Somos mas, Zoro....

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Hoy Luffy se sentía más perdido que nunca. No había comido en todo el día. La comida, su mayor alegría, no le sabía a nada. Lo que antes le arrancaba sonrisas, ahora solo le recordaba a Zoro.

Desde que se separaron, todo había sido un caos silencioso. Zoro estaba con ella... con Tashigi. O al menos eso decían. Luffy no lo confirmó nunca, pero tampoco necesitaba hacerlo. Las ausencias hablan, y Zoro había desaparecido. No había una pelea formal, ni una ruptura clara. Solo distancia. Mensajes sin responder. Silencios que se volvían abismos.

"Ya casi es Navidad", pensó Luffy, mientras encendía otro cigarrillo. No solía fumar, pero esa semana ya se había terminado una cajetilla entera. Robin lo había notado. Sanji se lo mencionó con una broma incómoda. Pero nadie decía nada más. Todos sabían que él estaba roto.

Luffy se recostó en el sillón del Sunny, ese barco que antes era hogar. Ahora todo se sentía demasiado grande sin Zoro. La mirada del espadachín, sus silencios cómodos, la forma en que entendía a Luffy sin decir mucho. Lo extrañaba. Dios, lo extrañaba.

Recordó la última vez que hablaron frente a frente. Fue después de una misión fallida. Zoro lo buscó en la cubierta, y con una expresión extrañamente seria, le dijo: "Tal vez necesitemos espacio". Luffy solo asintió. En ese momento pensó que sería temporal. Que volvería. Que Zoro siempre volvía. Pero no fue así.

"Cómo será no sentir nada por ti" pensó, mientras tocaba con los dedos su propio cuello, recordando dónde Zoro solía dejar besos suaves después de una batalla. Su cuerpo lo recordaba aunque su mente intentara olvidarlo.

La tripulación se movía con cautela alrededor de Luffy. Sabían que algo no estaba bien, pero respetaban su espacio. Chopper le dejaba vitaminas en su mesa. Nami le hablaba con suavidad. Usopp intentaba contarle historias ridículas para hacerlo reír. Pero nada funcionaba. Franky le propuso construir algo juntos, como antes, pero Luffy apenas levantó la mirada.

Había planeado una despedida. Algo digno. Una conversación madura. Pero la Navidad se acercaba, y el ambiente lo volvía blando, nostálgico. Quedarse solo en el Sunny era una tortura. Cada rincón tenía un recuerdo con Zoro. El rincón donde dormían juntos cuando el mar estaba muy agitado. El gimnasio improvisado donde lo veía entrenar por horas. Hasta la cocina, donde Zoro intentó hacerle un desayuno alguna vez, y fue un desastre.

A veces soñaba con él. Soñaba con su voz, con el tacto de sus manos, con la risa silenciosa que solo Luffy podía sacarle. Y al despertar, el hueco era más grande. La ausencia dolía como una herida abierta.

Una notificación vibró en su den den mushi. Era Zoro.

Zoro: "¿Cómo estás?"

Tan simple. Tan estúpidamente simple. Y sin embargo, le revolvió todo. Luffy tragó saliva. No quería llorar otra noche más. No quería fingir que nada había pasado. Porque sí pasó. Porque fueron algo más que amigos, más que compañeros. Fueron todo.

Luffy: "Tú y yo sabemos que somos más."

Zoro tardó en responder.

Zoro: "Lo sé."

Pero no escribió nada más. Porque Zoro siempre fue así. Callado, contenido, cobarde cuando se trataba de sentimientos.

Luffy: "Tengo que colgar."

Su voz se quebró mientras sus dedos temblaban al cerrar el den den mushi. "De seguro ella está a tu lado", murmuró, no sabía si para Zoro o para sí mismo. Pero lo sabía. Aunque Zoro lo negara, ya no era suyo.

Luffy subió a la cubierta del barco. El cielo estaba despejado, lleno de estrellas. Se sentó en el borde, con los pies colgando sobre el mar, y se permitió llorar. Sin testigos. Sin palabras. Solo el sonido del agua y el eco de lo que había perdido.

—Y aunque somos más... yo te tengo que olvidar.

Lo dijo en voz alta, como si así pudiera hacer que fuera real. Como si al repetirlo, su corazón entendiera lo que su mente ya sabía.

No habría vuelta atrás. Zoro había tomado su decisión. Y aunque Luffy sabía que entre ellos existía algo profundo, algo que superaba las etiquetas o las palabras, también sabía que a veces, incluso cuando el amor es mutuo, no basta.

Porque ella seguiría a su lado.

Y Luffy tendría que aprender a vivir con eso.

Pasaron los días, y Luffy comenzó a reconstruirse lentamente. Empezó a comer, al menos un poco. A veces se reía cuando Usopp le contaba algo especialmente tonto. Incluso se dejó arrastrar por Nami a una pequeña fiesta en la isla cercana. No bailó, pero observó. Respiró. Sintió que el aire no pesaba tanto.

Zoro no volvió a escribirle. Pero tampoco Luffy lo esperaba. Había algo liberador en esa certeza. Ya no necesitaba esperar. No más "¿Y si vuelve?", no más ilusión.

Esa Nochebuena, Luffy se quedó en cubierta con Chopper, quien le trajo una manta y un poco de chocolate caliente. Vieron caer las estrellas fugaces sobre el océano. Y aunque su corazón seguía roto, al menos esa noche no estaba solo.

—¿Crees que el amor duele para siempre? —le preguntó Luffy, sin apartar la vista del cielo.

—No lo sé —respondió Chopper, sincero—. Pero tú siempre sanas, capitán. Incluso cuando te rompes.

Y Luffy sonrió. Fue una sonrisa tenue, quebrada. Pero era real.

Porque aunque su alma estuviera llena de cicatrices, aún quedaban viajes por hacer, islas por explorar, vidas por salvar.

Y aunque Zoro ya no estuviera a su lado, Luffy seguía siendo Luffy.

Y seguía soñando con el mar.

One Zolu ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora