Capítulo 7: La luz

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Regresé a la oficina el lunes. Creí que enfrentarlo directamente sería mejor que seguir evadiéndolo. Pasar más tiempo solo en casa solo empeoraba las cosas. Llegué temprano, intentando que mi rutina me absorbiera lo más rápido posible. Pero desde el momento en que puse un pie en el edificio, noté que algo no estaba bien.

Todo estaba... extraño. No había otra forma de describirlo. Los colores parecían menos vibrantes, como si estuviera viendo el mundo a través de un filtro desgastado. Los sonidos eran más apagados, amortiguados, y los rostros de mis compañeros de trabajo parecían inexpresivos, casi rígidos, como si solo estuvieran allí por inercia, sin verdadera vida detrás de sus ojos. Y luego estaba la luz.

Había algo extraño en la luz de aquel día. Parecía titilar de forma sutil, pero constante. Allí estaba, en las lámparas del techo, en el reflejo de las ventanas, incluso en la pantalla de mi computadora. Cada vez que parpadeaba parecía arrastrarme a un vacío, un momento breve pero inquietante donde mis pensamientos se desmoronaban. Lo peor fue que, en una de esas ocasiones, vi algo en el reflejo de mi monitor. Era una sombra, quieta, justo detrás de mí, por encima de mi hombro derecho. Giré tan rápido como pude... pero no había nada.

Volví a sentarme con las manos temblando, intentando serenarme. Ignorarlo no era una opción. Esto me estaba afectando cada vez más, como una enfermedad que se infiltraba en mi mente y mi cuerpo. Decidí hacer algo al respecto: volver al almacén.

No era lo que más me gustaba, pero había algo en mi interior que me decía que las respuestas estaban allí, que fuera lo que fuera ese oscuro forcejeo con mi percepción, su origen estaba atrapado en esa pequeña habitación apartada del resto del edificio.

La OficinaWhere stories live. Discover now