Capítulo 19 - Parte uno

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ATHAN

El viento aullaba entre los árboles, llevando consigo un eco de muerte y desesperación. La nieve crujía bajo mis pies mientras corría a ciegas, con la adrenalina impulsándome más allá de mi propio límite. El frío quemaba mis pulmones, mis piernas temblaban por el esfuerzo, pero no podía detenerme. No ahora. No cuando la libertad estaba tan cerca y la muerte pisándome los talones.

El bosque era un laberinto interminable de sombras y ramas desnudas. Cada tronco, cada montículo de nieve podría ser una trampa, una emboscada. Sabía que el hombre al que había golpeado no estaría solo. Ellos siempre estaban en grupo, como una plaga de depredadores acechando a su presa. Y yo era la presa.

El dolor laceraba mi costado, recordándome que mi cuerpo estaba al límite. Aun así, apreté los dientes y seguí corriendo. No sabía hacia dónde iba, pero cualquier dirección era mejor que volver a sus manos.

Un disparo retumbó en el aire.

Mi corazón se detuvo un segundo antes de que el instinto tomara el control y me obligara a lanzarme tras un tronco caído. La nieve saltó en todas direcciones cuando mi cuerpo impactó contra el suelo helado. Me quedé quieto, conteniendo la respiración. Sabía que ellos podían oír el más mínimo ruido en el silencio de la noche.

Escuché voces a la distancia. Gruñidos de frustración. Pasos que crujían sobre la nieve, acercándose.

—Lo quiero vivo —la voz del hombre del abrigo negro resonó en la oscuridad—. Si lo matan, perderemos el acceso a la información que necesitamos.

Cerré los ojos, tratando de mantener mi mente enfocada. No podía permitirme el lujo de entrar en pánico. Tenía que pensar rápido.

Esperé a que los pasos se alejaran un poco antes de incorporarme lentamente. Cada músculo de mi cuerpo protestó, pero los ignoré. A unos metros a la derecha, el terreno descendía hacia una zona más boscosa. Era mi mejor opción.

Me deslicé entre los árboles, asegurándome de pisar con suavidad para no dejar un rastro fácil de seguir. El frío me calaba hasta los huesos, y mis manos entumecidas apenas respondían, pero no podía detenerme.

Otro disparo resonó en la distancia. Este fue más cercano.

La sensación de peligro me recorrió la espalda. Sabía que en cualquier momento podía ser alcanzado por una bala perdida o por la mano de uno de esos bastardos. Pero no iba a caer sin luchar.

Avancé entre la espesura hasta que divise una cueva a unos metros de distancia. Su entrada era angosta, oscura, apenas visible entre la nieve. No era la mejor opción, pero al menos podía ocultarme por un tiempo.

Me arrastré dentro, sintiendo la humedad en mis manos mientras tanteaba la roca helada. La oscuridad era absoluta. Me encogí en un rincón, tratando de controlar mi respiración. Afuera, los pasos se hicieron más fuertes. Escuché el chasquido de ramas al romperse bajo sus botas, las maldiciones entre dientes.

—Debe estar cerca. No puede haber ido muy lejos con esas heridas.

Mi corazón latía con furia en mi pecho. Me presioné contra la roca, esperando que la oscuridad me tragara por completo. Un minuto. Dos. El tiempo se volvió un enemigo, arrastrándose con lentitud mientras el peligro seguía acechando.

Finalmente, los pasos se alejaron.

No me moví. No confiaba en que hubieran desistido tan rápido. Sabía que estaban cerca, esperando que cometiera un error.

Afuera, el viento sopló con más fuerza, arrastrando consigo la nieve suelta. Un aullido lejano se perdió entre las rachas de aire cortante. No supe si era el viento o algo más. Algo peor.

Rosas y Espinas © (Completa✔️)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora