Capítulo 10 - Juntos, sin importar que (Primera parte)

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-Te necesito justo aquí a mi lado. Tú eres todo lo que yo no soy en mi vida. Somos indestructibles, somos intocables. Te prometo que este amor no terminará. Sin importar que, yo cubro tu espalda. Recibiría una bala por ti si llegáramos a eso. Lo juro por Dios, que en este amargo final, vamos a ser los únicos en pie –

Narra Liam.

El día era gris, casi negro, había una brisa fresca de otoño recorriendo la pista de dos kilómetros de arena. Traía unos tenis blancos desgastados, un short deportivo y una musculosa blanca, un atuendo bastante fresco para este frio clima. Pero yo tenía calor. El sudor me resbala por el rostro y la espalda. Había corrido ya cuatro kilómetros y me faltaban otros dos para terminar lo que se podría llamar un calentamiento.

Al entrar al gimnasio junto con algunos compañeros, hicimos lagartijas, sentadillas, abdominales. Ahora me colocaba vendas en mis puños, envolviéndolos bien, para después colocarme los guantes de box y empezar a golpear el costal. De alguna manera esto me relajaba, me sacaba la tensión y el estrés que tenía adentro. Entre más interrumpía en mis memorias, más fuerte golpeaba el costal.

Veía el rostro de una persona, una persona muy especial. Golpe más fuerte, haciendo que el costal se balanceara. Veo unos ojos a través de un par de cristales, me confunden me ciegan, golpee más fuerte, mis nudillos que comienzan a doler. Una sonrisa, una risa melodiosa que ahora solo me llena de tristeza, que se vuelve enojo, se transforma en furia, golpe tan fuerte el costal que casi podría jurar que me lastime la muñeca, lo detengo e inhalo aire.

Ahora sentía los brazos débiles y mi respiración muy acelerada. No me dio tiempo a descansar si quiera un poco para cuando escuche una voz algo rasposa y profunda a mí lado.

-Liam – me llamó el entrenador a mi lado izquierdo, dándome cuenta de que está más cerca de lo que creí que estaría. Es muy raro que alguien se me acerque tanto.

-Entrenador – le respondo para que sepa que lo escucho. Él es una de las únicas personas a las que les tengo respeto todavía.

-Este es Regan – dijo poniendo su grande y pesada mano sobre el hombro de un chico que se veía de unos doce años, con ojos de color verde gris, cabello negro y pálida piel. Es algo delgado y tiene una expresión muy inocente como para su edad, sonríe alegremente como si no hubiera suficiente tragedia en el mundo para quitarle la sonrisilla que ya me empezaba a exasperar. Sin embargo, había algo en él que se me hacía muy familiar, pero no pude pensar porque mi entrenador siguió hablando.

- Es nuevo y me gustaría que le enseñaras el gimnasio – fruncí el ceño y dirigí mi mirada hacía aquel chico. Mi mirada era hostil pero él no parecía inmutarse de ello. No me veía como una amenaza, ni parecía asustado. Con un suspiro de pesadez y tratando de conservar el respeto que tengo por este hombre asentí con la cabeza ligeramente –. Bien, me voy, hay trabajo. Diviértanse.

-Claro – respondió aquel chico, con la misma alegría de su sonrisa impregnada en su tono de voz.

-Vamos – dije bruscamente, mientras empezaba a avanzar.

Escuche sus pasos a carrera para alcanzarme, cuando se posiciono a mi lado pude ser un poco más consiente en lo delgado que aquel pequeñajo se veía. Apuesto a que nunca había practicado un deporte antes. Caminamos hasta la entrada del gimnasio, el cual estaba constituido por tres partes. La primera, la cual era el área de ejercicio, había caminadoras, pesas, mancuerdas, equipo de fuerza, etc.. La segunda era una enorme cancha olímpica, tenía múltiples rayas de diferentes colores en el suelo. La tercera era única y exclusivamente del gimnasio de box. Incluido un ring en este, junto con costales, y algunos aparatos de ejercicios.

Anorexia (Larry Stylinson)Where stories live. Discover now