Las alas del mal

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Mi nombre es Paul, y soy policía. Bueno, novato, pero eso no importa ahora. Lo que importa es que, desde hace un mes, una cosa me persigue. No es un hombre ni un animal. Es una maldita mariposa negra.

La vi por primera vez en una escena de crimen. Era un caso común, según dijeron mis superiores. Un robo que salió mal. Pero algo no cuadraba. Cuando llegué, había un humo negro que parecía flotar en la habitación, denso, como si tuviera vida propia. Nadie más lo mencionó, así que me quedé callado.

Y ahí estaba ella, posada sobre el marco de la ventana: una mariposa negra, enorme, con alas que parecían hechas de tinta líquida. No sé por qué, pero la miré demasiado tiempo. Y cuando lo hice, un escalofrío me recorrió la espalda, como si algo antiguo y malvado me hubiera visto de vuelta.

Esa noche no dormí. Cada vez que cerraba los ojos, veía esas alas batiendo en la oscuridad, dejando un rastro de humo. Y entonces comenzaron los malos tragos.

La siguiente vez que apareció, fue en una redada. Habíamos recibido un aviso de tráfico de drogas. Todo iba según el manual, hasta que entramos. El lugar estaba vacío, pero el humo estaba ahí otra vez, y en medio, la mariposa, revoloteando sobre una mesa.

—¿Hueles eso? —pregunté a mi compañero, tratando de ignorar el sudor que me corría por la frente.

—¿Oler qué? Aquí no hay nada, Paul.

Quería gritarle que estaba ciego, que era imposible no verla, pero me mordí la lengua. Esa noche, soñé con un hombre encapuchado. En mi sueño, él extendía la mano, y la mariposa se posaba en ella. "No es casualidad", me dijo, su voz resonando como un eco en mi cabeza.

A partir de ahí, las cosas empeoraron. Cada caso que me asignaban terminaba mal. El último fue un asalto a mano armada en un banco. Llegué al lugar confiado, siguiendo el protocolo, pero entonces apareció el humo. Lo reconocí al instante. Era más espeso, más oscuro, y en el centro, ella.

El asaltante perdió el control y disparó. Una rehén cayó al suelo. Mi superior me culpó por no actuar rápido, pero ¿cómo explicar lo que había visto? ¿Cómo decirles que sabía que algo estaba marcando mi destino?

—Estás paranoico, Paul —me dijo uno de mis compañeros una noche en el bar. Pero no lo estaba. Lo sentía. Esa mariposa era algo más que un simple insecto.

Ahora estoy aquí, escribiendo estas palabras porque necesito que alguien lo sepa. 

Está detrás de mí otra vez. La siento antes de verla. Ese olor metálico, como sangre mezclada con ceniza.

Cuando aparece, siempre pasa lo mismo: alguien muere, o yo termino con algo que nunca olvidaré. No sé si estoy maldito o si me eligió por alguna razón que no entiendo. Pero sé que mientras siga viéndola, los malos tragos no se detendrán.

Si encuentras este escrito, busca la mariposa. Mírala. Pero ten cuidado, porque puede que te esté buscando a ti también.


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