El atardecer en el Infierno no era un espectáculo típico. Los cielos ardían en tonos de carmesí y ámbar, con nubes negras y densas que parecían flotar pesadamente sobre el horizonte. A pesar de lo que uno podría imaginar, había una belleza única en aquel panorama. Lucifer, con sus manos cruzadas detrás de la espalda, caminaba tranquilamente por los terrenos de su mansión, mientras Adam lo seguía a paso lento, su figura imponente eclipsando por completo al mismísimo Rey del Infierno.
Lucifer echó un vistazo hacia atrás, asegurándose de que Adam estuviera a su lado. El hombre llevaba su característico aire de curiosidad silenciosa, con los ojos brillando al observar cada rincón de aquel extraño paisaje.
-¿Sabes? -comenzó Lucifer, su voz suave pero cargada de su usual dramatismo-. No suelo salir mucho por aquí. Las vistas se vuelven monótonas con el tiempo. Pero para ti, querido Adam, he hecho una excepción.
Adam, como siempre, respondió con un leve asentimiento y un simple "Hmm". Tenía una habilidad curiosa para comunicar tanto con tan poco.
El sendero que recorrían estaba bordeado por árboles retorcidos, cuyas ramas parecían dedos largos y huesudos que se alzaban hacia el cielo. Aunque las plantas parecían muertas, algunas emitían un brillo tenue en sus troncos, iluminando el camino de manera casi mágica. Lucifer se detuvo junto a uno de los árboles y pasó los dedos por su áspera corteza.
-Este, por ejemplo -dijo, señalando el árbol-, es un Arbor Umbrae. Crecen en lugares donde las almas han pasado mucho tiempo lamentándose. Fascinante, ¿no?
Adam inclinó la cabeza, observando con interés. Se acercó y tocó el tronco con sus dedos, para luego mirarlo con una leve sonrisa de asombro.
-Raro -murmuró.
Lucifer dejó escapar una risa baja.
-Sí, eso es cierto. Raro como todo lo que hay aquí. -Hizo una pausa, observando a Adam con atención-. Pero supongo que eso también te incluye a ti, querido.
Adam lo miró, parpadeando lentamente, como si no estuviera seguro de cómo interpretar el comentario. Lucifer, acostumbrado a esa reacción, simplemente agitó una mano con desdén y continuó caminando.
A medida que avanzaban, el terreno cambiaba. Los árboles se volvieron menos frecuentes, dando paso a pequeñas colinas cubiertas de un pasto rojo oscuro que brillaba tenuemente bajo la luz del atardecer. Entre las colinas, pequeñas criaturas se asomaban curiosamente, observando a los dos caminantes. Algunas eran parecidas a lagartos con alas diminutas, mientras que otras parecían simples sombras que se movían al ritmo del viento.
Adam señaló una de las criaturas, un pequeño ser que parecía un cruce entre un murciélago y un gato.
-¿Eso? -preguntó, mirando a Lucifer.
-Ah, ese pequeño es un Felix Tenebris. Inofensivo, a menos que decida que eres su enemigo. -Lucifer observó cómo el animal inclinaba la cabeza hacia Adam siendo imitado por este y daba un par de pasos hacia él antes de desaparecer en una nube de humo-. Lo cual, considerando tu naturaleza tranquila, es poco probable.
Adam asintió y siguió caminando, aunque su mirada seguía buscando más criaturas entre las colinas.
Lucifer, por su parte, lo observaba con una mezcla de fascinación y algo que podría describirse como ternura. Había algo en la manera en que Adam absorbía cada pequeño detalle que lo hacía parecer casi... puro. Era un contraste extraño con el entorno, y Lucifer no podía evitar sentir una punzada de incomodidad al pensar en lo que había hecho para traerlo de vuelta.
-Adam -dijo después de un rato, deteniéndose para mirar el horizonte-. ¿Sabes por qué no cruzamos esas puertas?
Adam se volvió hacia él, sus ojos grandes y llenos de curiosidad.
-No -respondió, ladeando la cabeza.
Lucifer señaló un conjunto de grandes puertas negras a la distancia, cuya superficie parecía moverse como si estuviera viva.
-Más allá de esas puertas está el verdadero Infierno. No esta pequeña burbuja que he creado para nosotros. -Hizo una pausa, su expresión volviéndose un poco más seria-. Allí, las cosas son... menos agradables.
Adam lo observó en silencio, como si estuviera procesando sus palabras. Finalmente, asintió y volvió su atención al camino frente a ellos. Lucifer dejó escapar un suspiro de alivio. Por ahora, al menos, Adam parecía satisfecho con quedarse dentro de los límites de la mansión.
Continuaron caminando hasta llegar a un pequeño estanque. El agua era de un color negro azabache, pero brillaba con reflejos plateados cada vez que el viento la acariciaba. Adam se acercó al agua y se inclinó para tocarla, pero Lucifer lo detuvo suavemente, colocando una mano en su hombro.
-No es peligroso -aclaró Lucifer, notando la confusión en el rostro de Adam-. Pero tampoco es del todo seguro. Mejor no arriesgarse, ¿sí?
Adam lo miró por un momento antes de asentir y retroceder. Se sentó en el borde del estanque, observando su superficie con fascinación. Lucifer se sentó a su lado, tomó su sombrero dando un suave suspiro para dejando a un lado en el suelo.
-¿Sabes? -comenzó Lucifer, con un tono más suave-. Este lugar tiene su belleza, si sabes dónde mirar. Pero a veces desearía que fuera diferente.
Adam lo miró, ladeando la cabeza con curiosidad.
-¿Por qué?
Lucifer soltó una risa breve, sin humor.
-Porque incluso un rey se cansa de su propio reino.
El comentario pareció desconcertar a Adam, pero antes de que pudiera responder, una pequeña criatura alada se posó en su hombro, distrayéndolo por completo. Adam dejó escapar una pequeña risa, algo raro pero contagioso, mientras la criatura revoloteaba a su alrededor.
Lucifer observó la escena con una sonrisa casi imperceptible. Era en momentos como ese, cuando Adam estaba completamente absorto en algo simple y puro, que Lucifer sentía una extraña sensación de paz.
Cuando finalmente se levantaron para regresar a la mansión, el sol ya casi se había puesto, y el cielo estaba teñido de un rojo profundo.
-¿Te ha gustado el paseo? -preguntó Lucifer mientras caminaban de regreso.
Adam asintió, mirando a Lucifer con una pequeña sonrisa.
-Bueno -respondió Lucifer, mirándolo de reojo-. Quizás podamos hacerlo otra vez algún día.
Y mientras las puertas de la mansión se cerraban detrás de ellos, Lucifer no pudo evitar sentir que, aunque el Infierno seguía siendo un lugar de sombras y dolor, en compañía de Adam, incluso los rincones más oscuros parecían un poco menos aterradores.
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𝙴𝚕 𝙹𝚊𝚛𝚍í𝚗 𝚍𝚎 𝚕𝚊𝚜 𝙰𝚕𝚖𝚊𝚜 𝙿𝚎𝚛𝚍𝚒𝚍𝚊𝚜 [AdamsApple]
FanfictionTras la muerte de Adam en el último exterminio, Lucifer, incapaz de aceptar su pérdida, reconstruye su cuerpo pieza por pieza, creando una versión de Adam que respira pero carece de la chispa y el espíritu del original. A medida que Lucifer intenta...