Capítulo 30 - Caída libre II

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"Sabes que he sido herido antes, sabes el resultado y se que quieres más. Quieres que me descongele. Pero sabes que estoy helado, me enfrió cuando no vas despacio, pero se que quieres más. Necesitas que me descongele. Y se que vales la pena, y se que esto podría funcionar, si tan solo pudiera dejarte entrar."


Un fuerte golpeteo lo despertó de su confortable sueño. Rodo los ojos internamente, mientras retiraba el brazo con el que abrazaba a Lea por la espalda. Se levanto con un ligero mareo y recorrió el frio piso con los pies descalzos hasta llegar a la puerta. Observo por la ventana y abrió los ojos exageradamente al darse cuenta de quien se encontraba afuera de su casa.

Corrió a su cuarto de nuevo, tomando las llaves en un fuerte agarre y se quedo estático frente al pedazo de madera que lo separaba de la persona al otro lado. Pensaba en que no era buena idea abrirle cuando Lea y su auto del año se encontraban en el mismo lugar, pero sabía que él no se iría hasta que le abrieran.

Abrió la puerta lentamente y con todos sus sentidos alerta. El hombre frente a él se veía todavía un poco más acabado de lo que lo había visto hace un par de meses. Con grandes ojeras, y la piel arrugada por su anterior obesidad. El vicio del alcohol y el tabaco habían terminado con su peso, haciéndolo mera piel y huesos. Vestía un pantalón oscuro con un saco desgastado y que olía al humo del cigarrillo que traía en mano.

Liam observo al hombre frente a él, que conoce desde hace toda su vida, como si fuese un completo extraño.

-Papa, pensé que no volvería a verte – respondió sínico.

-No podía dejar a mi hijo sin auto toda la vida, ¿o sí?

El hombre hizo un atentado para entrar en la casa. Liam no se lo impidió, aunque estaba seguro que Lea despertaría por el olor a tabaco.

-Pero al parecer ya te has conseguido otro motor, ¿Por qué no me lo habías dicho? ¿Cómo fue que lo pagaste? – pregunto Geoff con calma.

-No es mío – se limitó Liam a responder.

-Interesante.

Se quedaron algunos segundos en silencio. Liam parado frente al sillón en donde su padre había decidido tomar asiento y cruzando los brazos. La vista era algo extraña en los ojos de Liam. Él había huido de casa desde los dieciséis años, porque al morir su madre, Geoff se convirtió en una bestia, dejando que el alcohol manejara su vida y lógica. Liam llego a parar al hospital dos veces por sus ataques de furia y perdió un año de la escuela por faltar a clases.

Después de eso, el hombre frente a él no era alguien a quien precisamente le tuviera cariño. Sus pensamientos se desviaron al escuchar ruido desde su habitación, por donde una chica de cabello negro, largo y enmarañado se asomaba a la sala para saber de dónde venían los susurros y el espantoso olor a tabaco que le provocaba acidez estomacal.

Geoff se quedó en silencio, observando a Angie y Liam simultáneamente. El castaño no se encontraba asustado por la reacción de Lea. Él la conocía lo suficiente como para saber que ella ignoraría todo y se serviría desayuno sin siquiera saludar. Sonrió ligeramente cuando afirmo sus pensamientos, mirando los pies descalzos de Angie avanzando, para calentar leche y mezclarla con chocomilk, para después tomar un plátano de la mesa y dirigirse a la habitación en completo silencio y sin inmutarse.

Geoff volteo hacia Liam esperando una explicación. Una que Liam no le daría.

-Es hora de que te vayas – dijo el castaño sin una pizca de emoción.

Geoff se levantó lento y con movimientos débiles, sin inmutarse por el frio tono de Liam, y camino tranquilo hasta la salida. Antes de alejarse, sin embargo, saco un par de llaves, correspondientes al viejo Ford de Liam. Este solo negó y Geoff lo observo por un largo tiempo, guardando de nuevo las llaves en su bolsillo y dirigiéndose hacia el auto, para después entrar en el e irse tan rápido como vino.

Anorexia (Larry Stylinson)Where stories live. Discover now