✦Chapter 10✦

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Lucifer no podía recordar la última vez que había sentido tanta paz. Después del beso de la noche anterior y el tímido consentimiento de Adam, el rey del Infierno se había permitido abrazar al hombre como si temiera que se desvaneciera. Ahora, aferrado a Adam como un koala, Lucifer no mostraba intención alguna de soltarlo. Adam, por su parte, estaba sentado en un sillón, con las piernas cruzadas y la guitarra todavía en sus manos, haciendo pucheros mientras Lucifer se pegaba a su costado, con los brazos envueltos alrededor de su torso.

-¿Sabes lo feliz que me haces? -susurró Lucifer, su voz impregnada de emoción. Adam no respondió, pero su rostro, con aquellas cicatrices que parecían contar una historia dolorosa, adoptó una leve expresión de desconcierto.

El cabello marrón de Adam, desordenado y lleno de mechones que caían sin rumbo, parecía más caótico bajo la luz que entraba por las ventanas del estudio. Sus ojos dorados, apagados y lejanos, apenas mostraban emociones, pero Lucifer estaba convencido de que detrás de esa mirada había algo más, algo que él estaba determinado a devolverle.

Adam, ajeno a la tormenta interna de emociones de Lucifer, solo soltó un leve "Mmm" mientras dejaba que su compañero continuara aferrándose a él como un niño con su juguete favorito. Lucifer sonrió ampliamente ante el sonido, como si ese simple monosílabo hubiera sido un poema escrito solo para él.

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Charlie llegó a la mansión sin previo aviso, como solía hacer. Traía consigo un mazo de cartas, cada una cuidadosamente elegida para ayudar a Adam en su recuperación. Había escuchado a su padre hablar durante días sobre el estado de Adam y la importancia de devolverle algo de lo que había perdido. Charlie no era tonta; sabía que su padre no solo sentía responsabilidad por Adam, sino algo mucho más profundo.

Al entrar en el estudio, se detuvo en seco al presenciar la escena que tenía frente a ella.

Adam estaba sentado en el sillón, con su larga túnica blanca desparramada a su alrededor, dándole un aire de pureza irónica en medio del caos del Infierno. Su rostro estaba lleno de cicatrices y costuras, pero Charlie no pudo evitar notar lo expresivo que era a pesar de ellas. Ahora mismo, Adam fruncía los labios, haciendo un pequeño puchero, Se movió ligeramente, como si intentara escapar, pero Lucifer apretó más el abrazo, emitiendo un ruido similar al gruñido.

-Papá... -La voz de Charlie resonó, y Lucifer se tensó de inmediato.

Al levantar la mirada, sus ojos se encontraron con los de su hija. La sorpresa lo hizo liberar un suave gruñido, no hacia ella, sino por el estado de shock de ver a su pequeña, no la esperaba ese dia. Por instinto, abrazó a Adam aún más fuerte, como si pudiera protegerse a través de él.

-¿Qué estás haciendo? -preguntó Charlie, su tono teñido de diversión mientras caminaba hacia ellos con un mazo de cartas en las manos.

Lucifer parpadeó varias veces, intentando mantener su compostura habitual, pero el leve sonrojo en sus mejillas lo delataba.

-Solo... Estoy mirando si se le abrió alguna sutura a Adam-dijo, con la voz amortiguada por el contacto con el cuello de Adam.

Charlie detuvo sus pasos y dejó escapar una pequeña carcajada, divertida por la torpeza de su padre.

-Papá, relájate -dijo con un tono tranquilo, alzando las manos en señal de paz-. No tienes que asustarte. No vine a juzgarte.

Lucifer la miró con cautela, todavía sin soltar a Adam, que ahora hacía un esfuerzo más evidente por liberarse, Sin embargo, Lucifer lo abrazó más fuerte, emitiendo un suave gruñido como si fuera un animal que se aferra a su presa.

-¿De verdad no te molesta? -preguntó Lucifer, su voz casi inaudible.

Charlie suspiró y le ofreció una sonrisa amable.

-Papá, ¿por qué me molestaría? Eres feliz. Eso es lo único que me importa. -Hizo una pausa, ladeando la cabeza para mirarlo con cariño-. Aunque debo admitir que me tomó un poco de tiempo entenderlo.

Lucifer arqueó una ceja, aún manteniendo un brazo alrededor de Adam, quien parecía más interesado en observar el intercambio que en opinar.

-¿Entender qué? -preguntó Lucifer.

-Que te gusta Adam -respondió Charlie, como si fuera lo más obvio del mundo.

Lucifer se quedó en silencio por un momento, claramente atrapado entre la necesidad de negarlo y el impulso de gritarlo a los cuatro vientos. Finalmente, se limitó a enterrar nuevamente su rostro en el cuello de Adam, emitiendo un gruñido bajo que parecía más bien un intento de evitar responder.

Charlie se rió y avanzó hasta dejar las cartas sobre la mesa cercana.

-No sé cómo no me di cuenta antes, pero ahora todo tiene sentido -continuó, girándose hacia Adam con una sonrisa cálida-. Eres importante para mi papá, ¿lo sabías?

Adam ladeó la cabeza, con un gesto que recordaba al de un cachorro confundido, antes de murmurar un suave:

-No.

Charlie se llevó una mano a la boca, tratando de contener su risa. Lucifer, por otro lado, suspiró profundamente, como si la respuesta de Adam le hubiera dado una excusa perfecta para no soltarlo.

-Eso cambiará -dijo Lucifer, acariciando suavemente el cabello de Adam-. Porque haré que lo sepas todos los días.

Adam frunció los labios nuevamente, formando otro pequeño puchero mientras intentaba moverse. Charlie observó la escena con diversión.

-No sé si le gustan tanto los apapachos como a ti, papá -bromeó, cruzando los brazos y alzando una ceja.

Lucifer, sin embargo, estaba decidido a defender su punto.

-Le gustan -insistió, abrazándolo con un aire de terquedad casi infantil-. Solo que aún no lo sabe.

Adam, finalmente resignado, dejó escapar un leve "Mmm". El sonido provocó que Charlie estallara en carcajadas.

-Bueno, parece que ustedes dos están bastante ocupados -dijo ella entre risas, girándose hacia la puerta-. Los dejaré solos, pero estas cartas podrían ser útiles. -Señaló el mazo sobre la mesa antes de salir del estudio, no sin antes mirar a su padre con una sonrisa cómplice-. Si necesitas algo, estaré por aquí.

Cuando la puerta se cerró tras ella, Lucifer dejó escapar un suspiro de alivio.

-Bueno, eso fue más fácil de lo que esperaba -murmuró, aflojando un poco su agarre sobre Adam, quien finalmente pudo moverse con más libertad.

Adam lo miró de reojo, su rostro volviendo a su expresión neutral.

-Mmm... -dijo, esta vez con un tono que parecía implicar: ¿Y ahora qué?

Lucifer sonrió y tomó las cartas que Charlie había dejado, mostrándoselas a Adam.

-¿Te apetece jugar?

Adam lo miró por unos segundos antes de asentir lentamente.

-Sí.

Lucifer sintió que su corazón daba un vuelco. Tal vez Adam no hablaba mucho, pero ese pequeño "Sí" era suficiente para llenar su día de luz.

𝙴𝚕 𝙹𝚊𝚛𝚍í𝚗 𝚍𝚎 𝚕𝚊𝚜 𝙰𝚕𝚖𝚊𝚜 𝙿𝚎𝚛𝚍𝚒𝚍𝚊𝚜  [AdamsApple]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora