Jennie, una modelo y abogada argen-coreana de 25 años, desempleada y con una gran lista de deseos, decide abandonar su país natal, Corea del Sur, para encontrar una nueva oportunidad en Francia y vivir allí, donde conocerá a una joven, con muchísima...
Aquella madrugada de fin de semana, Joon-ho llamó a uno de sus investigadores privados más exclusivos de todo el país. Él sabía todo, sabía cada movimiento de la escribanía y el de sus empleados.
—¿Lo sabe todo?—el mayor golpeó la mesa con su puño.
—Sí, ella contrató a la compañía CIKA e investigaron todo, excepto la razón de los crímenes, no tienen registro de ello.
No había escapatoria, debía hacer algo y pronto para que la rubia no revele toda la verdad, casi completa, a la luz.
—Explíqueme exactamente todo lo que sabe y ha hecho.
—Tenemos testigos de haber visto a Jennie Kim en la escribanía junto a Lalisa Manobal, han preguntado por las cámaras ejerciendo el poder que usted le otorgó a la mujer, pero no se lo permitieron—hizo una pausa para fijar su vista en los papeles con la información—. Según investigaciones, las cámaras fueron apagadas por unos minutos, probablemente hayan sido ellas para robar las grabaciones.
—Prosiga—insistió.
—Están en un evento del señor Paul Thomas juntas y han dicho que se presentaron como pareja.
Cada mínimo detalle fue explicado por el profesional, provocando el primer temor que sintió en su larga vida se presente.
Joon-ho: Lunes en mi oficina a primera hora.
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A la hora del almuerzo, toda la familia nos reunimos a degustar los fideos de colores que mi madre había preparado. Todo parecía normal, mi humor hasta ahora pasaba desapercibido ante el circulo, excepto de ella.
—¿Me dirás que te sucede?—apoyó su codo sobre la mesa para posar la vista hacia mí, a su lado.
—Nada.
—Desde anoche estás así, ¿es por los mensajes?
—Noo—mentí alargando la ultima vocal y llevando una gran cantidad de comida en mi boca para no responder más.
—¿Entonces? Sabes bien que no sabes mentirme—se levantó sin llamar la atención de nuestro alrededor y se fue hacia el piso de arriba.
Sin esperar más, termine de introducir todos los fideos del plato en mi boca y salí de la misma manera hacia su dirección. Cuando llegué a su sitio, estaba en uno de los balcones de su nueva habitación.
—Vete, Lisa—dijo mirando el cielo, sabía que hacía eso para no llorar, pero no lo lograba.
—¿Qué quieres que te diga? Es obvia la razón de porqué estoy así—me posicioné a su lado copiando su acción.
—Me has ignorado toda la mañana, tus respuestas son breves, ¿qué culpa tengo?
—Ninguna culpa tienes, es solo que necesito pensar.
