el antiguo Adam se asomara, recordando las miradas, las sonrisas y los gestos que en algún momento compartieron.

Fue en una de esas noches, al borde de la vigilia y el sueño, cuando Charlie notó la mirada perdida de su padre. Lucifer se encontraba en la sala del hotel, sentado en la penumbra, con la cabeza entre las manos. Charlie se le acercó cautelosa, observándolo con cariño y preocupación. Desde que Adam había regresado, ella había notado los cambios en su padre, y aunque había aceptado que su presencia le diera cierta paz, la creciente ansiedad y agotamiento en Lucifer la alarmaban.

-Papá... -comenzó Charlie en voz baja, sentándose a su lado-. Has estado actuando de una forma... distinta.

Lucifer levantó la vista, sus ojos mostrando la carga de noches sin dormir y emociones reprimidas. Intentó sonreír, pero el gesto apenas llegó a sus labios antes de desaparecer.

-Es complicado, Charlie... -murmuró él, bajando la mirada de nuevo, incapaz de mantener el contacto con los ojos amables de su hija-. Adam... Es como si hubiera regresado de entre los recuerdos, pero distinto. A veces, siento que es él... pero al mismo tiempo no lo es. Es un tormento y un alivio, todo a la vez.

Charlie suspiró, reconociendo la intensidad del dilema que su padre estaba experimentando. Le dio un ligero apretón en el brazo, tratando de brindarle apoyo.

-Tienes que cuidarte, papá. No puedes dejar que tus sentimientos te destruyan. Adam está aquí ahora, pero no puedes seguir perdiéndote en lo que fue. Habla con él. Puede que no entienda todo, pero al menos no te consumirá de esta manera -le aconsejó, sin juicio, pero con la firmeza y amor de quien veía a su padre deteriorarse por un amor que todavía ardía intensamente.

Lucifer asintió, agradecido por las palabras de Charlie, pero sintiendo que su corazón seguía dividido entre los recuerdos y la realidad que apenas lograba sostener. Prometió intentarlo, pero en el fondo, sabía que seguiría luchando contra esos sentimientos que lo ahogaban.

Esa misma noche, cuando su agotamiento era tal que sus sentidos se confundían, Lucifer se perdió en una alucinación. Había ido a buscar a Adam, quien estaba sentado tranquilamente en una de las terrazas del hotel, jugando distraído con su patito de goma favorito. La visión de Adam tan absorto, con una ternura casi infantil, parecía hacer eco de una imagen profundamente guardada en la mente de Lucifer. La figura actual de Adam comenzó a desvanecerse, y en su lugar, Lucifer visualizó a su antiguo compañero, el Adam del Edén. Se le apareció como lo recordaba: puro, ingenuo y lleno de una devoción que siempre lo había conmovido.

Perdido en esa imagen, Lucifer comenzó a acercarse, sus ojos nublados de nostalgia y añoranza. La necesidad de tocarlo, de sentirlo tan cerca como en el pasado, lo sobrepasó. La nostalgia y el deseo se mezclaron en su mente, y, sin poder controlarse, se inclinó hacia él, cerrando los ojos mientras sus labios se encontraron. El beso era dulce y profundo, como aquellos de antaño, y Lucifer sintió que su corazón se detenía, atrapado en un instante tan real como irreal.

Sin embargo, al separarse, abrió los ojos y se encontró con la expresión de asombro en el rostro de Adam, sus ojos enormes y llenos de sorpresa. El patito de goma todavía estaba en las manos de Adam, sus dedos aferrados a él como si de algún modo lo anclara a la realidad. La vergüenza le golpeó como una ola, cubriendo sus mejillas de un rubor intenso que le quemaba el rostro. Sin decir una palabra, dio un paso atrás y huyó, el corazón latiéndole desbocado, mientras el eco de su atrevimiento resonaba en su mente.

Corrió hasta el hotel de Charlie, donde se refugió, deseando que el suelo se abriera bajo sus pies y se lo tragara. Mientras se acurrucaba en un rincón de la casa, temeroso de haber perdido la poca conexión que tenía con Adam, los residentes del hotel lo miraban perplejos, sin entender la causa de su evidente angustia. Lucifer sintió todas las miradas sobre él, y aunque deseaba que lo dejaran en paz, se quedó en silencio, reprimiendo el impulso de gritar o desaparecer.

Charlie, al verlo en ese estado, se acercó con una mezcla de preocupación y ternura. Le dio un leve empujón en el hombro y lo miró a los ojos, con una expresión que denotaba su mezcla de enfado y cariño.

-No puedes seguir huyendo, papá. Si dejaste a Adam solo, debes regresar y hablar con él. No puedes quedarte aquí como un niño asustado -lo regañó suavemente, recordándole que él también tenía responsabilidades que no podía ignorar.

Lucifer la miró, sorprendido por su tono firme. La vergüenza y el miedo seguían consumiéndolo, pero el consejo de Charlie resonó en su mente, como un recordatorio de que debía enfrentar sus emociones y no dejarse vencer por el miedo. Con un suspiro, asintió, reconociendo que ella tenía razón. Aunque el temor a ser rechazado y la vergüenza de haber cruzado esa línea lo mantenían paralizado, no podía seguir escondiéndose.


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Cuando la noche cayó y la mayoría de los habitantes del hotel se habían retirado, Lucifer reunió el valor suficiente para regresar a su castillo. Caminó por los pasillos de su residencia, buscando a Adam con la mirada, aunque parte de él temía el encuentro. No encontró rastro de él en la sala, ni en el estudio, y suspiró, aliviado de no tener que enfrentarlo aún.

Finalmente, al entrar en su habitación, encontró a Adam dormido en su cama. Su enorme figura parecía aún más imponente en contraste con la suavidad de su expresión dormida. Sus respiraciones eran lentas y profundas, y había algo de paz en su rostro, como si, al menos en sus sueños, sus recuerdos no lo atormentaran. Lucifer se detuvo en el umbral, su corazón latiendo con fuerza al verlo allí, tan vulnerable y tan cerca. Tragando saliva, se acercó con cautela y se deslizó en la cama junto a él, intentando acomodarse sin despertarlo.

Los minutos pasaron, y, a pesar de sus intentos, no lograba conciliar el sueño. Estaba demasiado consciente de la presencia de Adam a su lado, de la manera en que su calor irradiaba y de la paz que parecía envolverlos a ambos en la penumbra de la habitación. Sus ojos empezaban a cerrarse por el cansancio, cuando sintió una ligera presión a su lado.

Adam, en silencio y sin que Lucifer lo advirtiera, había abierto los ojos. Se inclinó lentamente hacia él, su enorme cuerpo moviéndose con una suavidad sorprendente. Lucifer no lo notó hasta que sintió el leve roce de unos labios cálidos en su frente. Contuvo el aliento, incapaz de moverse, mientras Adam permanecía así unos segundos, como si estuviera tratando de entender algo en aquel gesto.

Adam, como un acto casi instintivo, acarició suavemente el cabello de Lucifer, hundiendo su nariz en él, inhalando el suave aroma que parecía tan familiar y reconfortante. Lucifer se mantuvo inmóvil, sin atreverse a abrir los ojos, su corazón latiendo con fuerza en el pecho. Había algo casi sagrado en aquel gesto, una intimidad que iba más allá de las palabras, y, por un momento, dejó que el temor y la vergüenza se desvanecieran, permitiendo que esa calidez lo envolviera.

Los dos permanecieron así, en un abrazo silencioso y sincero, como si en ese instante compartieran una conexión que no requería explicación. Lucifer sintió una paz indescriptible, algo que hacía mucho no experimentaba, y finalmente, el sueño comenzó a vencerlo. Se permitió cerrar los ojos, susurrando un agradecimiento silencioso por ese instante de cercanía, mientras la figura de Adam lo rodeaba, brindándole el refugio que tanto necesitaba.

Esa noche, por primera vez en mucho tiempo, Lucifer durmió en paz.

𝙴𝚕 𝙹𝚊𝚛𝚍í𝚗 𝚍𝚎 𝚕𝚊𝚜 𝙰𝚕𝚖𝚊𝚜 𝙿𝚎𝚛𝚍𝚒𝚍𝚊𝚜  [AdamsApple]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora