»Capítulo 28«

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Beverly no le habló a Logan los siguientes tres días que pasaron. El orgullo le golpeaba el pecho, al igual que él. Algo que no parecía hacer que las cosas fueran mejor entre ellos es que tenían un carácter bastante similar, así que las cosas no iban muy bien del todo. 

Logan iba a veces a ver a Jean, era sin duda su rutina, pero Beverly, por el contrario, quería sólo desvanecerse, alejarse e irse muy lejos, como lo hacía en el pasado.

Era una mala costumbre suya hacer ese tipo de cosas, querer arreglar todo yéndose y sólo alejándose de los demás, como una solución viable donde las cosas se resuelven por sí sola. Pero la realidad es que ya no hacía eso desde que está con los X-Men y vive en esa escuela, en compañía del profesor Charles, la doctora Vannstone y todos los del equipo, sin contar a la cantidad de estudiantes mutantes. 

Se muerde el interior de la mejilla, incapaz de esfumar por completo los pensamientos, las ideas, las escenas y todo lo que había ocurrido con Logan. Lo aborrecía por meterse como la humedad, entre las grietas de su estrecho cerebro lleno de lógica y sensatez. Le da un trago a su vino, dejando que el alcohol le mantenga con poca nitidez su vista, así como también sus ideas y se mantiene enfocada viendo el gran roble que descansa en el patio trasero. Alguien toca la puerta, así que se mantiene inmóvil, dejando que su sombra se dedique a cerrar las cortinas, se adelante a incluso querer forzar la puerta a que se mantenga cerrada, pero en cuanto escucha la voz femenina, deja de tensarse; bueno, casi.

—¿Loiran? ¿Estás ahí? —intentó mover la perilla, pero estaba con pestillo y se escuchó el suspiro del otro lado de la puerta—. ¿Puedes abrirme, por favor? 

—Estoy ocupada —dice la pelirroja, pasándose la mano por el cabello mientras veía la ventana y observó el pequeño detalle que él le dio la última vez y los recuerdos la inundaron como una gran ola salvaje.

Ahora se veía a ella misma, debajo de él, envolviéndole la cintura con sus piernas mientras la embestía y sus respiraciones se mezclaban en un húmedo y salvaje beso desesperado. Recuerda el sudor, el olor de su colonia y el gruñido gutural que soltaba cada que sus brazos se tensaban al borde del orgasmo.

—Tengo... —gemido fuerte— algo para ti —gruñó y entonces Beverly soltó un gemido mientras sus piernas temblaban hasta sentir el orgasmo. Logan no tardó también en llegar y en cuanto logró saborearlo como la miel en los labios, por fin se recobró colocando su frente en el hombro de la mujer.

—¿Como un obsequio? —murmura ella, intrigada y él eleva la mirada, dejando que esos ojos de mirada avellana se incrustaran en la neerlandesa.

Y esa sonrisa, poco común, elevándose en sus labios hasta el momento en que busca en su arrugado bolsillo que estaba a la altura de sus rodillas lo que estuvo esperando entregarle a ella. Beverly sopla un cabello de su rostro, ve el desastre en la cama, pero le importaba poco y se abraza las rodillas, observando fijamente la mano del canadiense que rebuscaba en su bolsillo.

—Carajo, espera —se alza el bóxer y el pantalón, guiando su mirada por el suelo—. Hum, es...puta madre, debe estar aquí.

—Si me dices qué es, tal vez...

—No, no —le interrumpe, sacudiendo la cabeza, así que se arrodilla en el suelo, mirando por todas partes, cada rincón y esquina—. Es, bueno, una sorpresa y... ¡ajá!

—¿Ya lo encontraste? —dice y entonces eleva la mirada, se mantiene arrodillado, jalándole la pierna hasta causar que Beverly cayera en la cama de espaldas y por poco suelte un chillido—. ¡Logan! —grita en susurros y suspira de satisfacción al sentir los dientes y labios de él en su muslo interno—. No me desconcentres, ¿qué es lo que...?

𝐀𝐭𝐚𝐯𝐢𝐬𝐭𝐢𝐜 𝐃𝐚𝐫𝐤𝐧𝐞𝐬𝐬 𝐢𝐧 𝐔𝐬 [𝐖𝐨𝐥𝐯𝐞𝐫𝐢𝐧𝐞]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora