Epílogo: El final de todo lo familiar

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El lugar donde la enfrenté está sellado ahora. Pasé una última vez por la estación de tren, semanas después de todo, sólo por curiosidad. Las autoridades habían cerrado la entrada al túnel, protegida por vallas metálicas y carteles de advertencia, como si de alguna forma supieran que había algo que debía permanecer enterrado. Miré por última vez, sentí un escalofrío recorrerme la espalda, y luego me alejé.

Ahora vivo en una ciudad diferente, lejos de todo lo que ocurrió. No soy "feliz", no como lo pintan en las películas, pero tampoco estoy perdido. Hay días en los que escucho un susurro lejano, un eco familiar que me despierta de madrugada, el mismo vacío que solía paralizarme antes de que aprendiera a ponerlo en su lugar.

Pero al final, esos días pasan. La criatura y todo lo que representaba ya no está aquí, al menos no de la misma manera. Ya no soy el mismo hombre que estaba demasiado cerca de la rendición aquella noche. Soy algo nuevo, algo diferente.

Y mientras camino por estas calles desconocidas, con un café en la mano y el viento frío soplando a mi alrededor, recuerdo que sobreviví. Recuerdo que el vacío no me definió, y aunque siempre será parte de mí, no tiene que ser lo que me consume.

Puedo aprender a vivir. Una y otra vez.

FIN.

La OficinaWhere stories live. Discover now