Camila cerró los ojos, intentando alejar el zumbido que había comenzado a instalarse en su mente. La carta yacía en el suelo, pero las palabras de Darío seguían resonando, como si estuvieran grabadas en su piel.
"Confío en ti. Confío en que siempre sabrás qué hacer."
El aire en la habitación se volvió denso, sofocante. Se levantó tambaleante, sintiendo el suelo frío bajo sus pies, y caminó hasta la ventana. Afuera, la lluvia trazaba ríos en el vidrio, pero el sonido que siempre la calmaba ahora la inquietaba más.
Se llevó una mano al pecho.
El ritmo de su corazón era errático, como si tratara de escapar de algo que ella misma no podía nombrar. Se recordó a sí misma respirando profundo, como Darío le había enseñado, pero incluso ese acto le sabía a imposición.
"No te ahogues en cosas pequeñas, Camila. Respira, calma."
Era su voz, siempre su voz. La sensación de que hasta su forma de manejar el dolor había sido moldeada por él la golpeó como una ola helada. De repente, cada rincón del apartamento parecía cargar con su presencia: el sofá donde discutían, la cocina donde él la observaba en silencio, la chimenea donde arrojaban sus secretos al fuego.
Se inclinó sobre la mesa del comedor, buscando algo que la anclara, pero solo encontró más recuerdos. Un mechón de cabello se le pegó a la frente húmeda de sudor mientras sus dedos buscaban el borde áspero del mantel. Su reflejo en el vidrio de la ventana la miraba con ojos desconocidos.
—¿Cuándo dejé de ser yo? —murmuró al vacío.
No esperaba respuesta, pero el eco de su propia voz le resultó insoportable. Volvió a la carta en el suelo y la recogió con dedos temblorosos. Esta vez, su mirada no era de melancolía, sino de una mezcla de rabia y miedo.
El malestar subió desde su estómago como un fuego contenido. Las lágrimas comenzaron a caer, primero lentas, luego en cascada, pero no traían consuelo. Eran ardientes, como si el peso de años reprimidos se deslizara por su rostro.
Quiso gritar, pero la voz no le salía. Quiso romper algo, pero no tenía fuerzas. Así que solo se dejó caer al suelo, abrazándose las rodillas, mientras la lluvia continuaba su concierto implacable al otro lado del cristal.
La carta seguía en sus manos, pero esta vez no tenía intención de quemarla. No más fuego.

ESTÁS LEYENDO
RED OSCURA
No FicciónRed Oscura es una colección de relatos breves que exploran los laberintos psicológicos de las relaciones tóxicas, donde el amor, la obsesión y el control se entrelazan en una danza peligrosa.