✧Chapter 3✧

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Lucifer estaba oculto en las sombras, como había hecho incontables veces desde que Adam regresó a su vida. Desde la distancia, observaba cada uno de sus movimientos, buscando en ellos algún indicio, cualquier señal que le mostrara que su antiguo amor todavía existía en ese hombre que parecía tan vacío. Adam estaba acostado en su ya habitual montaña de patitos de goma, jugueteando con uno en particular. Era un patito de sombrero peculiar, una miniatura de Lucifer, era algo que en sus momentos de depresión había creado intentando verse de una formas más inocente de lo que realmente era, pero verlo ahora, en manos de Adam, en un momento de tal paz y sencillez, le removió el corazón a Lucifer.

Desde su escondite, Lucifer apretó los labios, intentando controlar la emoción que amenazaba con desbordarse. La imagen era casi irreal: Adam, su Adam, jugando con un simple juguete como si esa montaña de patitos de goma fuera un santuario. Había algo profundamente enternecedor en esa escena, algo que le recordaba a los primeros días en el Edén, cuando la inocencia y la calma aún envolvían sus vidas. Quería acercarse, sentarse a su lado, hablarle, pero el temor de romper aquel frágil momento lo contuvo. Lentamente, comenzó a retroceder, dispuesto a dejar a Adam en su pequeño oasis de paz.

Sin embargo, en el mismo instante en que iba a dar el último paso hacia la puerta, un sonido lo detuvo. Era una melodía, suave, débil, como un susurro perdido en el aire. Lucifer se quedó congelado, sus ojos abriéndose en incredulidad. Adam estaba tarareando... No, no era cualquier melodía. Era aquella canción. La canción que Lucifer le había cantado en el pasado, una melodía que había compuesto especialmente para él, en esos dias no sabia porque la había hecho, pero al recordar la sonrisa de Adam valió completamente la pena. Esa canción que era su refugio, su secreto compartido, su juramento de amor eterno.

El corazón de Lucifer latía con fuerza, con una intensidad que hacía siglos no sentía. La voz de Adam era apenas un murmullo, pero algo en esa voz contenía la dulzura y la ternura que él recordaba, como una suave caricia que despertaba sus recuerdos más profundos. Era como si, de algún modo inexplicable, una parte de ese Adam que había amado estuviera tratando de emerger, de escapar de las sombras de su mente.

Lucifer, sin poder contenerse, avanzó hacia él, sus pasos vacilantes pero firmes. Sus ojos, humedecidos por lágrimas no derramadas, lo miraban con una mezcla de alegría desesperada y un anhelo que no podía disimular. Cuando llegó hasta él, se arrodilló a su lado, como si Adam fuera un altar al que adorar. Su voz, temblorosa y rota, llenó el silencio de la habitación, suave como un susurro.

-Adam... -dijo, cada sílaba cargada de emoción-. ¿Me recuerdas? Por favor... despierta, vuelve a ser tú.

Adam dejó de tararear, su mirada perdida enfocándose en Lucifer por primera vez con algo más que indiferencia. Había un destello en sus ojos, una pequeña chispa de reconocimiento, como si en algún rincón de su ser resonara ese nombre, ese rostro, esa canción. Lucifer contuvo el aliento, incapaz de moverse, temeroso de que cualquier movimiento brusco pudiera disipar ese momento. Su corazón latía con una fuerza casi dolorosa, cada latido una súplica silenciosa para que aquel hombre que tenía frente a él pudiera recordar.

Desesperado, Lucifer tomó suavemente la mano de Adam, llevándola a su propio pecho, donde su corazón latía con una intensidad que revelaba sus verdaderos sentimientos. Sus ojos, llenos de lágrimas, nunca dejaron de mirar a Adam, esperando, rogando que aquel instante de conexión se profundizara, que su amor pudiera despertar lo que permanecía dormido en el alma de Adam.

-Por favor, recuerda... recuerda quién eres -murmuró, su voz ahogada en un susurro, cargado de una devoción absoluta y una tristeza infinita.

Adam lo observó en silencio, aún sin comprender del todo, pero en sus ojos parecía haber una vaga familiaridad, un eco de algo que estaba enterrado en lo profundo de su mente. La confusión aún estaba allí, pero el hecho de que hubiera recordado la canción, de que su voz hubiera resurgido en esa melodía, era una señal, una prueba de que, en algún rincón de su ser, Adam seguía siendo el hombre que Lucifer había amado.

El silencio volvió a llenar la habitación, pero ya no era el silencio de la indiferencia o del olvido. Era un silencio lleno de posibilidades, un vacío cargado de significado, en el que ambos compartían una conexión frágil, como una línea invisible que los unía a través del tiempo y la memoria. Lucifer, sin soltar la mano de Adam, se permitió una sonrisa tenue, un gesto de esperanza, mientras sentía cómo los ecos del pasado resonaban en cada latido de su propio corazón. Aquel tarareo, por más efímero que fuera, había encendido una pequeña luz en la oscuridad de su desesperación.

Los minutos pasaron y ninguno de los dos rompió el silencio. Lucifer permaneció arrodillado a su lado, aferrado a su mano, como si temiera que el contacto se desvaneciera, como si la calidez de esa cercanía pudiera hacer retroceder las sombras en la mente de Adam. No sabía cuánto tiempo pasaría hasta que Adam pudiera recordar por completo, pero estaba dispuesto a esperar, a dedicar cada segundo de su existencia a sostener aquella chispa de esperanza.

Finalmente, Adam, con un gesto lento, retiró su mano del pecho de Lucifer, y volvió a recostarse en la montaña de patitos, con una expresión neutra, como si el momento se hubiera desvanecido tan rápido como había surgido. Aun así, Lucifer no sintió tristeza; aquella pequeña chispa había sido suficiente para llenar su alma de una luz renovada.

Mientras se levantaba, Lucifer observó a Adam una última vez, grabando en su memoria cada detalle de ese momento. A pesar de la confusión en los ojos de Adam, Lucifer sabía que algo había cambiado, que la semilla de sus recuerdos comenzaba a germinar, y eso, para él, era más que suficiente.

-Te esperaré... el tiempo que sea necesario -murmuró en voz baja, como una promesa destinada a perdurar más allá de cualquier obstáculo.

Lucifer abandonó la habitación con una nueva resolución en su corazón, dispuesto a hacer todo lo necesario para ayudar a Adam a reencontrarse consigo mismo. La canción había sido el primer paso, una señal de que el hombre que amaba seguía ahí, en algún lugar profundo y oscuro, esperando ser liberado.

𝙴𝚕 𝙹𝚊𝚛𝚍í𝚗 𝚍𝚎 𝚕𝚊𝚜 𝙰𝚕𝚖𝚊𝚜 𝙿𝚎𝚛𝚍𝚒𝚍𝚊𝚜  [AdamsApple]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora