Capítulo 4: El almacén

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Contra mi mejor juicio, empujé la puerta. Una brisa fría me golpeó tan pronto como lo hice. Al principio, pensé que era la ventilación del edificio, pero este aire era distinto. Era denso, tenía un olor metálico, como el de un hierro oxidado.

El almacén estaba lleno de estanterías viejas y archivos cubiertos de polvo, probablemente olvidados desde hacía años. Por algún motivo que no lograba comprender, sentí como si las sombras dentro de ese cuarto fueran más profundas, más densas que las del resto de la oficina. Mi mano se deslizó automáticamente hacia mi teléfono, buscando la linterna, pero cuando lo encendí, la luz pareció apenas perforar la oscuridad.

El susurro comenzó entonces.

No era un sonido constante ni algo direccional. Era más como una acumulación de murmullos apenas audibles, como si alguien estuviera hablando en un idioma que no podía entender. No provenía de ningún lugar en específico, pero al mismo tiempo parecía rodearme por completo. El sudor frío empezó a correr por mi espalda. Lo único que pude distinguir entre los murmullos era una respiración pesada, profunda y rítmica, como si algo o alguien estuviera observándome desde un rincón invisible.

Fue entonces cuando lo vi.

Al fondo de la habitación, entre dos estanterías corroídas, había un espejo, algo completamente fuera de lugar en un almacén así. No era grande, pero era lo suficientemente llamativo como para sobresalir entre el caos desordenado del cuarto. Lo más extraño es que no reflejaba mi silueta. En lugar de eso, lo que vi fue el pasillo que acababa de recorrer, vacío... excepto por una figura que estaba parada justo frente a mi cubículo.

Me quedé paralizado.

La figura era delgada, más alta de lo normal e imposible de enfocar del todo. Era como mirar algo a través de una ventana empañada: los contornos eran borrosos, pero suficientemente claros para que supiera que no debería estar allí. Intenté volverme hacia el pasillo detrás de mí, pero no pude. Era como si algo invisible me hubiese clavado los pies al suelo, obligándome a seguir mirando el espejo. La figura comenzó a moverse lentamente, paso a paso, acercándose al lugar donde yo estaba.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca como para casi tocar la superficie del espejo, sus "ojos" (si se podían llamar así) parecieron enfocarse en mí por primera vez. Era una mirada vacía, hambrienta. Fueron solo unos segundos, pero sentí que esa cosa estaba inspeccionándome, diseccionándome con una precisión imposible. Y entonces, justo antes de que mi mente se rompiera, el espejo se oscureció de golpe.

Un ruido ensordecedor llenó el cuarto. Sonaba como vidrio haciéndose añicos desde dentro del espejo. Mis pies finalmente reaccionaron y di un salto hacia atrás, tropezándome con uno de los estantes. Mi teléfono cayó al suelo y su luz se apagó. Todo era oscuridad.

No sé cuánto tiempo permanecí allí, congelado. Cuando por fin me atreví a buscar la salida, tropezando entre los escombros, la puerta del almacén ya estaba completamente abierta de par en par, y los murmullos habían desaparecido por completo.

La OficinaWhere stories live. Discover now