Capitulo 38

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—Odio las pesadillas —Escuche la voz suave de Eridanus y voltee a verlo, el estaba caminando a mi lado

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—Odio las pesadillas —Escuche la voz suave de Eridanus y voltee a verlo, el estaba caminando a mi lado. Avanzábamos despacio, porque Hydra sugirió que nos moviéramos con cautela por si nos encontrábamos con Cetus y Ofiuco en cualquier momento. Miré a Eridanus, notando su rostro serio y ligeramente cansado, con ojeras marcadas bajo sus ojos, suponía que estaba intentando hacer que iniciaramos una conversación—. ¿Tú también tienes? No parece que hayas dormido bien.

Eridanus guardó silencio esperando mi respuesta, yo me quedé analizando sus facciones endurecidas en una mezcla de irritación y agotamiento. Recordé entonces cómo, en el pasado, su personalidad había sido diferente. Algo dentro de él había cambiado con el tiempo.

—Sí, casi todas las noches —contesté al final, desviando la mirada hacia el frente. Phoenix y Libra estaban más adelante, en el centro del grupo, conversando con Cáncer—. Aunque últimamente no me pasaba tanto como antes. ¿Qué clase de pesadillas tienes tú?

La pregunta quedó suspendida en el aire por un momento. Volví a mirarlo y noté su mirada perdida, enfocada en algún punto del bosque, como si empezará a recordar. Justo cuando pensé en cambiar el tema, él respondió.

—Muchas cosas, algunas quizás sin importancia, pero igual son cosas que me molestan —dijo con voz baja y un tono distante—. Suelo soñar con el día en que Crater casi se ahoga en el lago por mi culpa cuando éramos niños, o con Sagitario siendo atravesado por una flecha en una misión porque no estuve atento.

«Sueño con Piscis siendo humillado ante toda la aldea, y yo estoy ahí, incapaz de hacer algo por él. Libra gritándome que he fallado como alfa. Sueño con Sextans llorando porque los habíamos perdido a ustedes, o con Leo diciendo que está cansado de este mundo lleno de hipócritas porque ya no sabe quién de nosotros en verdad lo ama. Y a veces… con Phoenix, él me mira con odio, porque él tenía razón, y nosotros no lo escuchamos hasta que fue demasiado tarde.

Sentí su tristeza y el cansancio en cada palabra, aunque él trataba de aparentar desinterés, encogiéndose de hombros como si todo aquello fuera insignificante. Pero sus ojos reflejaban el peso que cargaba.

«Suena absurdo, lo sé —agregó con una sonrisa débil y resignada—. También sueño contigo y con Cáncer. Sueño que volvemos a la aldea después de la guerra, y ustedes ya no están. Sueño que Cygnus vuelve a perderse en el bosque, y esta vez, cuando lo encontramos, ya es tarde.

Las palabras se me atoraron en la garganta. No sabía qué decir, si debía ofrecerle consuelo o palabras de ánimo. Todo lo que él describía eran momentos en los que yo no había estado presente, y aunque no entendía completamente, podía ver que le afectaban profundamente.

«Con los alfas no suelo soñar mucho —continuó, intentando cambiar de tono a uno más ligero, aunque sin mucho éxito—. La mayoría de las veces, si sueño con alguno de ellos, es con Orión o con Cetus, supongo que soy más cercano a ellos dos.

«¿Y tú qué clase de pesadillas tienes? —me preguntó Eridanus, dedicándome una pequeña sonrisa—. ¿Sueñas con nosotros?

Su pregunta me tomó un poco por sorpresa. Miré hacia donde estaba Cáncer, que parecía disfrutar de una conversación animada con los omegas, riendo de algo que yo no lograba escuchar. Su risa y expresión de felicidad me hicieron sentir un poco más tranquilo, aunque la conversación con Eridanus pesaba en el aire.

—Pues... No. La verdad es que no —respondí, encogiéndome de hombros, buscando las palabras—. Bueno, no del todo. Es extraño... sueño más bien con cosas de la infancia. Supongo que ya sabes cómo fue.

—No del todo —respondió él, y su mirada se clavó en la mía, directa, sin rastro de juicio—. No me gustaba escuchar las historias de los demás ni ser entrometido. Lo único que sé es que tu abuela intentó hacer un ritual contigo, y por eso la mataron. Pero del resto... no sé nada más.

Su respuesta me sorprendió. Siempre pensé que mi historia era algo que todos en la tribu conocían, una especie de murmullo que se extendió a lo largo de los años.

—Ah... bueno, sí. Suelo soñar con cosas de mi infancia —contesté, sintiendo un nudo en la garganta. Las palabras no querían salir, se atoraban como si intentaran evitar que dijera más. Quizás era más difícil hablar de mí mismo de lo que pensaba.

Eridanus notó mi silencio y no dijo nada. Solo caminaba a mi lado, en un ritmo lento y constante. Parecía entender que algunas historias no se pueden contar en una sola conversación.

«A veces sueño con ese ritual, y es como si volviera a estar ahí, en medio del bosque, con el fuego y el cuchillo... —dije finalmente, notando cómo mi voz se hacía más baja. Recordar ese momento era difícil, pero al decirlo en voz alta, el peso se volvía un poco más ligero—. Me veo de niño, y mi mamá me odia porque mi padre fue a la guerra en mi lugar. A veces sueño con mi abuela y mi madre gritándome que yo mate a mi padre, también sueño con mi madre despertándome en una noche después de intentar matarme, pero al final me maldijo y se suicido diciéndome que mi castigo sería vivir condenado para toda la eternidad.

Eridanus escuchaba con atención, su expresión suave, como si entendiera cada palabra, cada pausa. Su rostro se mantuvo serio, agradecía eso, no sabía si continuaría si pudiera ver algo mas allá.

«Creo que por eso no sueño con ustedes —continué, tomando aire—. No es porque no los valore... sino porque mis sueños siempre están atrapados en ese lugar. En mi madre, en mi abuela, en Cáncer...o en Tod...

—Eso debe ser difícil —respondió él en voz baja, con un tono de compasión. Luego, después de una pausa, añadió—. A veces creo que todos cargamos con algo. A mí no me gusta recordar mi infancia, supongo que hasta llegue a olvidar una gran parte de ella, supongo que también es por eso que no suelo soñar con mis familiares o de mí cuando era pequeño.

Me miró con una expresión serena y me dio una palmada en el hombro, como si con ese gesto intentara compartir un poco de su fuerza.

—Sí, tal vez —dije sin poder contener una sonrisa, sintiendo que las palabras de Eridanus me daban un poco de ánimos, a pesar de que la conversación era un tanto rara, el ambiente se sentia cómodo. Mientras caminábamos, me di cuenta de que tal vez debía de preguntarle sobre todos, que cosas habían pasado en nuestra ausencia, pero no sabía si era correcto hacerlo, eran mis esposos, pero no era cercano como para entrometerme como tal en sus vidas.

—¡Ofiuco! ¡Cetus! —Escuche el grito alegre de Aquila y cuando alce la mirada pude observar un poco a lo lejos lo que parecía ser un sorprendido Cetus y un pasmado Ofiuco.

Mierda, quise volver a llorar.

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⏰ Última actualización: 5 days ago ⏰

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