Epílogo

1 0 0
                                    


F I N A L

El viento soplaba con fuerza en el acantilado, arrastrando consigo los ecos de un pasado que, aunque distante, nunca se desvaneció por completo. Los años habían pasado, y sin embargo, el peso de aquellos momentos seguía presionando sobre mi pecho, como si el tiempo no hubiera logrado disipar las sombras que me perseguían.

A veces, cuando cerraba los ojos, podía escuchar la risa de Lena, la dulce voz de Ashley o el suave susurro de Athan en la distancia. Pero esos momentos no eran más que fantasmas, recuerdos de lo que fue y ya no sería. La verdad era que, a pesar de todos los intentos de avanzar, había algo dentro de mí que no podía dejar ir. Las huellas de lo que había ocurrido, las decisiones que tomé, seguían marcando mi camino.

La tormenta de mi vida no había desaparecido del todo. Aunque había encontrado algo que se acercaba a la paz, las cicatrices seguían frescas, como si el tiempo no hubiera sido suficiente para curarlas.

El encuentro con Frey, las mentiras que nos habíamos dicho, las traiciones que aún se escondían entre nosotros, no podían ser olvidadas. Cada palabra de su sonrisa sombría, cada gesto suyo, estaba marcado en mi memoria, como si mi alma estuviera atrapada en una red de secretos que, tarde o temprano, tendrían que salir a la luz.

Y Talamorath, o Tobjørn, el demonio que había dejado su huella en mi vida, ya no estaba cerca. Había desaparecido como una sombra disipada por la luz. Pero su presencia seguía viva en mis pensamientos, en los rincones más oscuros de mi ser. Como una marca indeleble que siempre me recordaría lo fácil que es perderse en la oscuridad, lo fácil que es ser arrastrado por algo que parece hermoso pero que está lleno de abismos.

Miré hacia el horizonte, donde el sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo con tonos cálidos. Ya no quedaba nada de aquellos días caóticos, de la tormenta que había destruido tanto. Los viejos amigos, las viejas batallas, habían quedado atrás, pero las lecciones que me dejaron eran profundas, como un tatuaje invisible.

Ahora, ya no me sentía como la persona que había sido antes, cuando Tobjørn había jugado con mi vida, cuando la oscuridad me había rodeado. Ahora, me veía a mí misma de una manera diferente. Había aprendido que el dolor no define quién eres, que los secretos pueden arruinarte, pero que siempre hay una forma de reconstruir lo que se ha roto.

Y aunque la paz no era absoluta, me encontraba de pie en un terreno más firme. Quizás el futuro no era claro, pero al menos ahora lo enfrentaba con los ojos abiertos, sabiendo que los fantasmas del pasado no podían dominarme. Había encontrado una forma de seguir adelante, aunque las cicatrices seguirían siendo parte de mí, un recordatorio de que la oscuridad puede ser derrotada, incluso cuando deja marcas imborrables.

Al final, todo lo que quedaba era vivir. Vivir con lo que habíamos sido, con lo que habíamos perdido, y con lo que finalmente habíamos encontrado. Y con eso, me quedé, mirando el horizonte, sabiendo que la tormenta había pasado, pero la vida continuaba.

La noche cayó lentamente sobre el acantilado, la oscuridad rodeándome como un manto pesado. Las estrellas titilaban en el cielo, pero el brillo de esas pequeñas luces no podía compararse con la claridad que había encontrado dentro de mí. Había pasado tanto tiempo buscando respuestas, huyendo de lo que había sido, que ahora, al estar frente a la vastedad del mundo, sentí que finalmente comenzaba a comprender algo más grande que yo misma.

A veces, las cicatrices no desaparecen. A veces, son lo único que queda de todo lo que hemos vivido. Pero lo que aprendí es que no siempre es la ausencia de dolor lo que nos define, sino cómo aprendemos a vivir con él. Cómo dejamos que nos transforme, que nos enseñe, que nos impulse a ser algo más fuerte que el miedo que nos atrapó.

De alguna forma, la muerte de Ashley, los secretos que Frey había ocultado, las traiciones de Talamorath... todo eso me había cambiado, pero no de la forma en que ellos querían. No me había destruido. Había aprendido a reconstruirme, a ser más cautelosa, a no confiar en las sombras solo porque parecían ofrecer consuelo. La verdad siempre había estado frente a mí, pero era necesario enfrentarse a la oscuridad para verla con claridad.

Pasaron más meses, y con ellos, el paisaje de mi vida también cambió. Las cicatrices no sanaban, pero ya no me dominaban. Las huellas de lo sucedido seguían allí, pero no definían cada día. De vez en cuando, me encontraba pensando en ellos. En Lena, cuya sonrisa se había ido pero cuya valentía había quedado grabada en mi corazón. En Athan, que aunque ausente, siempre había sido una luz en los momentos más oscuros. En Patrick, que me había observado desde lejos, calculando, pero que aún permanecía como un eco lejano de una historia que no podía olvidar. En Daphne, cuyo rostro reflejaba tantas sombras de un pasado que nunca podríamos reescribir. Y, claro, en Ashley, cuya risa seguía resonando en mi memoria, como un canto triste de lo que nunca podría ser.

Un día, mientras caminaba por la misma senda que años antes había recorrido, vi una figura al final del sendero. No me sorprendí. Sabía quién era antes de ver sus ojos. Era Athan.

Su presencia era una constante, como una sombra amable que me seguía, aunque había pasado mucho tiempo sin hablar. No tenía que decir mucho. A veces, el silencio entre nosotros hablaba más que cualquier palabra.

Nos encontramos en medio del sendero, rodeados por la quietud de la naturaleza, como si el tiempo se hubiera detenido, permitiéndonos tener nuestra última conversación, la última despedida de los ecos del pasado.

— ¿Cómo sigues? —preguntó Athan, su voz suave pero cargada de una tristeza que no podía ocultar.

Sonreí, aunque fue una sonrisa triste, cargada de todo lo que habíamos atravesado.

— He aprendido a vivir con los recuerdos —respondí, mirando hacia el horizonte, hacia el lugar donde todo comenzó. Donde el pasado y el futuro se encontraban. — Pero no con la carga que solían ser.

Athan asintió, como si entendiera perfectamente, como si nuestras palabras fueran solo una confirmación de lo que ambos sabíamos.

— ¿Y los demás? —preguntó, como si las vidas de los demás, nuestras vidas, aún pudieran entrelazarse de alguna manera.

— Cada uno sigue su camino —dije, volviendo mi mirada hacia él. — La historia de nosotros terminó, pero las cicatrices nos recuerdan lo que aprendimos. No todos están aquí para verlo, pero yo... Yo he encontrado mi paz.

Athan se quedó en silencio por un momento, mirando a lo lejos, como si estuviera haciendo una última reflexión. Luego, sus ojos se encontraron con los míos, y por primera vez en mucho tiempo, vi algo de esperanza en ellos.

— La paz nunca llega de una sola vez —murmuró, casi para sí mismo. — Pero si alguna vez alguien lo merecía, esa persona eras tú.

Las palabras flotaron entre nosotros, llenas de todo lo que había quedado sin decir. Y aunque no lo dije, sabía que este encuentro significaba algo más. Que, aunque el capítulo de nuestra historia había llegado a su fin, lo que habíamos vivido no se perdería en el olvido. La tormenta nos había transformado, pero también nos había enseñado a ser fuertes, a seguir adelante, aún cuando el futuro parecía incierto.

— Adiós, Athan —dije finalmente, mi voz firme, aunque una parte de mí se quedaba atrás con él, con todo lo que habíamos sido.

Él asintió y se dio la vuelta, caminando hacia su propio destino, mientras yo me quedaba allí, mirando el horizonte. El sol comenzaba a ponerse de nuevo, como siempre lo hacía, y el aire parecía un poco más liviano.

La tormenta había pasado, pero la vida continuaba. Y aunque las cicatrices seguirían siendo parte de mí, ahora las veía con una nueva perspectiva. Eran solo un recordatorio de que había sobrevivido.

De que había vivido.

Y con eso, empecé a caminar hacia mi futuro.

F I N

Rosas y Espinas © (Completa✔️)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora