Capítulo 6: Señales

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No volví al almacén. Lo evité con todas mis fuerzas. Al día siguiente fingí estar enfermo y no fui a la oficina. Era domingo, esperaba que un día fuera del edificio me ayudara a recuperar el control, a convencerme de que todo había sido un malentendido, una especie de alucinación provocada por el cansancio o el estrés.

Pero no fue así.

La marca en mi cuello seguía presente, ardiendo intermitentemente como un recordatorio de que lo que había vivido era real. Cada vez que me miraba en el espejo, parecía más oscura, como si algo dentro de mí estuviera cobrando fuerza. Intenté ignorarla y continué el día, pero las señales no desaparecieron.

Primero fue el teléfono. Sonó varias veces durante la tarde, y cada vez que contestaba solo escuchaba un zumbido, similar al sonido de estática, pero con algo extraño en el fondo... algo similar a esos murmullos que había oído en el almacén. Luego, la televisión. Se encendió sola mientras estaba en la cocina. Cuando volví al cuarto para apagarla, la pantalla estaba en negro. Sin embargo, justo antes de que presionara el botón de apagado, vi reflejada en el cristal algo que no debería estar allí: un par de ojos, profundamente hundidos en la oscuridad, observándome desde detrás de mi reflejo.

Me quedé helado.

No sé cuánto tiempo estuve parado frente a esa pantalla. Tal vez unos segundos, pero se sintieron como minutos. Algo dentro de mí me decía que no debía mirar más de la cuenta, que esas cosas se alimentan de atención. Finalmente, apagué la tele de un tirón y salí del departamento. Necesitaba aire fresco, necesitaba estar lejos de esa presencia, aunque sabía que no podía escapar de verdad.

Por unos momentos, estando afuera, logré recuperar algo del control. El bullicio de la ciudad, el ruido de los autos, la luz de los postes. Todo eso me ayudó a distraerme, pero la marca en mi cuello seguía quemando, como si me recordara que no importa a dónde fuera, algo había cambiado en mí... y ya no había vuelta atrás.

La OficinaWhere stories live. Discover now