El viento soplaba con la fuerza de una bestia indómita, arrancando susurros a las copas de los árboles desnudos. La nieve caía en espirales caóticas, ocultando el rastro de nuestros pasos. El bosque era un laberinto de sombras que se alargaban bajo la luz pálida de la luna, y cada crujido bajo mis pies era un recordatorio de lo frágil que era nuestra situación.
Mi respiración era un jadeo entrecortado, el dolor en mi pierna una constante punzada que amenazaba con derribarme. La herida ardía, pero me obligué a seguir adelante. No había tiempo para debilidades. No mientras Athan seguía perdido en este infierno.
La mujer caminaba a mi lado, su figura envuelta en un abrigo oscuro que se fundía con las sombras. Su mirada era fija y determinada, como si cada paso fuera una declaración de guerra contra el destino. Había algo feroz en ella, algo que me hacía querer confiar aunque mi instinto me gritara lo contrario.
—Pronto estaremos a salvo —dijo sin mirarme.
—¿Qué significa "a salvo" aquí? —pregunté, intentando mantener mi voz firme a pesar del temblor en mis piernas.
Ella no respondió de inmediato. Su silencio pesaba tanto como el aire helado que nos envolvía. Finalmente, sus labios se curvaron en una sonrisa amarga.
—Significa que seguiremos respirando un poco más.
No supe si sentirme aliviada o aterrorizada.
De repente, la mujer levantó una mano, deteniéndose en seco. Su cuerpo entero se tensó, como el de un animal que detecta la presencia de un depredador. Yo contuve el aliento, aguzando el oído. Al principio, solo escuché el ulular del viento y el crujido distante de las ramas. Pero luego, un sonido distinto emergió: pasos, lentos y deliberados.
—¿Qué es eso? —susurré.
—Problemas —respondió ella, sacando un cuchillo que brilló bajo la luz de la luna.
El miedo se apoderó de mí. No era el temor racional de enfrentar a un enemigo humano. Era algo más profundo, más visceral. Algo primitivo.
De entre las sombras, una figura emergió. Alta, esbelta, envuelta en una oscuridad que parecía tener vida propia. Sus ojos brillaban con un fulgor antinatural, y su sonrisa torcida era la de alguien que disfrutaba del terror que inspiraba.
—Vaya, vaya —dijo el hombre con una voz grave y cortante—. No pensé que correrían tan lejos.
La mujer no dudó. Se lanzó hacia él con el cuchillo en alto, moviéndose con la gracia letal de un cazador. La hoja destelló antes de que el hombre la detuviera con una facilidad perturbadora. Un movimiento rápido y el cuchillo voló de sus manos, aterrizando lejos en la nieve.
—¿Eso es todo? —se burló él.
Ella no se rindió. Sacó una pistola oculta en su abrigo y disparó. El disparo rompió la quietud de la noche, pero el hombre apenas retrocedió. Una sonrisa aún más amplia se dibujó en su rostro.
—Interesante.
El terror se transformó en algo más: la certeza de que enfrentábamos algo que desafiaba toda lógica. La mujer me tomó del brazo y me arrastró lejos.
—¡Corre! —gritó.
Corrimos. Los árboles se convirtieron en sombras borrosas mientras nos adentrábamos más en el bosque. La nieve frenaba nuestros pasos, pero el miedo nos impulsaba. Atrás, el sonido de los pasos del hombre nos seguía, lentos, como si disfrutara del juego.
Finalmente, divisamos una estructura a lo lejos: una cabaña abandonada oculta entre los árboles. Nos lanzamos hacia ella sin detenernos. La mujer golpeó la puerta con todas sus fuerzas hasta que esta cedió.

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Rosas y Espinas © (Completa✔️)
Science FictionUn movimiento ideológico dio rienda suelta al caos dentro de una ciudad distante la cual carecía de violencia. La tranquilidad que primaba en la ciudad quedó sumida en secretos. Conformándose a la versión oficial acerca de la muerte de su hermano, u...