Marco sabía que era invisible.
Siempre lo había sido. Desde niño, cuando sus padres le gritaban por cosas que no recordaba haber hecho, hasta ahora, en la prisión, donde las miradas pasaban sobre él como si no existiera.
En el rincón del patio, se sentía seguro. Ahí podía dejar que los murmullos en su cabeza fluyeran libremente, sin que nadie lo interrumpiera. Eran su única compañía, su único consuelo.
"Son todos iguales, Marco", le decían las voces. "Ellos te ven débil porque no saben quién eres en realidad."
A veces, se preguntaba si las voces tenían razón. Pero otras veces, sentía que ni siquiera sabía quién era él mismo. Su reflejo en los charcos del patio parecía cambiar cada día, como si alguien más usara su rostro cuando no estaba mirando.
Cuando Joseph se acercó aquella tarde, Marco sintió un escalofrío. Lo conocía bien, o al menos creía que lo conocía. Joseph era uno de esos hombres que siempre lo miraban como si fuera menos que nada. El tipo de persona que hablaba fuerte para que todos lo escucharan y caminaba como si el suelo fuera suyo.
"¿Qué quiere?", murmuraron las voces, ansiosas.
Joseph encendió un cigarrillo y, para sorpresa de Marco, se lo ofreció.
—Tómalo.
Marco dudó. Era una trampa, seguramente. La gente como Joseph no compartía con la gente como él. Pero el cigarrillo ardía entre los dedos de Joseph, y el humo ascendía como una invitación imposible de ignorar.
"Acéptalo", dijeron las voces. "Pero no confíes en él."
Con manos temblorosas, tomó el cigarrillo. Lo sostuvo como si fuera un objeto precioso, algo que no merecía pero que necesitaba. No dijo nada, porque las palabras siempre se le trababan en la garganta.
Joseph tampoco habló, y eso lo desconcertó. No había insultos, ni miradas de lástima. Solo el silencio compartido, roto únicamente por el crepitar del tabaco al arder.
Por primera vez en mucho tiempo, Marco sintió que las voces se calmaban. Era un silencio incómodo, pero no insoportable.
"Tal vez no es como los demás", pensó.
Sin embargo, otra voz, más tenue pero más persistente, surgió desde lo más profundo de su mente: "¿Y si tú también podrías ser como él?"
Esa idea lo aterrorizó. Había pasado tanto tiempo convenciéndose de que su debilidad lo definía, de que su lugar era el fondo, lejos de los golpes y las expectativas. ¿Qué pasaría si intentara algo diferente? ¿Si intentara ser algo más?
Miró a Joseph, buscando respuestas, pero lo único que encontró fue el mismo vacío que sentía en sí mismo. Era como mirarse en un espejo.
De repente, el cigarrillo en su mano se sintió más pesado, como si cargara con un peso que no entendía del todo. Marco exhaló el humo lentamente, preguntándose si su reflejo también cambiaría cuando terminara el cigarrillo.
Y por primera vez, la idea de ser visible no le pareció tan mala.
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RED OSCURA
NonfiksiRed Oscura es una colección de relatos breves que exploran los laberintos psicológicos de las relaciones tóxicas, donde el amor, la obsesión y el control se entrelazan en una danza peligrosa.