✦Chapter 18✦

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La oscuridad de la habitación era apenas interrumpida por la luz tenue de una lámpara junto a la cama donde Adam yacía, inmóvil. Su rostro, aunque tranquilo en apariencia, no podía ocultar el rastro de las emociones desgarradoras que había experimentado antes de caer inconsciente. Las vendas improvisadas cubrían las áreas donde había sangrado, y su respiración, aunque regular, era superficial, como si su cuerpo estuviera librando una batalla interna.

A su lado, Lucifer estaba sentado en una silla. Su postura, normalmente relajada y altiva, estaba completamente desplomada. Sus codos descansaban sobre sus muslos, sus manos enterradas en su cabello mientras sus dedos se cerraban con fuerza, intentando contener el temblor que lo sacudía. Sus pensamientos eran un torbellino, un grito silencioso que no podía detener.

—¿Qué hice?—susurró, su voz apenas audible, rota por el peso de su propio arrepentimiento.

Desde el momento en que Adam se había derrumbado, Lucifer no había abandonado su lado. Sus manos temblaban al intentar tocarlo, como si temiera que un simple contacto pudiera romperlo más de lo que ya lo había hecho. Su mente estaba atrapada en un ciclo interminable de preguntas que no podía responder:

¿Qué iba a hacer cuando despertara? ¿Qué iba a decirle? ¿Cómo podría siquiera mirarlo a los ojos sabiendo lo que había hecho?

Los recuerdos de aquel fatídico día lo atormentaban. La decisión que había tomado para traerlo de vuelta, para mantenerlo a su lado, ahora se sentía como un acto de egoísmo puro, un pecado más en su interminable lista de transgresiones. Pero ¿qué otra cosa podría haber hecho? Perder a Adam había sido una herida que ni siquiera el tiempo había logrado cerrar. Había creído que devolverle la vida lo repararía todo. Había estado equivocado.

Su respiración comenzó a acelerarse mientras la culpa lo consumía. Se inclinó hacia adelante, intentando controlarse, pero cada latido de su corazón lo acercaba más al borde de un abismo emocional que había evitado durante siglos. Sus manos temblaban visiblemente ahora, apretándose entre sí como si eso pudiera detener el caos en su interior.

Charlie, quien había estado observando desde la puerta, finalmente se acercó. Su corazón se rompió al ver a su padre, el imponente rey del Infierno, reducido a una sombra de sí mismo. Ella también estaba aterrada por lo que había ocurrido con Adam, pero sabía que Lucifer necesitaba consuelo tanto como su propio protegido.

Se arrodilló junto a él y, sin decir una palabra, lo abrazó con fuerza. El gesto lo tomó por sorpresa, pero no se apartó. Al contrario, se permitió apoyarse en ella, dejando escapar un sollozo que había estado reprimiendo desde que Adam cayó inconsciente.

—Papá, estoy aquí—dijo Charlie suavemente, acariciando su espalda en un intento por calmarlo. —No tienes que cargar con esto solo.

Lucifer cerró los ojos, dejando que sus lágrimas fluyeran libremente. Por primera vez en mucho tiempo, permitió que alguien lo viera en su momento de mayor vulnerabilidad. Su hija, su preciada luz en medio de su oscuridad, estaba allí, sosteniéndolo cuando él mismo sentía que no podía mantenerse en pie.

—No puedo perderlo, Charlie—confesó finalmente, su voz rota. —Pero ¿qué voy a hacer cuando despierte? Me odiará. Me odiará por lo que hice aún más que antes, yo, yo solo quería.... No lo se.

Charlie se apartó lo suficiente para mirarlo a los ojos. Sus propios sentimientos estaban mezclados; también había comenzado a entender las implicaciones de lo que había ocurrido, pero sabía que no podía dejar que su padre se hundiera en la desesperación.

—Tal vez lo hará, al principio—admitió con honestidad. —Pero también hay una razón por la que lo trajiste de vuelta, ¿no? Tienes que darle tiempo, papá. Tienes que darle una oportunidad de entender.

Lucifer asintió débilmente, aunque sus pensamientos seguían siendo un remolino de duda y miedo. Miró a Adam, cuya expresión permanecía inalterada, y sintió un dolor profundo en el pecho. Era como si cada segundo que pasaba sin poder arreglar las cosas fuera una agonía.

—Nunca quise hacerle daño—dijo en un susurro. —Todo lo que hice fue porque... lo necesitaba. Pero ¿qué clase de amor es este, si lo condené a ser algo que nunca quiso ser?

Charlie no tenía una respuesta para eso, pero no lo dejó solo en su tormento. Permaneció a su lado, sosteniéndolo y ofreciéndole el consuelo que necesitaba desesperadamente.

La noche pasó lentamente, y eventualmente, Lucifer logró calmarse lo suficiente para sentarse junto a Adam sin sentirse al borde de la desesperación. Cada tanto, le acomodaba las vendas o le acariciaba suavemente el cabello, como si esos pequeños gestos pudieran compensar el sufrimiento que le había causado.

Cuando los primeros rayos del amanecer comenzaron a filtrarse por las cortinas, Lucifer se permitió un momento de esperanza. Tal vez, solo tal vez, podría encontrar una forma de enmendar las cosas. Pero mientras miraba el rostro de Adam, supo que el camino hacia la redención sería largo y lleno de obstáculos. Y, a pesar de todo, estaba dispuesto a recorrerlo si eso significaba recuperar a la persona que amaba.

—Por favor, despierta pronto—murmuró, su voz cargada de emoción. —Dame la oportunidad de explicarte. De arreglarlo todo.

Charlie, que había permanecido despierta toda la noche junto a él, asintió con determinación.

—Lo haremos juntos, papá—dijo. —No estás solo en esto.

Lucifer la miró, y por primera vez en lo que parecían siglos, sintió un pequeño destello de alivio en medio de su tormento. No estaba solo, y mientras tuviera a su hija a su lado, había una posibilidad, por pequeña que fuera, de redimir sus errores. Pero, más importante aún, había una posibilidad de salvar a Adam, y con eso, salvar también una parte de sí mismo.

𝙴𝚕 𝙹𝚊𝚛𝚍í𝚗 𝚍𝚎 𝚕𝚊𝚜 𝙰𝚕𝚖𝚊𝚜 𝙿𝚎𝚛𝚍𝚒𝚍𝚊𝚜  [AdamsApple]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora