ojos tristes pt2

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El invierno llegó antes de tiempo ese año. Luffy odiaba el frío, pero no se quejaba. Caminaba por la ciudad con las manos en los bolsillos, la bufanda que Zoro le había regalado dos años atrás rodeándole el cuello.

Volvió tarde esa noche. Zoro lo esperaba despierto, con la mirada fija en la ventana, como si pudiera verlo venir antes de que llegara.

—¿Todo bien? —preguntó, sin voltear.

—Necesito hablar contigo —dijo Luffy, quitándose los zapatos con lentitud, como si retrasara lo inevitable.

Zoro giró. Bastó una mirada para saber que algo estaba mal.

—Dime.

Luffy tragó saliva. Sacó una carta del bolsillo. Era oficial. Con sello. Pesada en significado.

—Me ofrecieron una beca en Francia. Literatura. Todo pago. Es... la oportunidad que siempre soñé.

Zoro sintió un escalofrío recorrerle la columna.

—¿Y qué dijiste?

—Que lo pensaría.

—¿Y lo pensaste?

Luffy levantó la mirada. Había lágrimas. Pero también decisión.

—Zoro... necesito irme.

El silencio que cayó fue largo. Frío. Cortante.

Zoro apretó los puños.

—¿Y nosotros?

Luffy se acercó. Lo abrazó como si fuera la última vez.

—Nosotros siempre vamos a existir. Pero hay lugares donde no puedes seguirme... no ahora. Esta beca es... es mi voz. Es contar mi historia a quienes la necesitan. Es honrar lo que tú hiciste por mí.

Zoro cerró los ojos.

—¿Me estás dejando?

—Te estoy pidiendo que me esperes.

—¿Cuánto tiempo?

—Dos años.

—¿Y si todo cambia?

—Entonces cambiaremos juntos. O al menos lo intentaremos. Pero si me amas, Zoro, no me detengas. No ahora. No cuando por fin me siento capaz de caminar por mí mismo.

Zoro lo abrazó con fuerza. Como si pudiera grabar su calor en la piel.

—Siempre supe que el mundo te iba a llamar. Pero juro que nunca pensé que tendría que dejarte ir para verte volar.

—Y yo nunca quise que volaras conmigo si eso te rompía las alas.

La última noche fue lenta. Se quedaron abrazados en la cama, sin hablar. Respirando el mismo aire. Temblando bajo la misma cobija. Zoro lloró en silencio. Luffy también.

Al amanecer, Zoro acompañó a Luffy al aeropuerto. No soltaron las manos hasta que fue obligatorio.

—Escríbeme, aunque no puedas hablarme —dijo Zoro, con la voz quebrada.

—Lo haré. Cada semana. Como si fuera un diario contigo.

—¿Y si me necesitas?

—Entonces me esperas. Y si me necesitas tú... yo vuelvo.

Luffy se fue con una mochila al hombro y el corazón latiéndole como si fuera a estallar.

Zoro se quedó en la terminal por horas, mirando el cielo gris, deseando que el amor fuera suficiente para aguantar la distancia.

Los meses pasaron

Luffy escribía. Cada semana. Sin falta. En cada carta había poesía, miedo, amor. Zoro contestaba, aunque no siempre encontraba las palabras.

Hubo noches solitarias. Días sin respuesta. Momentos en los que el mundo parecía menos cálido sin esa risa que llenaba el apartamento.

Pero también hubo fuerza.

Zoro no volvió a entrenar por rutina, sino para mantenerse firme. Luffy no dejó de escribir ni un solo día, ni siquiera cuando las críticas llegaron, ni cuando se sintió pequeño entre gigantes.

Un año después, Zoro recibió una caja por correo.

Dentro había un libro.

"Donde no puedes seguirme" – Luffy D. Monkey.

La dedicatoria lo rompió por dentro:

A quien me sostuvo cuando ni yo quería sostenerme. A quien me dejó volar sin cortar mis alas. A quien amo, incluso cuando no está a mi lado. Zoro, este libro es tuyo, porque sin ti, yo no sería yo.

Zoro lo leyó entero esa noche. Y lloró. Pero no de tristeza.

Sino de orgullo.

Porque había amado a un chico roto. Y ese chico había aprendido a brillar.

Dos años después

Zoro esperaba en el mismo andén del aeropuerto. No había carta esa vez. Solo una promesa.

Y cuando lo vio, con el cabello más largo y la sonrisa más madura, entendió algo.

Había valido la pena.

—¿Me esperaste? —preguntó Luffy, con voz temblorosa.

—Lo lamento Luffy....—Susurro Zoro

One Zolu ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora