El estudio de Renata olía a óleo y frustración. Los cuadros a medio terminar se apilaban contra las paredes, formando una galería de silenciosas acusaciones. Frente a un caballete, un lienzo esperaba, casi completo, pero no del todo. Nunca lo estaba.
Renata llevaba tres noches sin dormir, atrapada en el acto repetitivo de mezclar colores que siempre le parecían imperfectos. Cada pincelada nueva corregía un error imaginario, pero también creaba otro.
Hoy, su obsesión era un reflejo en el ojo de la mujer que había pintado. Un destello diminuto que debería transmitir vida, pero que a Renata le parecía vacío.
—No está bien. —Su voz era apenas un susurro, ahogado por el ruido de su respiración agitada.
Tiempo era algo que había aprendido a ignorar hacía años. ¿Qué importaba cuánto tardara, si al final el cuadro sería perfecto?
Tomó el pincel más fino que tenía y lo sumergió en un tono pálido de blanco. La punta tembló en el aire, indecisa, antes de descender hacia el lienzo.
Pero algo la detuvo.
Era una sensación familiar: el miedo. La certeza de que, en el intento de arreglarlo, lo arruinaría para siempre. Su corazón latía con fuerza, como si también supiera que estaba atrapada en un ciclo sin fin.
Renata dejó caer el pincel. El sonido al golpear el suelo fue más fuerte de lo que esperaba, como un golpe en la conciencia. Se llevó las manos a la cabeza y soltó un grito bajo, más frustración que dolor.
De pronto, se levantó de un salto y caminó hacia una de las ventanas cubiertas por pesadas cortinas. Las apartó de un tirón, dejando que la luz de la tarde invadiera el estudio. Los colores del cuadro brillaron bajo la claridad inesperada, y por un momento, Renata sintió algo parecido a la paz.
Pero no duró. En cuanto sus ojos volvieron a recorrer el lienzo, el defecto que había imaginado se hizo más evidente. Era como si la luz misma lo hubiera subrayado, burlándose de su incapacidad para terminar.
—No puedo... —murmuró, con la voz quebrada.
Se desplomó en una silla cercana, su mirada perdida entre los detalles interminables que jamás estarían a la altura de sus propias expectativas. El malestar creció en su pecho, una presión que amenazaba con consumirla entera.
Renata sabía que nunca terminaría ese cuadro, como tampoco había terminado los demás. Pero no podía dejar de intentarlo, atrapada en una lucha contra la perfección que nunca podría ganar.
El pincel seguía en el suelo, esperando.

ESTÁS LEYENDO
RED OSCURA
Non-FictionRed Oscura es una colección de relatos breves que exploran los laberintos psicológicos de las relaciones tóxicas, donde el amor, la obsesión y el control se entrelazan en una danza peligrosa.