»Capítulo 26«

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Ororo volvió a tocar la puerta de Beverly esa mañana, pues era viernes y estaban en vacaciones de inicios de año, así que a veces tenían la rutina de ir por un café cuando era esa época del año.

—Ever, ¿sigues dormida? Ever —tocó más fuerte, pero frunció el ceño y se dio por vencida, así que se encaminó en dirección al primer piso.

Por un momento estuvo tentada a tocarle la puerta a Logan, pero sabría que la ignoraría y estaría de gruñón como siempre, así que se ahorró esa situación para mejor ir con la doctora Vannstone en esa ocasión.

Lo que no sabía Ororo Munroe es que en la habitación de Beverly no había nadie, estaba vacía y en la de Howlett estaban ambos, acurrucados mientras él besaba el cuello de la pelirroja.

Tres semanas de encuentros furtivos, pasionales y secretos mientras fingían disgustarse entre las demás personas. Pero en cuanto las puertas se cerraban en la noche, con los demás de la escuela yéndose a dormir, Logan se escabullía y esperaba hasta que ambos se fusionaban como varias veces lo habían hecho.

Beverly se sentía eufórica, incluso a veces se le escapaban sonrisas cuando estaban en público de sólo imaginar el modo en que Logan la atraía hasta que sus labios se encontraban. Habían dormido juntos de nuevo, así que la neerlandesa se removió para girarse y Logan buscó sus labios, jalándola de la cintura hasta que ella rió en su boca.

—Ni he abierto los labios, por Dios —dice ella y Logan gruñe juguetonamente.

—No es necesario, ya sabes cómo me pones —responde coqueto y Beverly le toma del cuello, besándolo con mayor profundidad mientras suspiraba al sentir los dedos callosos del hombre presionando la carne de sus caderas, hambriento de poseerla otra vez.

Tras ese beso, ambos rozan sus narices y ella siente que su corazón palpita ferozmente en su pecho, amartillándole como si fueran caballos salvajes corriendo. Y es que era verdaderamente especial el modo en que buscaban mantener esto para ellos dos. Decidieron hablarlo, a pensar qué hacer y ella le confesó que quería primero algo privado, algo que le diera tiempo para procesar todo mientras se acostumbra a esto.

No era una mujer de relaciones profundas e incluso recuerda que jamás se le vino a la mente la idea de tener una pareja estable con la que pudiera durar más de algunos meses. Al tratarse de un ser incapaz de envejecer con facilidad, enamorarse no era una opción, sería una condena que caería en la pena de tener que despedirse tarde o temprano de esa persona especial. Lo vivió con su mejor amigo, y no se imaginaría el dolor que sería si quisiera tener una pareja con la que pudiera construir un futuro. 

Pero con Logan era diferente. Estuvo sola tanto tiempo, que ahora no se imaginaba cómo construir una especie de relación donde podría hasta ser oficial en algún momento. Debía ir lento, sólo llevaban tres semanas teniendo sexo y besos hasta hartarse (aunque parecía jamás acabarse esa etapa) y Logan era un hombre posesivo que le gustaba lanzarle miradas cuando algún hombre se le acercaba. Incluso si era Scott u otro mutante que ni llegaba a la edad de la pelirroja.

—¿No quieres cinco minutos más? —pregunta él y Beverly ríe, incapaz de no sentir el calor en su cuerpo. Se coloca encima del cuerpo musculoso y bien tonificado de Logan mientras le acaricia el pecho con círculos que hizo con la yema de sus dedos.

—Tengo que salir, ya escuchaste a Storm allí afuera, buscándome.

—Si, pero ya se fue, así que aprovechamos y puedo volverte a saborear —lame sus labios con una sonrisa encantadora y pícara.

—Debo ir al baño, por todos los cielos —gruñe ella con una sonrisa ladina y Logan la atrae, colocando en su espalda su callosa y gran mano para empujarla hasta atrapar su dulce boca contra la suya.

𝐀𝐭𝐚𝐯𝐢𝐬𝐭𝐢𝐜 𝐃𝐚𝐫𝐤𝐧𝐞𝐬𝐬 𝐢𝐧 𝐔𝐬 [𝐖𝐨𝐥𝐯𝐞𝐫𝐢𝐧𝐞]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora