Capítulo 18

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Kiara

Me desperté con el corazón acelerado, los pulmones pidiendo aire a gritos. A pesar de las sábanas frescas que me cubrían, el calor de la habitación se había apoderado de mi cuerpo, como si estuviera atrapada en un sueño que no quería terminar. Pero al abrir los ojos, supe que ya no estaba dormida. La oscuridad de la habitación, tan densa como la noche, me decía que era hora de enfrentar lo que había sucedido. Y, en mi interior, ya lo sabía: el peligro no se había ido, ni lo haría.

Ashley había estado a salvo, o eso creía yo en ese momento. El hospital había sido el refugio temporal que tanto necesitaba, y su respiración irregular había sido mi único consuelo mientras la cuidaba. Pero algo dentro de mí me decía que el ataque a Ashley no era solo un mensaje para ella. Era un grito dirigido a mí también, una sombra que me acechaba desde las esquinas de mi conciencia.

El agua en la ducha caía sobre mí como un torrente, intentando limpiar no solo el sudor y el cansancio, sino la sensación de que todo había cambiado. Todo. Ya no éramos las mismas. Ni ella, ni yo. El miedo había dejado su huella en ambas, de una forma mucho más profunda que cualquier cicatriz física. Podía ver el miedo reflejado en sus ojos, y no me importaba cuántas veces lo repitiera, no podía sacudérmelo de encima. No estaba segura de si ella lo sabía, pero yo sí. Todo lo que habíamos hecho hasta ese momento había sido sólo el principio. El principio de algo mucho más grande, y no tenía ni idea de cómo detenerlo.

El sonido del teléfono me sacó de mis pensamientos, un chillido agudo que resonó en mis oídos. Miré la pantalla, vi el nombre y, por un momento, sentí que mi cuerpo se tensaba. Era un número desconocido, uno que no tenía razón alguna de aparecer en este momento. O tal vez sí. Quizá ese era el punto: nadie podía confiar en nadie.

"¿Kiara?", dijo una voz profunda al otro lado, conocida, pero distorsionada. Era la misma voz que había hablado en la oscuridad, aquella que me había hecho pensar que estaba a punto de perderla. La misma voz que había torturado a Ashley con una calma que me helaba la sangre.

—¿Quién eres? —mi pregunta salió más calmada de lo que me sentía, pero estaba tan segura de que mis nervios ya no podían soportar más sorpresas. Me temblaba la mano, el teléfono se movía ligeramente como si quisiera escapar de mí.

—Sabes quién soy —la voz era casi un susurro, pero cargada con un peligro inminente—. Sabes lo que te espera, Kiara. Y lo que le espera a ella.

Mi respiración se entrecortó al escuchar el nombre de Ashley. Lo había dicho con tal facilidad, como si su vida ya estuviera escrita en el aire, como si estuviera jugando un juego macabro con nosotras. Pero lo que más me perturbaba no era la amenaza en sus palabras, sino el tono. Era una llamada de alguien que no tenía miedo. Alguien que no le temía a la muerte, ni a las consecuencias. Alguien que había decidido que el sufrimiento era parte de su misión.

—¿Qué quieres? —logré decir, mi voz ahora firme, pero mi pulso desbocado.

Hubo una pausa, seguida de una risa baja, grave. No me hizo sentir en control. No me tranquilizó. Al contrario. Esa risa me devolvió a la fría habitación de hospital, a las sombras que se alargaban en cada rincón, a los momentos de agonía de Ashley mientras trataba de entender por qué. Y, en mi interior, entendí que este era solo el principio. Nada había terminado.

—El juego apenas comienza, Kiara —dijo, y su voz era ahora un susurro mortal—. Ashley es solo la primera pieza. Pero tú... tú eres la clave. Lo sabes, ¿verdad?

Mi mente comenzó a dar vueltas, a desmoronarse. La clave. No había manera de saber lo que quería decir. Pero una parte de mí, una pequeña parte, ya lo intuía. Y eso me aterraba.

Rosas y Espinas © (Completa✔️)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora