Capítulo 37

2 0 0
                                        

(37)

KIARA

Varios años habían pasado desde que estuve con Tobjørn. Pero aunque el tiempo había marchado adelante, los recuerdos seguían vivos en mí, como ecos persistentes de una historia que aún no lograba entender del todo.

En su momento, había creído que el amor entre nosotros era todo lo que necesitábamos, que juntos podríamos superar cualquier cosa. Pero ahora, al mirar atrás, me daba cuenta de lo mucho que había fingido. Fingiendo que podía ser quien tú querías que fuera.

La ironía me golpeaba. Durante tanto tiempo, había tratado de encajar en un molde que no era el mío, en un papel que nunca pude interpretar bien. Me había esforzado por entender sus silencios, por dar sentido a sus miradas, creyendo que el amor podía hacer que las piezas encajaran. Pero ahora sabía la verdad: no se puede conocer a alguien que ni siquiera sabe quién es. Tobjørn no sabía quién era, y mucho menos yo.

Y luego llegaron las despedidas. Frías y definitivas. Como una tormenta que nunca te avisa antes de azotarte. Me fui a mi casa, a mi vida, y él siguió su camino, sin que nada pareciera haber cambiado para él. Pero para mí, todo era diferente.

Recuerdo la primera vez que su verdadera identidad salió a la luz, esa noche en la que Tobjørn, o mejor dicho, Talamorath, dejó caer la máscara que había estado usando durante siglos. Fue una tormenta, una tormenta de verdad, que azotó la ciudad, pero en mi interior la tormenta era mucho más intensa. Aquella noche se revelaron secretos oscuros, mucho más allá de lo que mis ojos y mi corazón podían soportar.

Estábamos en una vieja casa aislada en las afueras del pueblo, donde nos habíamos refugiado de la tormenta. La luz de las velas titilaba y las sombras danzaban de manera extraña, como si la propia oscuridad estuviera viva. Tobjørn había sido... todo lo que una joven como yo había soñado: encantador, enigmático, con un aire de misterio que me atraía sin remedio. Pero lo que no sabía era que detrás de esa fachada perfecta, había algo mucho más peligroso. Algo antiguo. Algo que había estado esperando siglos para desatarse.

Durante días, había notado algo extraño en él. No sólo sus ojos, oscuros como pozos sin fondo, sino también su actitud. Había algo en su presencia que me ponía nerviosa, un sentimiento de... amenaza que no lograba identificar. Una sensación que solo pude comprender cuando, en un arranque de furia, Tobjørn se transformó en lo que realmente era: Talamorath, un demonio antiguo y temido por su sed de poder y destrucción.

La revelación fue abrumadora. La habitación se llenó de un aire denso, opresivo, como si la gravedad misma hubiera cambiado. Tobjørn no era un ser humano, sino un ser de pura oscuridad. Su cuerpo se elongó y sus rasgos se distorsionaron. El rostro que había conocido desapareció y apareció el de un monstruo, con ojos rojos brillando en la oscuridad y una sonrisa que era todo lo contrario a cualquier cosa humana.

— Kiara... —Su voz retumbó en mi mente, como un susurro que atravesaba mi piel y llegaba directo a mi alma. — Pensaste que podrías cambiarme, pero nunca fuiste más que una marioneta en mi juego.

Me di cuenta, entonces, de que yo no era la única que había sido engañada. Tobjørn, o Talamorath, había jugado con mis emociones, manipulándome, arrastrándome hacia un abismo sin que siquiera me diera cuenta.

Durante siglos, había sido conocido en los círculos oscuros como un demonio cuya historia estaba envuelta en sangre y caos. Había destruido civilizaciones enteras, sumido a pueblos en el terror. Y ahora, había revelado su verdadera naturaleza porque había encontrado en mí una pieza más en su laberinto de manipulación.

Esa noche, cuando todo se desmoronó, huí. Huí de todo lo que había creído conocer. Y aunque logré escapar, las cicatrices que dejó en mi alma eran indelebles. La tormenta pasó, pero la tormenta dentro de mí seguía rugiendo.

Los años siguieron su curso, y con el tiempo, la tormenta interna que había sufrido se calmó. No obstante, la oscuridad que había tocado mi vida nunca se fue por completo. Cuando finalmente me encontré con Athan, Lena, Patrick y los demás, las piezas del rompecabezas comenzaron a encajar nuevamente.

Pero la noticia de Ashley me golpeó como un rayo.

La vi por primera vez desde todo lo que había sucedido, tan hermosa y llena de vida como siempre, y sin embargo, el dolor que sentía era palpable. Su ausencia, su muerte... fue algo que nunca vi venir.

— Kiara... —Lena dijo con voz sombría, el rostro marcado por la tristeza, mientras me observaba con una mezcla de pesar y comprensión. — Ashley ya no está con nosotros. La perdimos. Fue... un accidente. No había forma de salvarla.

El peso de sus palabras se apoderó de mí. Ashley muerta. Mi mente no podía procesarlo, mi corazón no podía aceptarlo. ¿Cómo podía ser esto posible?

Mi alma se retorció en un torbellino de culpa. Yo debí haberlo hecho diferente. Tal vez si hubiese estado más cerca, si no me hubiera ido... si tan solo hubiese visto las señales.

Las palabras de Tobjørn, "Fingiendo que podía ser quien tú querías que fuera", resonaron en mi mente con más fuerza que nunca. Había hecho lo mismo con ella, había intentado ser alguien que no era. Había dejado que mi confusión, mi miedo y mi traición nublaran todo lo demás. Y ahora, Ashley ya no estaba.

Una sombra se alzó entre nosotros, oscura, inquietante. Frey, uno de los amigos de la vieja guardia, un hombre cuya lealtad siempre había sido incierta, apareció de la nada. Pero algo en su mirada, algo en su actitud, me hizo preguntarme si realmente había sido un amigo.

Él no estaba ahí por casualidad. De alguna manera, Frey estaba conectado con mi historia con Tobjørn. Había sido parte del rompecabezas que me había costado tanto resolver, un agente dentro de mi vida que había estado manipulando las piezas en las sombras.

— Kiara, ¿de verdad crees que la muerte de Ashley fue un accidente? —dijo Frey, sus ojos oscuros destilando una fría indiferencia. — Las cosas no son tan simples como parecen.

Athan, Lena, Patrick y Daphne me miraron con una mezcla de confusión y preocupación, pero sus ojos no podían ocultar lo que yo ya sabía: ellos también comenzaban a entender. Frey no era quien decía ser.

El aire entre nosotros se volvió denso, tenso, como si una niebla oscura nos rodeara, filtrando toda esperanza y dejando solo desconfianza. Las piezas de mi pasado estaban volviendo a encajar, pero a un costo que nadie parecía entender completamente.

¿Qué demonios estaba pasando realmente?

—Frey, —dije, mi voz quebrada por la ira y la confusión. — ¿Qué estás haciendo aquí?

Pero él sólo sonrió, una sonrisa que era más una mueca. Y en ese momento, supe que no estábamos a salvo. Que nunca lo habíamos estado.




Rosas y Espinas © (Completa✔️)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora