Capítulo 30

4 0 0
                                    

Advertencia: Escenas inquietantes. No estoy normalizando este tipo de temas, solamente estaré redactando lo que pasó Kiara sin detalles.

(30)

KIARA

La figura en la puerta me observaba con una intensidad que me hizo retroceder un paso, un escalofrío recorriéndome la columna vertebral. La sensación de haberlo visto antes era fuerte, pero no podía ubicarlo. Mis pensamientos se atropellaban, confundidos, mientras la extraña familiaridad de su presencia me desconcertaba.

—¿Tú...? —murmuré, sin poder evitar que mi voz temblara.

Él no respondió de inmediato, sus ojos brillando con una mezcla de algo que no supe identificar. No era una mirada amable, ni mucho menos. Era una mirada que parecía ver a través de mí, como si estuviera esperando a que finalmente lo reconociera.

Mi mente, llena de pensamientos caóticos, empezó a conectar hilos que hasta ese momento había mantenido en lo más profundo de mi conciencia, donde el miedo y la confusión los habían dejado guardados. Algo en su rostro... algo en su forma de mirar, algo en la forma en que se paraba allí, imponente y distante, me hacía sentir una terrible conexión.

—Kiara —dijo de nuevo, esta vez con un tono más suave, como si estuviera tentando a que la verdad surgiera de mis labios.

Entonces, sin previo aviso, la pieza que faltaba encajó en su lugar. Las sombras de mi pasado, esas que había evitado durante tanto tiempo, se alzaron con una claridad aterradora. Esa voz... esa presencia. Mi respiración se aceleró.

—No... no puede ser. —Mis palabras salieron entrecortadas, mi mente luchando por asimilar lo que acababa de descubrir.

Su rostro, aunque marcado por el tiempo, llevaba una sombra que reconocí en lo más profundo de mi ser. Las arrugas en su frente, los ojos oscuros que ahora me miraban fijamente... ¿Cómo no había visto antes los signos de su presencia en mi vida? Era imposible, pero todo encajaba. El parecido, las historias que mi madre me había contado, las piezas rotas de mi niñez que se fragmentaban lentamente.

Me tambaleé. La realidad me golpeó con una violencia que me dejó sin aliento.

—Tú... eres mi... —no pude terminar la frase, porque las palabras se atoraron en mi garganta, ahogando cualquier intento de gritarlo en voz alta.

Él no sonrió, no hubo un gesto de satisfacción en su rostro. En su lugar, sus ojos se llenaron de algo que solo podía describir como resignación, como si todo lo que había sucedido entre nosotros hubiera sido inevitable. Como si estuviera esperando este momento.

—Sí, Kiara. Soy tu padre.

El aire se volvió denso, casi imposible de respirar. Las imágenes, las memorias... los recuerdos de mi infancia comenzaron a golpearme con la fuerza de una marea arrasadora. Recuerdos que había enterrado bajo capas de miedo, bajo el peso de todo lo que había sucedido. Mi madre se había ido por algo, por alguien, y ahora sabía qué. Sabía por qué ella se había alejado, por qué me había protegido de una figura como él.

Mi madre siempre me había hablado de él en términos vagos, nunca detallados, pero algo en su mirada siempre había revelado el dolor que le causaba recordar a aquel hombre. Sabía que algo no estaba bien, pero nunca quise preguntar demasiado. La verdad, esa verdad que nunca quise enfrentar, ahora me estaba atravesando de lleno.

Y mientras las piezas del pasado encajaban, entendí por qué mi vida había tomado giros tan oscuros, por qué me había sentido arrastrada por una oscuridad inexplicable que me había llevado a situaciones que no comprendía del todo. Él había sido la raíz de mi sufrimiento, de los vacíos en mi corazón.

Rosas y Espinas © (Completa✔️)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora