One Zolu Shots

Dulce

Era de madrugada en el Thousand Sunny, y mientras todos dormían, Zoro estaba sentado en la proa, con una botella de sake a su lado. La brisa salada del mar le daba cierta calma, pero su mente estaba en completo desorden. Había algo que lo estaba carcomiendo por dentro, algo que, como de costumbre, no sabía cómo expresar.

Desde hacía tiempo, Luffy y él habían desarrollado una conexión que iba más allá de las palabras. Una amistad profunda, sí, pero también algo más. Algo que Zoro, en su torpeza emocional, nunca había sabido cómo manejar. ¿Cómo se supone que un espadachín frío y disciplinado puede demostrar amor cuando ni siquiera sabe cómo se siente al respecto?

Luffy, por su parte, siempre había sido el alma de la nave, un torbellino de energía y optimismo. Pero últimamente había comenzado a notar algo: un abismo silencioso entre ellos. A pesar de lo mucho que Zoro lo protegía, lo seguía, y luchaba por él, parecía incapaz de abrirse del todo. Esa distancia empezaba a pesarle a Luffy, como si llevara una carga invisible.

Esa noche, mientras Zoro reflexionaba, Luffy apareció detrás de él, silencioso, algo poco habitual en él.

—Zoro, ¿qué haces despierto? —preguntó con su tono despreocupado, aunque sus ojos reflejaban algo más serio.

—Nada importante. —Zoro no se giró. Dio un sorbo al sake y miró hacia el horizonte.

Luffy se sentó a su lado, cruzando las piernas. Había algo en su postura, más relajado de lo normal, pero también distante. Zoro lo notó.

—He estado pensando, Zoro. —La voz de Luffy era más suave de lo que acostumbraba—. Creo que es hora de que te diga algo.

Zoro frunció el ceño, no acostumbrado a que Luffy hablara con tanta seriedad.

—¿Qué pasa?

Luffy miró al cielo, como buscando las palabras.

—Creo que estoy cansado de esperar.

Zoro lo miró, confundido.

—¿Esperar qué?

—Esperar a que me digas algo. O que al menos me demuestres que... esto es algo más que protegerme porque soy tu capitán. —Luffy lo miró directo a los ojos, algo que pocas veces hacía en momentos así. Sus palabras eran simples, pero cargadas de significado—. Sé cómo eres, Zoro. Sé que no eres de hablar mucho, ni de demostrar lo que sientes. Pero... yo necesito más. Necesito saber si te importo de la misma forma en que tú me importas a mí.

El silencio entre ellos fue casi insoportable. Zoro apretó los puños, luchando contra algo que no entendía del todo. Por dentro, quería gritar que sí, que Luffy lo era todo para él, que lo amaba más de lo que jamás había amado a alguien. Pero, ¿cómo se dice algo así cuando no estás acostumbrado a hablar de sentimientos?

—Luffy... —empezó, con la voz más grave de lo normal—. No sé cómo hacer esto.

Luffy soltó una risa suave, amarga, y negó con la cabeza.

—Lo sé, Zoro. Pero eso no significa que no duela. No puedo seguir pretendiendo que está bien. Tú tienes tu forma de ser, y yo la mía. Tú tomas tu sake solo, y yo quiero compartir el amanecer con alguien. Tú prefieres el silencio, y yo necesito alguien que me hable.

—Eres demasiado dulce para mí, Luffy. —Zoro dijo finalmente, su voz casi un susurro.

Luffy lo miró, sorprendido.

—¿Eso qué significa?

—Significa que... no soy lo que necesitas. Tú eres luz, energía, vida. Y yo... —Zoro miró su botella de sake—. Soy oscuridad, silencio, y un camino lleno de sangre.

Luffy se levantó, sacudiéndose la ropa, como si esa confesión no fuera suficiente.

—Quizás tengas razón. Pero al menos ahora sé cómo te sientes. —Le dio una última mirada, con una sonrisa triste—. Zoro, yo quería quedarme contigo. Pero si tú no puedes encontrar la forma de quedarte conmigo, entonces no tiene sentido.

Zoro no respondió, y Luffy se alejó, dejando al espadachín con sus propios demonios. El sonido de las olas era lo único que llenaba el vacío que Luffy había dejado.

Zoro sabía que había perdido algo importante esa noche. Pero, como siempre, era demasiado tarde para cambiarlo.