No sé cuánto tiempo pasó exactamente desde que entendí el alcance de lo que había hecho. El mundo a mi alrededor se sentía menos real cada día. Las sombras eran mi constante compañía, los susurros en mi mente nunca cesaban, y la marca en mi cuello latía con una intensidad que hacía que todo mi cuerpo temblara. Pero lo que más me aterraba no era lo que veía o escuchaba, sino lo que sentía.
Algo dentro de mí... desaparecía. A veces me encontraba mirando a las personas, a los transeúntes en la calle, los compañeros de oficina, e intentando recordar cómo se sentía ser uno de ellos. Sus emociones, sus alegrías mundanas, sus preocupaciones insignificantes... todo aquello antes me había parecido importante, pero ahora solo eran imágenes, recuerdos lejanos, como si estuviera viendo la vida a través de un cristal empañado.
Sin embargo, había algo que me mantenía aferrado. Algo que la criatura no podía tocar.
Sofía.
Ella era la única que parecía percibir lo que estaba ocurriendo. No me lo decía directamente, pero lo veía en sus ojos. La preocupación, las preguntas que no se atrevía a formular. Y, a pesar de todo, no se apartaba de mi lado. Había sentido su distancia al inicio, como si temiera que el vacío que me rodeaba pudiera arrastrarla también. Pero con el tiempo, su presencia se volvió más constante, como si intentara sujetarme antes de que desapareciera por completo.
Una noche, no pude más.
—Sofía, necesito que te alejes de mí. —Le dije con la voz rota, temblando, incapaz de mirarla directamente a los ojos. Ella estaba sentada en el borde de mi cama, sus manos entrelazadas, esperando una explicación.
—¿Qué está pasando contigo? Sólo dime la verdad. —Su voz era suave, pero llena de firmeza.
Quise contárselo todo, explicarle lo que había hecho, lo que había traído conmigo desde ese mundo más allá del espejo. Pero, ¿cómo podía arrastrarla también a esto? No era justo. Ella era lo único puro en mi vida, lo único que no estaba corrompido por las sombras que ahora vivían dentro de mí.
—No lo entenderías. Es demasiado peligroso.
—¿Peligroso para quién? ¿Para mí... o para ti? —Su mirada traspasó todas mis defensas.
Y entonces lo sentí.
La voz de la criatura, susurros en lo más profundo de mi mente, como un veneno que se extendía por mis pensamientos: "Ella nos debilita. Prescinde de ella."
El dolor súbito en la marca casi me hace gritar, pero me contuve. Supe en ese instante que el vínculo con la criatura no era únicamente simbólico. Era físico, real. Y estaba creciendo impaciente. Temía lo que pudiera hacerle a ella si yo no tomaba las decisiones que él esperaba.
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La Oficina
Mystery / ThrillerEn una ciudad gris y rutinaria, un empleado común, atrapado en un vacío existencial, comienza a percibir un susurro constante que lo atormenta. Lo que parece ser simplemente estrés laboral se transforma en un viaje entre lo tangible y lo inhumano cu...