– ¿Sabes cómo es cuando tienes miedo de verte a ti mismo? ¿Sabes lo que es desear ser otra persona? Que no tenga que pedirte ayuda para continuar ¿Sabes cómo es querer rendirse? NO quiero seguir sintiéndome así mañana. No quiero vivir así hoy ¡Hazme sentir mejor! ¡Quiero sentirme mejor! Quédate aquí conmigo ahora... y nunca te rindas. –
Caminaba con su reconocida lentitud de siempre. Lo acompaña un ligero dolor de cabeza y estómago, junto con cansancio de sobra. Se dirigía al comedor, la hora que más odiaba del día. Su dieta era demasiado estricta y no podía permitirse comer nada. Pero todos los hedores de los alimentos allí casi siempre lograban intimidarlo.
Y ese día no fue la excepción. Termino sacando dinero de su bolsillo, tomando una ensalada y una botella de agua. Su mano temblaba cuando le dio el dinero a la cocinera, que estaba a cargo de la caja registradora. Recibió su cambio y prácticamente corrió, con su bandeja, a alguna de las bancas vacías del fondo.
Se demoró otro par de minutos observando la lechuga, el tomate, el pepino y las zanahorias. No se resistió y le dio un mordisco a la verdura naranja. Su paladar dolió por la anticipación. Comió un par más hasta que el dolor de estómago se esfumó y entonces llegó la culpa.
Se sentía inútil por no poder controlarse. Se levantó de golpe, rescato su botella de agua y tiro lo demás a la basura, prácticamente corriendo hacía las puertas que daban hacía el patio de la escuela. Se escondió bajo la sombra de un árbol que lograba otorgar protección contra los rayos gama a una banca allí abandonada. El lugar resultaba estar lo suficientemente alejado de las puertas de entrada, como para que los estudiantes se interesaran por ir allí.
Sin embargo, Harry pudo divisar a un chico caminando, hasta donde él se encontraba. No podía ser más alto que él, con una complextura delgada que Harry envidio al instante. Su cabello castaño claro, siendo teñido en las puntas luciendo un corte despeinado. Usaba unos jeans gastados y una camiseta negra sin ningún tipo de logotipo o nombre de alguna marca, incluso el color se veía desgastado al igual que sus tenis negros.
El chico desconocido se sentó a su lado y miro al frente, como si lo conociera de toda la vida y estuvieran en confianza total. Harry decidió ignorarlo, y pasaron cinco minutos exactos en completo silencio, hasta que el rubio decidió hablar.
-Te odio – fue lo primero que dijo.
Harry lo miró con el ceño excesivamente fruncido. ¿Odiarlo?
-¿Quién eres? – le pregunto sin intentar ocultar su irritación.
-Niall – respondió el chico, como si fuera la cosa más obvia del mundo.
-¿Odiarme? – pregunto incrédulo.
Niall solo asintió con la cabeza, sin dejar de mirar al frente.
-Pues yo te odio también – le dijo Harry sonando demasiado infantil para su gusto.
-No tienes razón para odiarme – le dijo Niall lentamente.
-Tu tampoco.
-Si la tengo.
-¿Y cuál es? – rodo los ojos exasperado.
-Tiraste tu comida – Harry lo miro con el ceño aún más fruncido y con la boca ligeramente entreabierta. No comprendía nada, hasta que Niall volvió a hablar –. Tiraste tu comida – lo miró –, y yo tengo hambre.
Después de eso duraron mucho tiempo en silencio. No era un silencio incomodo, en cambio, se sentía correcto. Harry se había perdido en las esferas azules que lo miraban con atención. Sus facciones delicadas y tiernas. Era bonito, sí. Harry sabía muy bien sus preferencias sexuales, pero ese chico no podía gustarle de esa manera.
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Anorexia (Larry Stylinson)
RomanceEs difícil para quien no lo vive y no lo ve, comprender a los espejismos. Creditos de portada a: str4wberrymilk